ARTÍCULO

Mejoramiento de la seguridad alimentaria en medio de un clima cambiante

Marzo 15, 2011


TITULARES
  • Para alimentar a una población mundial de 9.000 millones de habitantes, la producción agraria debe aumentar un 70% antes de 2050.
  • Tierras agrícolas se perderán en los próximos 40 años debido a urbanización, desertificación, aumento del nivel del mar y creciente salinización del agua.
  • Bangladesh y Kenya lideran en cuanto a una agricultura que respeta el clima, protegiendo los cultivos de condiciones meteorológicas desfavorables.

15 de marzo de 2011 – En noviembre de 2007, el poderoso ciclón Sidr causó la muerte de miles de personas en Bangladesh y arrasó con gran parte de sus cultivos de arroz. Un año después, este país fue el primero en desarrollar una estrategia multimillonaria para el cambio climático, incluido un plan para impulsar la producción agrícola y la seguridad alimentaria, ante la posibilidad de más condiciones meteorológicas desfavorables.

“Si hay un país consciente y que toma medidas, ese es Bangladesh”, dice Maria Sarraf, economista superior en Medio Ambiente de la región de Asia meridional del Banco Mundial. “Mientras otras naciones pronostican el cambio climático, Bangladesh ya lo ha padecido”.

Así como este, la mayoría de los países en desarrollo tiene economías basadas en la agricultura. A nivel mundial, el 75% de los pobres vive en zonas rurales y la mayor parte depende de los cultivos para su subsistencia. Por eso el crecimiento económico basado en esta actividad es de dos a cuatro veces más eficaz para reducir la pobreza que el de otros sectores. Sin embargo, la inversión en desarrollo rural y agrícola no fue suficiente en las últimas décadas, y se requiere mucho más para satisfacer las necesidades del futuro.

Los expertos predicen que la producción agrícola deberá aumentar en un 70% para 2050 a fin de alimentar a una población de unos 9.000 millones de habitantes.

Al mismo tiempo, los modelos climáticos anuncian un clima mucho más incierto en las próximas décadas. Un nuevo estudio del Proyecto Foresight, The Future of Food and Farming (i) (El futuro de la alimentación y la agricultura), advierte que en los próximos 40 años, las tierras agrícolas se perderán como consecuencia de la urbanización, la desertificación, el aumento del nivel del mar y la creciente salinización del agua en la que pocos cultivos pueden desarrollarse.

Es probable también que condiciones meteorológicas extremas se vuelvan más agudas y frecuentes y den lugar a una producción y precio de los alimentos más inestable, dice el estudio.

Mal tiempo = Aumento del precio de los alimentos

El mal tiempo ya contribuyó a crear una crisis alimentaria en 2008 y aumentó los precios durante el último año después de que los principales productores cerealeros padecieran sequías, exceso de lluvias e inundaciones. El índice de precios de los alimentos del Banco Mundial aumentó casi el 30% en el último año, y unos 44 millones de personas han caído por debajo de la línea de pobreza debido a esta subida, según el Alerta sobre precios de los alimentos divulgado por la institución.

“Casi 1.000 millones de personas se van a dormir con hambre cada día”, dice Ngozi Okonjo-Iweala, directora gerente del Banco Mundial. “Necesitamos una acción colectiva para dar impulso a la producción y a la productividad agrícolas y también esfuerzos para mejorar las redes de distribución, para que las personas tengan seguridad alimentaria mediante el acceso a los alimentos que necesitan”.

Si bien las crisis meteorológicas recientes no señalan necesariamente el cambio climático, son coherentes con lo que se esperaría del mismo –y esto tiene importantes repercusiones para la seguridad alimentaria futura–, dice Andrew Steer, enviado especial del Banco Mundial sobre esta materia.

El estudio de Foresight predice que el cambio climático afectará el crecimiento de los cultivos, el ganado, el agua, la pesca, los rendimientos de la acuicultura y “los servicios que prestan los ecosistemas”, tales como regulación hidrológica, retención del suelo y polinización. Aproximadamente un 24% de 11.500 millones de hectáreas de tierra con vegetación ya se encuentra afectado por la degradación del suelo provocada por el hombre, en particular a través de la erosión, indica el documento.

Al mismo tiempo, se cree que la agricultura y la deforestación vinculada con esta producen hasta un 20% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

Steer apunta, sin embargo, que el uso generalizado de técnicas agrícolas con un “enfoque climático inteligente”, tales como menor labranza, podrían ayudar al suelo a absorber el 13% de las emisiones anuales. Estas aumentarían también la productividad y los ingresos del sector y la capacidad de resistencia del mismo frente al cambio climático, lo que daría lugar a una “triple ganancia” para la agricultura, el medio ambiente y la seguridad alimentaria.

“Se trata de transformar la agricultura para que sea parte de la solución”, dice Steer.

El enviado especial y otros sostienen que la agricultura –y la seguridad alimentaria– deberían ser un componente básico de las deliberaciones mundiales sobre el cambio climático.

“No podemos abordarlo sin hacer frente a las emisiones que provienen de la agricultura. Por demasiado tiempo hemos encarado por separado el cambio climático, la seguridad alimentaria y los desafíos planteados por la pobreza”, agrega Steer. “En el mundo de hoy, esto no es sólo un error sino una oportunidad perdida”.

Agricultores de Kenya llevan la delantera

En África, unos 60.000 agricultores en 45.000 hectáreas de tierra de Kenya occidental tomaron la iniciativa de demostrar los beneficios de una agricultura que respeta el clima. Utilizan prácticas de gestión sostenible de la tierra para enriquecer el suelo degradado en un proyecto piloto respaldado por el Fondo del Biocarbono, una iniciativa público-privada administrada por el Banco Mundial.

Si el dióxido de carbono (CO2) es secuestrado como se espera, cada agricultor recibirá pagos como parte de un plan de financiamiento de dicho gas. Y en un clima cambiante, los aumentos de productividad son significativos, asegura Steer.

“Los agricultores querían que sus tierras produjeran más y que el producto fuera al mismo tiempo más resistente. Estos recursos fueron el agente catalizador para que sucediera”, explica Steer.

El proyecto piloto es también un medio para aprender cuál es la mejor forma de realizar el seguimiento, informar y verificar el secuestro de carbono del suelo y al mismo tiempo usar una autoevaluación del agricultor de bajo costo en el que terceros independientes verifiquen las prácticas agrícolas mejoradas, dice Patrick Verkooijen, jefe de Agricultura y Cambio Climático del Banco.

Verkooijen agrega que la próxima etapa es “seguir aprendiendo de estas experiencias, adaptar e implementar los enfoques en otros países y combinar diferentes fuentes de financiamiento”.

Bangladesh: Un plan ambicioso

A nivel mundial, los planteamientos especialmente promisorios para la seguridad alimentaria incluyen la intensificación sostenible de la producción agrícola, la agrosilvicultura y el mejoramiento de la información meteorológica, de la gestión de los recursos hídricos y de la planeación del uso de la tierra.

Bangladesh decidió que no podía darse el lujo de esperar que el mundo llegara a un pacto de acuerdo sobre cambio climático. En 2009, creó un fondo fiduciario para financiar actividades de adaptación al clima. El esfuerzo recibió un impulso en 2010, cuando varios donantes crearon el Fondo para la Adaptación al Cambio Climático en Bangladesh con el fin de poner en marcha una estrategia nacional.

Ese mismo año, el país estuvo entre las tres primeras naciones del mundo que recibieron financiamiento del Programa Piloto sobre la Capacidad de Adaptación al Cambio Climático: US$50 millones en donaciones y US$60 millones de préstamos en condiciones concesionarias. El programa es uno de los dos Fondos de Inversión en el Clima que encauzan el financiamiento a través de bancos multilaterales de desarrollo para ayudar a los países a poner a prueba un desarrollo que pueda enfrentar esta problemática.

Como parte de su estrategia de asistencia a Bangladesh para los próximos cuatro años, el Banco Mundial se comprometió con un programa ambicioso sobre cambio climático y ambiental (más de US$1.000 millones en préstamos en condiciones concesionarias). Muchas de estas inversiones se dirigen hacia el desarrollo de una agricultura más resistente al clima. Se necesitarán muchas más, dice Sarraf.

Aún antes del lanzamiento del programa oficial, Bangladesh desempeñó un papel de liderazgo mundial en previsiones meteorológicas y preparación para emergencias y hoy en día comparte sus conocimientos con otros países en desarrollo.

Mientras cada gran inundación o ciclón arrasen un millón de toneladas o más de cultivos de arroz, será imprescindible mejorar las prácticas agrícolas y promover la investigación para aumentar la producción, dice Winston Yu, especialista superior en Recursos Hídricos del Banco y autor de Climate Change Risks and Food Security in Bangladesh (Riesgos derivados del cambio climático y seguridad alimentaria en Bangladesh).

Hay señales de lo que es posible. Los institutos de investigación del Gobierno de Bangladesh están cultivando arroz a razón de 6 o 7 toneladas por hectárea, en comparación con 1 o 2 toneladas por hectárea en una finca típica. “Esto es muy fuerte para mí: hay una gran diferencia entre lo que es teóricamente posible y lo que se está haciendo en la práctica”, dice Yu.

Otra perspectiva promisoria: lechos de vegetales flotantes que suben y bajan con las inundaciones, se están ensayando ahora en el país en un par de lugares.

“Sabemos que estas cosas funcionan bajo ciertas condiciones, conocemos sus costos, de modo que es sólo cuestión de conseguir los recursos para hacer más de esto”, agrega Yu.


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