Cuando uno se encuentra con Isaías, le sorprende el entusiasmo con el que habla de su negocio. No es de los que cuentan las horas que pasa trabajando. Pertenece a otro rubro. Es de quienes desconocen dónde termina el oficio y dónde comienza la vocación. Es apicultor, “un mundo lindo”, según sus palabras, que lo tiene fascinado.
“A uno se le van todas las penas cuando trabaja con las abejas”, explica. ¿Cómo así? Le preguntamos. “Es que es un mundo increíblemente organizado. Entre ellas, cada una tiene su rol y ninguna hace lo que no debe. Si el mundo funcionara así, estaríamos todos mejor”, señala con una ancha sonrisa, que parece permanente. Al menos, mientras habla de cualquier tema que tenga que ver con las abejas, un mundo que descubrió casi por casualidad.
“Nosotros comenzamos a través de una ONG que nos llevó a unas charlas muy buenas en el Zamorano”, la universidad agrícola internacional de Honduras, que goza de gran reconocimiento, en la región y en todo el país. Después de ese taller, que incluía sesiones teóricas y prácticas, Isaías se lanzó de cabeza al negocio.
“Comenzamos como productores individuales. Luego, otro compañero y yo nos organizamos para comercializar la miel y comprar colmenas”, revela, tras recordar cómo hicieron las ventas iniciales. “Los dos primeros años vendíamos a granel, porque no teníamos ni marca, ni donde embotellar la miel”.
Las “pulperías”, como denominan en Honduras a las pequeñas tiendas que venden de todo, fueron sus primeros clientes. “Algunos nos cancelaban al contado, en otros lo dejamos a crédito. A muchos tuvimos que convencerles de que nuestra miel era rica”.
Hoy, su producto se sigue encontrando en muchas pulperías, pero ha logrado entrar, además, en supermercados no sólo de Corquín, el municipio del departamento de Copán de donde es originario, sino también de Santa Rosa, la capital departamental.
Además de la pasión con la que se entrega a su trabajo, y que -de seguro- influye en la calidad de la miel, su producto tiene otra virtud: “se produce todo de forma natural. No utilizamos ningún químico”, explica orgulloso.
Trabaja con abejas africanizadas, una especie que llegó a Honduras en 1985 como consecuencia de una fuga en un apiario de Brasil, donde habían sido importadas para mejorar la calidad de las abejas europeas. Su reconocida agresividad no es un problema para Isaías, que prefiere valorar su capacidad para producir. “Son abejas que trabajan de 6 a 6”.
Según datos del programa Pymerural de 2010, existen en el país 2,148 apicultores en 14 departamentos. La mayoría de ellos son pequeños y medianos productores (un 51,6%), que tienen entre 1 y 10 colmenas, el 26,7% tienen entre 11 y 25 colmenas (medianos) y el 22,5% tienen más de 25 colmenas (grandes). A diferencia de Guatemala y El Salvador, en Honduras todavía se exporta poca miel. Concretamente, el año 2010 se exportaron sólo 0,4 toneladas, en comparación con las 169,6 que se importaron, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) mencionados por Pymerural.
El desafío no es exclusivo de los apicultores en Honduras, país que experimentó una recuperación moderada después de la crisis económica de 2008-2009, pero sigue enfrentando retos importantes. Entre ellos, la vulnerabilidad de sectores como el agrícola, que ha perdido cerca de un tercio de su poder adquisitivo en las últimas dos décadas, en gran parte debido a una disminución en los cultivos de exportación, en especial bananos y café.