ARTÍCULO

Cuando comer quinua no es suficiente en el altiplano de Bolivia

Diciembre 14, 2015

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Alumno de la la escuela Urkupiña II, en La Paz, comiendo una manzan, parte de la merienda escolar.     

Foto: Gabriela Orozco / Banco Mundial.

Una encuesta realizada en esta área del país revela que los niños comen alimentos nativos con alto valor nutricional, pero no lo hacen de forma balanceada.

Son las 11 de la mañana, hora del recreo en la escuela Urkupiña II del municipio de Viacha, en el departamento de La Paz en Bolivia.  La mayoría de los alumnos de entre 6 y 12 años disfruta la merienda escolar consistente en una manzana, una pequeña bolsa de quinua inflada (pipoca) y un vasito de yogurt. A muchos de ellos se les ve devorar los alimentos.

Es que muchos de ellos, yo diría un 40% de los 630 estudiantes que tenemos, viene a la escuela sin desayuno”, dice Alejo Laura Wayta, director de la Unidad Educativa Urkupiña II.

La merienda escolar es una alimentación complementaria otorgada por los municipios a las escuelas públicas de las áreas urbanas y rurales desde hace más de diez años. Se estima que, de los 327 municipios en Bolivia, más de 318 ofrecen desayuno escolar.

Un estudio del Banco Mundial, con el apoyo de la FAO, la Fundación PROINPA, y la Universidad Privada Bolivariana sobre alimentación escolar, basado en una encuesta a 1.080 niños y niñas de entre 9 y 15 años, en catorce municipios del altiplano en los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí, revela que  los estudiantes de esta zona  consumen quinua, cañahua, haba, oca y llama, alimentos andinos de alto valor nutricional, pero no de manera cotidiana. La encuesta se basó en el recordatorio de lo que los niños consumieron durante las últimas 24 horas.

Según el estudio, el haba es el alimento andino más ingerido por los niños y niñas, lo que es un indicador de balance alimentario porque se consume en platos típicos con ingredientes de diferentes grupos alimentarios. En general, los cinco productos mencionados son parte de la dieta infantil en Los Andes. Unos más que otros son de su gusto, y se consideran saludables. Sin embargo se advierte que no están al alcance de todos y no son tan conocidos, por lo que mejorar su percepción podría aumentar su consumo y también la diversidad de las fuentes de nutrición.

Hacemos exposiciones sobre los alimentos andinos en ferias y en la clase, pero también elaboramos recetas. Por ejemplo, hicimos una torta con harina de quinua y justamente mañana vamos a preparar quispiña, un pan andino en base a quinua”, afirma el profesor Ángel Lino Quispe.

Potencial nutricional

Las escuelas podrían sacar más provecho del potencial nutricional de los productos ancestrales andinos incluyéndolos en más cantidad y frecuencia y a la vez  podrían dinamizar las economías locales y regionales. Sin embargo, la participación de la producción local es baja, solo 3 de 14  municipios compran directamente a los productores locales.

Las razones: El alto precio, la falta de recursos para la compra -sobre todo en el caso de la quinua y la llama- y la poca disponibilidad del producto en el mercado local, principalmente de la cañahua y de la carne del camélido. También influye la falta de organización de los pequeños productores y el incumplimiento con las normas de base de contrataciones (documentos, facturación) y con los requisitos sanitarios, por falta de experiencia y conocimientos.

“Aunque es difícil de creer, los productos andinos son costosos, ahora es más barato comprar una arroba de fideo que comprar una arroba de haba, ni qué decir de la carne de llama, es un lujo”, se lamenta el director Laura.

 En el caso de la quinua, el precio ha experimentado un reducción significativa, lo que la hace ahora mucho más accesible, sin embargo, otras barreras incluyen el proceso engorroso que implica su preparación. La disponibilidad de equipos que faciliten el pelado, es un aspecto importante para facilitar el consumo.

Una manera de vincular a los pequeños productores de alimentos andinos con los programas de alimentación escolar podría ser dar apoyo para que, grupos de productores organizados vendan directamente a las escuelas. Este, es un aspecto particularmente relevante dentro del marco de la nueva Ley de Alimentación Escolar, dado el rol esperado de la agricultura familiar como proveedora de alimentos a los programas de alimentación escolar.

Otras opciones incluyen también facilitar que por ejemplo, brigadas de mujeres preparen alimentos frescos para suministro a las escuelas; pero esto requeriría mejoramiento de la infraestructura. La encuesta reveló que sólo el 10 por ciento de las escuelas cuenta con un refrigerador, 8 por ciento con un comedor y 50 por ciento con una despensa.

 “Sinceramente yo preferiría que no les den pipoca de quinua a los niños porque al inflarla, pierde sus cualidades naturales”, afirma Valerio Aguilar, padre de familia.

En 43 por ciento de las escuelas de la encuesta, los que toman las decisiones sobre el menú escolar son los gobiernos municipales, en un 14 por ciento las juntas escolares y en un 29 %  la decisión es conjunta entra el gobierno municipal y la junta escolar por lo tanto, los programas orientados a mejorar la nutrición escolar, deberían también involucrar a estos actores a la hora de elegir los alimentos y las cantidades.

El estudio confirma que los niños y las niñas consumen productos derivados  de la harina de trigo y vegetales, que si bien tienen nutrientes, son menos nutritivos  que los productos naturales andinos.

Rocío Zarzuri, una niña de 12 años que demora 40 minutos en llegar a pie a la escuela, desayuna todos los días té con pan, por lo que el cereal y la fruta que le dan en la escuela le resulta nutritivo.

Equilibrar los alimentos

El estudio sugiere que los chicos consultados en la encuesta tienen una alimentación variada, pues consumen todos los grupos de alimentos: féculas (incluye quinua, cañahua y oca); verduras de hoja verde oscuro; frutas y verduras ricas en vitamina A; carne y pescado (incluye llama); huevos; legumbres; nueces y semillas (incluye haba); leche y productos lácteos. La contradicción es que existe malnutrición en niños del Altiplano boliviano, por lo que es probable que el  problema radique en la falta de balance nutricional antes que la diversidad de los alimentos.

 “La alimentación escolar es un excelente medio para mejorar el bienestar de niños y niñas pobres. Es muy importante buscar la forma para que las escuelas aprovechen los productos naturales andinos, como la quinua que es un super alimento desde un punto de vista nutricional”, asegura Alberto Rodríguez, director del Banco Mundial para Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela afirma:

Pero no basta con la posibilidad de ingerir alimentos nutritivos. También se trata de un problema de malos hábitos.

Suena el timbre, es más de medio día, hora de la salida en la escuela Urkupina II. Como un enjambre de abejas se acercan los niños a la vendedora de caramelos, papas fritas y gaseosas, quien vende a sus anchas una variedad de productos que están llenos de azúcar, sal, conservantes y colorantes, seduciendo sus paladares antes de llegar a casa a almorzar.

El papel de las escuelas en la educación alimentaria de los chicos se convierte entonces en un factor clave para garantizarles un futuro desarrollo de sus habilidades a plenitud.


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