Discursos y transcripciones

Palabras de Jim Yong Kim, presidente del Grupo del Banco Mundial, en la Conferencia Mundial sobre la Cobertura Universal de la Salud para un Crecimiento Inclusivo y Sostenible

Diciembre 06, 2013


World Bank Group President Jim Yong Kim Government of Japan-World Bank Conference on Universal Health Coverage Tokyo, Japón

Texto preparado para la intervención

<En japonés> Muchas gracias, Sr. Shibusawa, por su amable presentación y por la excelente labor del Centro de Intercambio Internacional del Japón.

<En japonés> Quisiera manifestar mi sincero agradecimiento al ministro Aso, al profesor Takemi y al Gobierno del Japón por acogernos y por la permanente y estrecha colaboración entre el Japón y el Grupo del Banco Mundial.

<En japonés> También me gustaría agradecer a los honorables ministros de Etiopía, Ghana, Myanmar, Senegal y Viet Nam que nos acompañan hoy. Gracias por su tiempo y por su dedicación a la cobertura universal de la salud.

Es muy acertado reunirnos en el Japón para tratar la cobertura universal de la salud, tema en el cual este país es ejemplo para todo el mundo.

El Japón alcanzó la cobertura universal de la salud hace 52 años, en 1961, 17 años antes de que la comunidad mundial se reuniera en Alma-Ata para abogar por la “salud para todos” y el “desarrollo con espíritu de justicia social”. Las reformas de Kishii e Ikeda que tuvieron como corolario la cobertura universal promovieron la solidaridad social y contribuyeron a poner en marcha el rápido crecimiento económico y la prosperidad compartida del Japón.

El Japón no solo ha estado en vanguardia al brindar servicios de salud a todos sus ciudadanos, sino también al promover la atención universal de la salud para la población pobre del mundo entero. Mediante su liderazgo en las cumbres del Grupo de los Ocho y los distintos papeles que ha cumplido en la escena internacional, el Japón ha contribuido a movilizar considerable asistencia internacional para la salud y el desarrollo, asistencia que ha salvado incontables vidas y ha mejorado la salud y el bienestar de millones de personas.

Actualmente, en los países en desarrollo hay un gran movimiento, cada vez más extendido, a favor de emprender las reformas integrales del sector sanitario que se necesitan para alcanzar la cobertura universal. A fin de reflejar esta realidad, el objetivo de la cobertura universal debe ocupar un lugar destacado en el programa mundial para el desarrollo posterior al año 2015.

El afán por alcanzar esa cobertura encierra no solo una demanda de mejor salud, sino también una demanda de equidad.

En el Grupo del Banco Mundial, lograr la cobertura universal y la equidad en materia sanitaria es fundamental para alcanzar los objetivos internacionales de poner fin a la pobreza extrema para 2030 e impulsar la prosperidad compartida.

Tanto mis colegas del Grupo del Banco como yo estamos firmemente decididos a ayudar a los países a hacer realidad sus aspiraciones de ofrecer cobertura universal de la salud. Nuestros objetivos son claros:

En primer lugar, todos deben tener acceso a servicios de atención sanitaria económicamente asequibles y de buena calidad. Defendemos con firmeza la universalidad de los servicios, pero durante los próximos 755 días, hasta diciembre de 2015, cuando vence el plazo para la consecución de los objetivos de desarrollo del milenio, nos abocaremos en especial a aumentar el acceso a servicios de importancia vital para mujeres y niños pobres. Estamos ayudando a las naciones más pobres a ampliar los programas de financiamiento basado en los resultados que ya están mejorando extraordinariamente la salud maternoinfantil en países que van desde Afganistán hasta Zimbabwe.

En segundo término, nadie debe verse forzado a sumirse o mantenerse en la pobreza para pagar la asistencia sanitaria que necesita. Todos los años, unos 100 millones de personas, es decir, más de un cuarto de millón de personas al día, enfrentan la pobreza a raíz de los gastos médicos que deben sufragar con sus propios recursos. Por ello, debemos prestar atención especial a la asequibilidad económica para el 40% más pobre de la población en todos los países en desarrollo.

Tercero, todos los países deben sacar provecho de las inversiones en sectores distintos de la salud que sientan las bases de una sociedad saludable. Alcanzar la cobertura universal exige soluciones que trascienden el sector de la salud; se requieren, por caso, medidas específicas en ámbitos tales como la educación, la protección social, las carreteras, el transporte, el agua y el saneamiento, las finanzas públicas y la tecnología de la información.

Por ejemplo, sabemos que una de las intervenciones más satisfactorias para mejorar la salud infantil consiste en dar dinero a las madres por medio de transferencias monetarias condicionadas. Las mejoras de la calidad del aire, los impuestos sobre el tabaco y las políticas de seguridad vial pueden ser decisivos para invertir el aumento alarmante de las enfermedades crónicas y las lesiones observado en la actualidad en muchos países en desarrollo.

Ayudar a los países a avanzar hacia la cobertura universal de la salud es una prioridad estratégica para todo el Grupo del Banco Mundial. Mediante los préstamos y la asistencia técnica del Banco, estamos colaborando con países de ingreso mediano para diseñar y ejecutar profundas reformas en el sector sanitario y limitar los costos, sin dejar de ampliar y mantener la cobertura.

A través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), nuestro fondo para los países más pobres, estamos ayudando a la siguiente generación de países a sentar las bases de la cobertura universal de la salud. El firme y constante respaldo del Japón en la ronda actual de reposición de los recursos de la AIF será decisivo para que podamos intensificar nuestros esfuerzos en los próximos tres años.

Y por medio de la Corporación Financiera Internacional, nuestra entidad dedicada al sector privado, estamos ayudando a países tanto de ingreso mediano como de ingreso bajo a aprovechar los recursos y la innovación del sector privado, trabajando junto con el sector público. El sector privado tiene una participación importante y, en muchos casos, creciente en el mercado de la atención sanitaria de los países en desarrollo, de modo que se lo debe integrar en la reforma de la cobertura universal de la salud.

Si bien no hay una única forma de alcanzar la cobertura universal, todos los países pueden aprender de la experiencia de los demás para trazar su propio camino. Por ejemplo, ¿por qué algunos países obtienen mejores resultados que otros en la esfera de la salud maternoinfantil con el mismo nivel de recursos? ¿Cómo han administrado algunos países la rápida expansión de la cobertura? ¿Cuáles son, para los gobiernos, las mejores maneras de lograr la participación del sector privado y, al mismo tiempo, garantizar equidad y buena calidad?

Como comunidad mundial de la salud, debemos documentar, evaluar y compartir las enseñanzas, para salvar vidas, reducir los costos siempre en ascenso y mostrar la mejor manera de aprovechar el dinero. Por esta razón, en el Grupo del Banco Mundial atribuimos un alto grado de prioridad a lo que damos en llamar la ciencia de la prestación de servicios. Estamos reuniendo datos y pruebas sobre las intervenciones que dan buenos resultados y las que fracasan. Estamos comenzando a recopilar sistemáticamente estos conocimientos y luego nos ocuparemos de que estas enseñanzas que han dejado experiencias de todo el mundo puedan aplicarse a situaciones locales.

Es en este ámbito donde el Programa del Japón y el Grupo del Banco Mundial sobre la cobertura universal de la salud y esta conferencia desempeñan una función importante, al brindar un cúmulo de enseñanzas prácticas recogidas de las experiencias de las diferentes naciones.

Me complace anunciar hoy la publicación, junto con nuestros asociados japoneses, de una síntesis de las conclusiones de un estudio de casos prácticos de 11 países que han alcanzado o están trabajando para alcanzar la cobertura universal de la salud.

Estos 11 países son diversos entre sí, tanto geográfica, como cultural y económicamente. Pero todos ellos muestran la forma en que los programas de cobertura universal de la salud pueden mejorar la situación sanitaria y el bienestar de sus ciudadanos y fomentar el crecimiento económico inclusivo y sostenible.

La buena noticia es que muchos países de ingreso bajo y de ingreso mediano están ejecutando reformas fundamentales y progresando notablemente.

Entonces, ¿cuáles son las principales enseñanzas extraídas de estos 11 países? He aquí cinco de ellas:

  • Primero, para conseguir y mantener la cobertura universal de la salud se necesitan un firme liderazgo político nacional y local, y un compromiso a largo plazo.
  • Segundo, los resultados positivos a corto plazo son cruciales para lograr el apoyo público a las reformas, como ocurrió en Turquía, donde se prohibió a los hospitales retener a los pacientes que no estaban en condiciones de pagar la atención médica.
  • Tercero, el crecimiento económico, por sí solo, es insuficiente para garantizar una cobertura equitativa, de modo que los países deben aplicar políticas de redistribución de recursos y reducción de las disparidades de acceso a una atención económicamente asequible y de buena calidad.
  • Cuarto, para mejorar la calidad y la disponibilidad de servicios sanitarios se requieren no solo profesionales altamente cualificados, sino también trabajadores comunitarios y de nivel medio, quienes constituyen el eje del sistema de atención primaria de salud.
  • Y quinto, los países deben invertir en un sistema de atención primaria sólido y con capacidad de adaptación, para mejorar el acceso y administrar los costos de la atención sanitaria.

Como cabía esperar, todos estos casos también demuestran que, a medida que avanzan hacia la cobertura universal, los países enfrentarán demandas contrapuestas y deberán hallar soluciones de compromiso. Las decisiones que tendrán que adoptar pueden aumentar o reducir la cobertura. Los países que más han ampliado la cobertura se caracterizan por su voluntad de aprender continuamente —de lo que ocurre tanto dentro como fuera de sus fronteras— y adaptar sus sistemas en función de los mejores conocimientos y pruebas disponibles.

Del estudio de estos casos prácticos surge un mensaje prometedor: incluso los países de ingreso bajo con niveles reducidos de cobertura de salud pueden aspirar a universalizarla. Los países pueden comenzar por desarrollar su capacidad institucional, aprender de las experiencias de otras naciones y adaptar métodos innovadores que puedan catalizar la ampliación de la cobertura.

Estas son las enseñanzas generales. Pasemos ahora a analizar con más detenimiento la situación de algunos de estos países:

En Turquía, la crisis económica de principios del decenio de 2000 motivó importantes reformas del Estado y preparó el terreno para la puesta en marcha del Programa de Transformación de la Salud de 2003. El país saneó el déficit público, redujo la burocracia estatal y aumentó su eficiencia, y también dio pie a la reforma del sector de la salud al desarticular la antigua política de los grupos de interés. Los resultados son impresionantes: En la actualidad, más del 95% de la población turca está cubierta por el seguro médico oficial. El programa ofrece un alto grado de protección financiera y equidad, acompañado de elevados y crecientes niveles de satisfacción de los pacientes. La tasa de mortalidad infantil disminuyó de los 28,5 en 2003 a los 10,1 en 2010, en ambos casos por cada 1000 nacidos vivos, y la razón de mortalidad materna se redujo de 61 defunciones en 2000 a 16,4 defunciones en 2010, en ambos casos por cada 100 000 nacidos vivos. El ejemplo de Turquía demuestra que las limitaciones financieras, incluso una crisis financiera grave, pueden acelerar la ampliación de la cobertura. Al Grupo del Banco le complace colaborar con el Gobierno turco en respaldo de esta labor.

Tailandia se ha abocado a reforzar el personal sanitario, y su Red de Médicos Rurales ha encabezado la promoción de las reformas. Además de elevar el número de médicos y enfermeros, el Gobierno incrementó los sueldos básicos e introdujo incentivos para atraer y retener a los profesionales. Como consecuencia del aumento del personal y otros factores, ha mejorado el uso de los servicios de salud esenciales por parte de la población. Desde la introducción del Plan de Cobertura Universal, se ha registrado una tendencia descendente en la incidencia de los gastos catastróficos en salud, definidos como los gastos con recursos propios destinados al pago de servicios de atención sanitaria que superen el 10% del gasto total de consumo de los hogares. La incidencia se redujo del 6,8% en 1996 al 2,8% en 2008 entre los beneficiarios más pobres del plan. El impacto en la incidencia del empobrecimiento discriminada por provincia ha sido aún más impresionante: en la región rural nororiental, la más pobre de Tailandia, la proporción de hogares empobrecidos disminuyó del 3,4% en 1996 a menos del 1,3% en 2006-2009.

Para promover la cobertura universal de la atención primaria, Etiopía lanzó en 2003 el Programa de Divulgación Sanitaria, por medio del cual se prestan gratuitamente 16 paquetes de servicios de atención de salud claramente definidos. El núcleo del programa es la red de personal de divulgación sanitaria, compuesta íntegramente por mujeres egresadas del 10° grado escolar, contratadas en sus comunidades, capacitadas durante un año y enviadas nuevamente a sus comunidades para cumplir su tarea. Hasta el momento han recibido capacitación y han sido asignadas a un lugar de trabajo más de 35 000 trabajadoras de divulgación sanitaria, cuyos servicios son muy requeridos también por otros sectores, como la alfabetización de adultos o la difusión de técnicas de agricultura sostenible. La cuestión es continuar mejorando la preparación y el desempeño de esas trabajadoras de primera línea y proteger su tiempo para que puedan prestar a sus comunidades los servicios de salud de buena calidad que la población necesita. Los datos de la última encuesta de demografía y salud de Etiopía muestran que, entre 2005 y 2010, la mortalidad en la niñez se redujo en un 28%. En el mismo período, Etiopía también informa que disminuyeron extraordinariamente el retraso del crecimiento entre los niños y la anemia entre las mujeres, y que el uso de anticonceptivos casi se duplicó, lo que contribuyó a la reducción de la tasa total de fecundidad.

Y en el Perú, el Gobierno está movilizando sus fondos soberanos de riqueza para activar ambiciosas reformas destinadas a hacer realidad la cobertura universal de la salud. El Grupo del Banco está colaborando con el Ministerio de Salud para elaborar un conjunto nacional de indicadores que permita medir, vigilar y evaluar la ampliación de la cobertura, y tener en cuenta la transición epidemiológica que el país está experimentando.   

Estos ejemplos muestran que todos los países enfrentan dificultades al ejecutar reformas complejas de los sistemas de salud para alcanzar la cobertura universal. Por esta razón necesitamos mecanismos internacionales que ofrezcan a los países acceso a los conocimientos experimentales más recientes acerca de las intervenciones que dan buenos resultados, las que fracasan y los motivos para ello, y que les permitan adaptar a la realidad local ejemplos exitosos en el exterior. Para ello es importante contar con una plataforma y una red de aprendizaje conjunto en las que autoridades, especialistas y entidades de desarrollo puedan informarse acerca de las cuestiones prácticas de las reformas mencionadas, y aplicar los conocimientos a la resolución práctica de problemas. El Grupo del Banco Mundial está trabajando en la formulación de prácticas internacionales sobre salud, nutrición y población para crear una plataforma que ayude a los países a alcanzar estos objetivos.

Estos conceptos subrayan también la importancia vital de las mediciones. Aun cuando las prioridades, las estrategias y los planes de ejecución varían de un país a otro, todos los países deben contar con políticas y programas en materia de cobertura universal que sean mensurables y establezcan mecanismos de rendición de cuentas, para seguir la evolución de los procesos y efectuar los ajustes necesarios.

Sin embargo, para que los países continúen aprendiendo uno del otro y determinen los progresos realizados, el mundo necesita un marco de medición de la cobertura universal de la salud que pueda proporcionar un conjunto de indicadores comunes y comparables.

Por estos motivos, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS) están dando a conocer, en esta conferencia, un marco conjunto de seguimiento de los progresos hacia la cobertura universal de la salud con dos metas, una relacionada con la protección financiera y la otra, con la prestación de servicios.

Con respecto a la protección financiera, la meta propuesta consiste en reducir a la mitad, para 2020, el número de personas empobrecidas por tener que afrontar de su bolsillo gastos de atención de salud. Para 2030, ninguna persona debería verse obligada a caer en la pobreza por sufragar esos gastos. No es poca cosa: esta tarea implicaría pasar de los 100 millones de personas empobrecidas anualmente en la actualidad a 50 millones para 2020 y luego a ninguna para 2030.

En cuanto a la prestación de servicios, la meta propuesta es igualmente ambiciosa. Hoy en día, apenas el 40% de la población pobre de los países en desarrollo tiene acceso a servicios básicos de atención sanitaria, como el parto en un ambiente seguro y la vacunación infantil. Proponemos que, para 2030, esa proporción se duplique, es decir, llegue al 80%. Además, para 2030, el 80% de los pobres tendrá acceso a muchos otros servicios esenciales, como el tratamiento de la hipertensión, la diabetes, la salud mental y las lesiones.

En los próximos tres meses, la OMS y Banco Mundial realizarán consultas con sus asociados para establecer detalles sobre el seguimiento de estas metas.

Efectivamente, estas metas son audaces, pero deben serlo para acortar la distancia que nos separa de la cobertura universal de la salud. Para decirlo con palabras sencillas, las metas impulsan la acción. Sin el ambicioso objetivo de 3 por 5 establecido en relación con el VIH, no creo que hoy estarían recibiendo tratamiento antirretrovírico casi 10 millones de personas, cifra que va en aumento.

De modo que, mientras realizamos las consultas, comprometámonos también a avanzar en la medición del progreso hacia la cobertura universal. No permitamos que la perfección se convierta en enemiga de lo bueno. El futuro de los países y las vidas de mucha gente están en juego.

<En japonés>  Para terminar, deseo dar las gracias nuevamente a nuestros anfitriones, el Gobierno y el pueblo del Japón, por su dedicación permanente al tema de la cobertura universal de la salud.

<En japonés>  Debemos hacer cuanto esté a nuestro alcance para que todos los países del mundo puedan beneficiarse de la experiencia del Japón. Unos 30 países en desarrollo están implementando programas para alcanzar la cobertura universal de la salud, y muchos más están considerando la posibilidad de hacerlo.

Al igual que nuestros asociados japoneses, mis colegas del Grupo del Banco Mundial y yo estamos dispuestos a ayudar a los países en desarrollo a avanzar hacia la cobertura universal de la salud. Y si bien la tarea no será fácil, las enseñanzas y las experiencias que estamos compartiendo hoy muestran que este es un objetivo posible de alcanzar para todos los países.

Se han cumplido 20 años desde la publicación del histórico Informe sobre el desarrollo mundial 1993, que dio origen a una generación de inversiones que permitieron logros extraordinarios en la salud mundial.

Es hora de terminar la labor en esta generación. Dejemos Tokio con el compromiso renovado de garantizar a todas las personas del mundo el acceso a una atención sanitaria económicamente asequible y de buena calidad, para que puedan llevar vidas saludables y productivas, con dignidad, equidad y oportunidades.

Muchas gracias.

 



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