ARTÍCULO

A medida que el ébola disminuye, Guinea, Liberia, Sierra Leona y el mundo tratan de frenar la próxima pandemia

Mayo 17, 2016



Todos los días durante 27 años, temprano en la madrugada como solo lo hacen los pescadores, John* y su tripulación remaban en su bote desde la costa de Sierra Leona hacia el norte rumbo a Guinea, regresando al atardecer con redes repletas de peces.

Hoy en día, John se encuentra en el puerto de Aberdeen (Sierra Leona) contemplando las coloridas embarcaciones que bordean el horizonte y deseando poder volver al mar. Ha pasado un año desde que capitaneaba un bote, un año desde que podía salir a pescar.

“Me gustaría ir a pescar, pero no puedo porque no tengo un bote”, dice John, de 43 años, quien está varado en tierra debido al ébola.

Él no tiene un bote porque en las demás embarcaciones ya no contratan a un superviviente del ébola; tienen miedo de contraer la enfermedad. Como otros antiguos pescadores que dan vueltas por el puerto, John está desempleado y no está capacitado para realizar ningún otro oficio que no sea pescar. Todos están ansiosos por trabajar a pesar de la visión borrosa y los dolores del cuerpo y de cabeza con los que conviven cada día y que les recuerdan que sobrevivieron al ébola, una enfermedad que nunca desaparecerá de sus vidas.

En su oficio de capitanes ganaban un promedio de USD 12 (dólares estadounidenses) en un buen día de pesca. Ahora ninguno de ellos puede alimentar a sus familias.

Si bien gran parte del mundo ha dejado de centrar su atención en Guinea, Liberia y Sierra Leona —que recién ahora emergen del brote de ébola más mortífero de la historia— todavía perdura la devastación humana y económica. La experiencia de África occidental en su lucha contra el ébola es una lección para el mundo y para los países que se preparan para la próxima pandemia.

Teniendo en cuenta esa enseñanza, en el Grupo de los Siete (G-7) a finales de este mes, los líderes mundiales analizarán un nuevo instrumento, el Mecanismo de Financiamiento de Emergencia para Casos de Pandemia, (i) que podría ayudar a detener el próximo brote antes de que se transforme en la siguiente crisis de ébola.

Reconstruir las vidas, bloque por bloque

Abdulai*, de 34 años, está sentado en una endeble silla de plástico en el frente de su vivienda en Crab Town (Sierra Leona). Tiene sus anteojos de sol puestos en la cabeza para poder limpiarse las lágrimas. Ocho personas en su casa, incluidos sus padres, contrajeron el ébola. Fue el único que sobrevivió a la enfermedad.

Al igual que John (el pescador), fue despedido de su empleo cuando su jefe se enteró de que era un sobreviviente del ébola. Trabajó de manera estable en la construcción hasta finales de 2014, cuando contrajo la enfermedad. Ahora coloca bloques de hormigón, pero el trabajo no es continuo. Esta semana, se presentó a trabajar cinco días, pero fue contratado solo uno, y ganó USD 3 esta semana por un día de trabajo.

El único ingreso adicional de la familia proviene de la tienda que su esposa tiene en la casa, donde vende jabón, cigarrillos y garri, un alimento básico que se prepara con yuca. Dieciséis tazas de garri cuestan unos USD 4. Las ganancias del negocio apenas alcanzan para alimentar a Abdulai, su esposa y sus hijos.

Ellos deben 18 meses de alquiler. Recientemente, recibieron un aviso de que podrían ser desalojados de su casa, una vivienda hecha de bloques de hormigón y que tiene ventanas y puertas metálicas y un techo resistente. Si son expulsados, se mudarán a una choza de metal corrugado con pisos de barro y sin puertas ni ventanas. Dicen que tendrán que lavarse dos veces en la noche debido al calor. Cuando llueva, sufrirán escalofríos ya que el agua fluirá a través del techo y los costados de la precaria vivienda.

“No éramos una familia rica, pero nos arreglábamos”, dice Abdulai. “El ébola fue un contratiempo para nosotros”.

Detener el ébola y otras enfermedades al inicio de los brotes

La epidemia de ébola, que se inició en Guinea en diciembre de 2013, infectó a más de 28 000 personas en Guinea, Liberia y Sierra Leona. También puso en evidencia de manera rápida las deficiencias existentes en la salud y los sistemas de salud pública en dichos países.

Antes del ébola, si bien los tres países eran algunos de los más pobres del mundo, habían logrado avances significativos en materia de salud en el último tiempo. Sin embargo, cuando el ébola irrumpió, los hospitales y las clínicas colapsaron, ya que se vieron sobrepasados por el flujo de casos y la pérdida catastrófica de algunos trabajadores sanitarios debido a la enfermedad. No había atención primaria, como servicios de salud materna e infantil. Un estudio del Grupo Banco Mundial señaló que las muertes de trabajadores sanitarios pueden resultar en más de 4000 decesos de mujeres al año (i) en los países, a raíz de complicaciones en el embarazo y el parto. Estas muertes se suman a las más de 11 000 personas que fallecieron por el ébola. 

Estos países tenían también una capacidad limitada —y en algunos lugares esta capacidad no existía— para detectar y responder a los brotes de enfermedades infecciosas cuando se propagaban en las comunidades. Antes del ébola, el país no se centraba lo suficiente en la vigilancia y el control de las enfermedades, dice el Dr. Foday Daffae, director de prevención y control de las enfermedades de Sierra Leona.

Si la vigilancia de la enfermedad hubiera sido más fuerte, “hubiéramos podido detener el ébola”, señala el médico.

Además de salvar vidas y desarrollar comunidades más saludables, la prevención de enfermedades y los esfuerzos de control le ahorran dinero al país: prevenir enfermedades es mucho más barato que atender a las personas cuando se enferman.

La crisis de ébola paralizó las economías de Guinea, Liberia y Sierra Leona, teniendo un costo de USD 2800 millones en pérdidas del producto interno bruto (PIB), de acuerdo con los economistas del Grupo Banco Mundial. Los precios de los productos básicos colapsaron; por ejemplo, el precio del mineral de hierro, que se usa para representar el 60 % de las exportaciones de Sierra Leona, se redujo de USD 185 por tonelada a USD 35 por tonelada. Las dos minas del país cerraron y las exportaciones de hierro disminuyeron a cero. Los fondos de los donantes, que ayudaban a los países a luchar contra la crisis de ébola, ahora se están acabando y los Gobiernos tienen dificultades para pagar sus cuentas y mantener los sistemas en funcionamiento.

Debido al ébola y su costo humano y económico, países como Sierra Leona están cambiando la manera de enfocar la vigilancia y el control de las enfermedades.

Ahora, los funcionarios encargados de la vigilancia de los distritos entregan informes semanales y mensuales acerca de 47 enfermedades en las comunidades, notificando inmediatamente males como el ébola, la fiebre de Lassa, el cólera y el sarampión. El país se ha centrado en capacitar a los trabajadores de la salud y el personal de vigilancia, mejorando la capacidad de los laboratorios para tomar muestras de manera más rápida y recopilando mejores datos para poder analizar y abordar las tendencias de las enfermedades, dice el Dr. Daffae.

“Este brote ha terminado, pero eso no quiere decir que no volverá a suceder”, señala el médico. “La próxima vez, deberíamos detectarlo de inmediato y controlarlo al comienzo”.

El Grupo Banco Mundial colabora con nueve países de África occidental, incluidos Guinea, Liberia y Sierra Leona, para mejorar la vigilancia y la notificación inmediata; fortalecer la capacidad de los laboratorios; apoyar la capacitación, el despliegue y la retención de la fuerza laboral, y mejorar la preparación y la generación de una respuesta rápida. Debido a que la mayoría de los brotes epidémicos más contagiosos cruzan las fronteras, los países trabajan de manera conjunta en la prevención y el control de las enfermedades ya que ningún país puede hacer esto por sí mismo. Este esfuerzo regional forma parte del compromiso de USD 1620 millones del Grupo Banco Mundial destinado a respaldar los esfuerzos de respuesta y recuperación frente al ébola en África occidental.

El Grupo Banco Mundial también colabora con el Gobierno de Liberia y muchos asociados que trabajan en el país, entre ellos la Alianza GAVI para la inmunización infantil; el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y el Paludismo, y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Esto lo hace mediante recursos aportados por la Asociación Internacional de Fomento (AIF) (i) y el fondo fiduciario del Mecanismo Mundial de Financiamiento, (i) con el fin de reconstruir y fortalecer el sistema de salud de Liberia y así aumentar el uso de los servicios y su capacidad de adaptación a las crisis. Los esfuerzos se concentran en la preparación, la vigilancia y la respuesta frente a las emergencias, con énfasis especial en la vigilancia y la respuesta a la mortalidad materna y neonatal.


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James Cooper, Sunday Bondo y Patrick Lappaya trabajan estrechamente para tomar una muestra que ayude a determinar la muerte de una mujer en el hospital C. H. Rennie de Kakata, condado de Margibi (Liberia), el 10 de marzo de 2016. Foto: © Dominic Chavez/Banco Mundial.


Contar cada muerte para salvar vidas

Es media mañana en Sierra Leona, y alguien ha llamado al número 117, la línea de emergencias del país, para informar sobre una muerte en el barrio de Kissy en Freetown, la ciudad capital. La llamada se deriva al equipo de vigilancia del distrito de la zona occidental, el cual envía al domicilio a Tomeh Bangura, un investigador de enfermedades de 53 años, y a Gibrilla Kabba, de 29 años, que toma muestras de laboratorio. El investigador de enfermedades pide a la familia los detalles de la muerte, mientras que el encargado de tomar las muestras se cubre de la cabeza a los pies con el equipo de protección personal, que incluye una máscara facial, guantes y una bata. Entra en la casa con un tubo de ensayo y el hisopo.

El padre del bebé corre la cortina e ilumina la habitación con su teléfono celular. Kabba se inclina para tomar la muestra en la boca del niño de tres días de edad. Coloca el hisopo en el interior del tubo de ensayo. Más tarde, enviará la muestra a un laboratorio.

Afuera, la madre llora en el frente de la vivienda. Este es su primer hijo. Los familiares y vecinos se empiezan a reunir y manifiestan su pesar por la muerte del infante.

Aunque ambos funcionarios de salud no sospechan que el ébola u otra enfermedad infecciosa sea la causa del fallecimiento, la nueva política del país es tomar una muestra a cada persona que muere, incluso si la víctima fallece en un accidente automovilístico.

Si ellos hubieran creído que el bebé murió de una enfermedad infecciosa, habrían llamado a una ambulancia. El equipo sigue el mismo procedimiento cuando recibe notificaciones de personas enfermas que están vivas, es decir se envía un tomador de muestras y un investigador de enfermedades y se solicita una ambulancia si el caso es grave o si se sospecha de una enfermedad infecciosa. Si se cree que se trata de ébola, la persona es derivada a un centro de espera, donde permanece hasta saber los resultados de la muestra.

Los guías de vigilancia comunitaria también revisan de manera rutinaria a las personas de sus comunidades para garantizar que se informen todas las enfermedades y muertes, lo que ayuda a los equipos de gestión del distrito a recopilar y analizar los datos. Cada equipo se reúne todos los días, de lunes a viernes, para hablar de estas enfermedades y decesos, y dónde deben destinarse los recursos.

“Si algo pasa ahora, estaremos en condiciones de combatirlo”, dice Tomeh, que ha investigado más de 100 muertes desde 2014.

Estos mejores esfuerzos de vigilancia y control de enfermedades han ayudado a frenar los últimos brotes de ébola en los países. Durante un brote reciente en Liberia, se sospechó que se trataba de un caso de paludismo hasta que una prueba de laboratorio confirmó que era ébola. Esto permitió que el equipo del distrito contuviera rápidamente la propagación de la enfermedad, y salvara vidas, dice la Dra. Yatta Wapoe, funcionaria de salud comunitaria del condado de Monserrado.

“Si no hubiéramos tenido medidas de vigilancia cuando se dieron los últimos casos, se hubiera producido un enorme brote”, agrega.

Si bien los países han realizado grandes avances, sigue habiendo desafíos. Algunos especímenes no pueden ser analizados en los hospitales y las clínicas, incluso si existe un laboratorio en el lugar. Los laboratorios carecen de equipos que funcionen, reactivos y personal capacitado que pueda trabajar en los laboratorios y entregar resultados de manera oportuna. El hospital C. H. Rennie del condado de Margibi (Liberia), uno de los condados más afectados por la crisis de ébola, atiende 100 pacientes al día, pero solo hay un microscopio que funciona. Obtener un resultado de laboratorio para enfermedades letales como el paludismo puede demorar entre 24 y 28 horas.

Cada país tiene solo unos pocos laboratorios de referencia para las pruebas de ébola, fiebre de Lassa, sarampión, rabia y meningitis y a menudo los resultados se demoran. No obstante, hay señales de progreso: en 2014, conseguir el resultado de una prueba de ébola se demoraba una semana, dice la Dra. Wapoe; ahora esto tarda solo 24 horas. En el pasado, la larga demora de una semana impidió que los funcionarios de salud pudieran prevenir la propagación de la enfermedad.

“Estábamos sentados sobre una bomba de tiempo”, señala la Dra. Wapoe.

Detener las enfermedades a la entrada de los establecimientos de salud

En el hospital C.H. Rennie del condado de Margibi, los trabajadores de la construcción lijan y pintan, en tonos de blanco y azul, las paredes de hormigón. Días más tarde, se abrirá la nueva unidad de triaje [selección y clasificación de pacientes sobre la base de sus necesidades y los recursos disponibles] del hospital. El recinto, con brillantes suelos de baldosas blancas, cuenta con dos mesones de exámenes y una zona de aislamiento con numerosas camas.

La nueva unidad de triaje está a pocos metros de un monumento erigido en homenaje a los 14 trabajadores sanitarios del hospital C. H. Rennie que murieron durante la crisis de ébola.

Durante la epidemia, las personas infectadas ingresaban al hospital prácticamente sin ser examinados. No había una zona para evitar el contagio de otros pacientes, visitantes y trabajadores de la salud. Con la nueva unidad de triaje, el hospital puede detectar de inmediato los casos de enfermedades infecciosas y luego aislar a las personas afectadas, proporcionando una atención más rápida a los pacientes y disminuyendo la probabilidad de que contagien a otros.

La unidad de triaje es una de las 27 que la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos, con fondos del Grupo Banco Mundial, construye en establecimientos de salud en toda Liberia.

Más allá de estas nuevas unidades de triaje, los trabajadores sanitarios están haciendo lo que pueden para evitar la propagación de enfermedades, aplicando algunas de las medidas de control que pusieron en práctica durante el apogeo de la crisis de ébola. Entre ellas, el uso de equipo de protección personal y guantes; el lavado de manos y el empleo de desinfectante para las manos, y el mantenimiento de un espacio de aproximadamente un metro de distancia entre las camas del hospital para evitar la propagación de la enfermedad.

Jackie*, de 41 años, es una enfermera obstetra del hospital Redemption del condado de Monserrado, uno de los establecimientos de salud con mayor actividad del país. Ella arrastra un carro de ultrasonido por la atareada sala de partos del hospital, donde cinco mujeres se quejan mientras esperan dar a luz a sus bebés. Después de cada examen de ultrasonido, ella extrae el desinfectante de su riñonera rosa y rocía sus manos.

Jackie ha trabajado en el hospital Redemption durante 25 años, primero registrando a los pacientes, luego como ayudante de enfermera y ahora como enfermera obstetra. Ha asistido en partos desde que cursaba el octavo grado, cuando su madre, que trabajaba como partera, comenzó a capacitarla.

“Me encanta ser partera”, dice. “Veo la alegría de la mujer que atraviesa el trabajo de parto y se lleva su bebé a casa”.

Casi pierde la vida por su trabajo. Durante el auge de la crisis de ébola, el hospital Redemption estuvo en la mira de la epidemia. En septiembre de 2014 estaba sola en la sala de partos, mientras que otros trabajadores se mantenían alejados por temor a contraer el ébola.

Una paciente comenzó a sangrar. El proceso no se detuvo hasta que murió. La mujer y otras dos enfermas fallecieron al día siguiente, y pronto Jackie se enteró que sus pacientes la habían contagiado. Fue hospitalizada en un centro para tratar el ébola, y volvió a trabajar unas semanas más tarde.

Aunque Jackie dice hoy alegremente que ya no enfrenta tanto el estigma de ser una sobreviviente del ébola, muchos todavía están luchando contra ello. Es el caso de Lena*, de 40 años, de Monrovia (Liberia). Pese a los grandes avances en su vida en el último año —se casó, pudo permanecer en su casa a pesar de la amenaza del propietario de desalojarla y regresó a la escuela—, cuando recientemente fue al hospital y reveló que había sobrevivido a la enfermedad, los trabajadores se negaron a atenderla.

“Cuando uno va al hospital y se enteran que una sobrevivió, nadie está dispuesto a tocarte”, dice Lena. Ella pidió agua para lavarse los dientes y le dieron una bacinica con agua.

Prepararse para la próxima vez

Todo lo que Guinea, Liberia y Sierra Leona están haciendo para prevenir el próximo brote es crucial. Sin embargo, los brotes infecciosos son inevitables y pueden sobrepasar rápidamente a cualquier sistema de salud, en particular en los países más vulnerables del mundo.

El mundo a veces lleva ayuda a los países solo cuando un brote importante, como la reciente crisis de ébola, se sale de control. Sin el establecimiento de un sistema sólido, el mundo continuará pasando de una crisis a otra, y seguirán muriendo miles de personas y las economías continuarán desestabilizándose.

Para responder a esto, en el Grupo de los Siete (G-7) a finales de este mes, los líderes debatirán el Mecanismo de Financiamiento de Emergencia para Casos de Pandemia, (i) un instrumento de rápido desembolso que pondrá a disposición importantes fondos la próxima vez que se produzca una epidemia. Al contener un brote antes de que alcance proporciones de pandemia, se podrá ayudar a salvar miles de vidas y mantener el costo de los brotes en millones de dólares, en lugar de miles de millones o billones.

Si el ébola se hubiera detenido antes, las personas como Umaru*, de 39 años, que contrajo la enfermedad en febrero de 2015 —14 meses después del inicio del brote— todavía estaría pescando en las aguas de Sierra Leona.

“Las cosas están bastante difíciles”, dice, “pero tengo la esperanza de que cambien. Soy joven y tengo una larga vida por delante”.

* Los sobrevivientes del ébola han sido identificados solo por sus nombres de pila.


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