Ya quedaron atrás los días en que las mujeres recibían flores o tarjetas para agasajarlas el 8 de marzo. Lejos de los festejos, en la actualidad este día condensa los reclamos, los anhelos, las batallas ganadas y las que quedan por luchar. Ya no se dice “feliz día”. Hoy más que nunca se escuchan los #NiUnaMenos, los #VivasNosQueremos y las versiones latinas del “#MeToo” (#YoTambién).
Para las más de 300 millones de mujeres de Latinoamérica, el 8 de marzo ya no se festeja, se conmemora y se lucha.
Este año la ONU, que desde 1975 comenzó a conmemorar este día, pone en relieve la innovación como eje para corregir los desequilibrios y crear sociedades más inclusivas para las mujeres. En el caso de América Latina y el Caribe, la inclusión de la mujer como empresarias, consumidoras, tomadoras de decisiones y como líderes es clave para el progreso de la región.
A la fecha, solo 57% de las mujeres en edad de trabajar participan en el mercado laboral regional, un marcado contraste en comparación con el 82% de los hombres. La igualdad de género promueve la reducción de la pobreza y la desigualdad, se traduce en mejores oportunidades para la próxima generación, hace que las instituciones sean más representativas y avanzan las perspectivas para todos.
A pesar de que América Latina ha progresado en los últimos años, existen brechas que, aunque no se amplían, tampoco se reducen y que para eliminarlas llevará años, si no décadas, como muestra el reciente informe “Mujer, Empresa y el Derecho” del Banco Mundial.
Este es el panorama de la inclusión económica de la mujer en la región: