Hace más de 1.000 años, el colono nórdico Ingólfur Arnarson llamó a la capital de Islandia Reykjavik, o "bahía humeante” en español, porque pensó que era humo lo que surgía de la tierra. De hecho, era vapor que emanaba de aguas termales. Un milenio después, Islandia todavía aprovecha este recurso. Más del 25% de la electricidad proviene de la energía geotérmica y 9 de cada 10 edificios usan el calor residual de las centrales geotérmicas como fuente de calefacción.
Islandia es uno de alrededor de 40 países con suficiente potencial geotérmico para satisfacer una proporción importante de sus necesidades energéticas. Pero el potencial global sigue sin desarrollarse en su gran mayoría. Hasta la fecha, la capacidad de electricidad geotérmica ha alcanzado solamente los 11 gigavatios en todo el mundo: apenas 0,3% de la generación total de energía a nivel mundial.
El obstáculo principal para los proyectos en este sector ha sido la etapa de prueba inicial de las perforaciones, que es cara y peligrosa. Probar la viabilidad de un solo campo de vapor puede costar entre US$15 millones y US$25 millones, y si el sitio no tiene capacidad, la inversión se pierde.
Para cambiar este panorama, el Banco Mundial está lanzando un Plan Mundial de Desarrollo de Energía Geotérmica (i) para reunir a donantes y prestamistas multilaterales en torno a un programa de inversión que permita aumentar el uso de este tipo de energía en el mundo en desarrollo. La iniciativa se centra en las perforaciones exploratorias de prueba, con el objetivo de desarrollar una línea de proyectos comercialmente viables que están listos para recibir inversión privada.