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Los bosques (i) y los ecosistemas terrestres saludables proporcionan servicios esenciales a las personas y las economías, como hábitats para la biodiversidad, agua limpia, regulación del clima, prevención de la erosión, polinización de los cultivos, fertilidad del suelo y control de las inundaciones.

Sin embargo, la deforestación y la degradación de los bosques y el suelo ponen en peligro estos servicios ecosistémicos y reducen la productividad del 23 % de la cubierta terrestre mundial. La degradación del suelo afecta a unos 3200 millones de personas en todo el mundo, y alrededor del 40 % de las personas más pobres del mundo vive en tierras degradadas (IPBES, 2019).

Aproximadamente el 12 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero se atribuyen a la deforestación y la degradación de los bosques. En el informe especial del IPCC de 2019 sobre el cambio climático y la tierra se afirmó que la plantación de bosques y la protección de los bosques existentes es clave para que el calentamiento global se limite a 1,5 °C o que el aumento sea muy inferior a 2 °C. Estas inversiones se necesitan con urgencia, ya que muchos de los bosques que aún quedan en el mundo se ven cada vez más en peligro por actividades como la expansión agrícola, la extracción maderera y la recolección de leña. IPBES estima que la inversión en soluciones basadas en la naturaleza podría contribuir a alrededor del 37 % de la mitigación del cambio climático que se necesita lograr para 2030, generando empleos y cobeneficios en materia de biodiversidad.

Los bienes derivados de los bosques y los ecosistemas terrestres constituyen una importante cosecha oculta para las poblaciones rurales, y evitan que muchas personas se vean afectadas por la pobreza extrema. Se estima que 4170 millones de personas —esto es, el 95 % de quienes viven fuera de las zonas urbanas— habitan a menos de 5 km de un bosque y 3270 millones, a menos de 1 km. En muchos países tropicales, las personas que viven junto a bosques obtienen de ellos una cuarta parte de sus ingresos aproximadamente (FAO, 2022 [PDF]).

La pandemia de COVID-19 puso de relieve la importancia de tener bosques y ecosistemas terrestres saludables. Más del 30 % de las nuevas enfermedades informadas desde 1960 se atribuye al cambio en el uso de la tierra, en particular a la deforestación, y el 15 % de las 250 enfermedades infecciosas emergentes se ha relacionado con los bosques. La deforestación, especialmente en los trópicos, se ha asociado a un aumento de enfermedades infecciosas como el dengue y el paludismo (FAO, 2022 [PDF]). La tala de bosques para la agricultura, las industrias extractivas, la urbanización y otros usos del suelo provoca la pérdida o degradación de hábitats, acercando a los seres humanos y la vida silvestre y aumentando el riesgo de enfermedades infecciosas como el SRAG, el ébola y el VIH. Ahora más que nunca, se necesita de manera urgente un enfoque integrado o de “una salud” para la gestión del paisaje que tenga en cuenta la salud humana, animal y de los ecosistemas.

Los bosques y los ecosistemas terrestres pueden también contribuir a reconstruir mejor, al apoyar los medios de subsistencia de las comunidades y proporcionar oportunidades de empleo que tanto se necesitan a las poblaciones vulnerables. Algunos de los segmentos más pobres y vulnerables de la población viven en entornos frágiles desde el punto de vista de los recursos naturales. En el corto plazo, estas comunidades pueden recibir apoyo a los ingresos a través de planes de restauración de tierras y de trabajos forestales. Los programas relativos a los paisajes pueden ampliarse aún más para crear empleos, apoyar los medios de subsistencia y el acceso a los mercados, la seguridad alimentaria y la resiliencia a largo plazo de los recursos naturales. Estos proyectos respaldan mecanismos participativos de gestión de los recursos comunitarios e inversiones directas en actividades económicas.

Sobre la base de su Plan de Acción Forestal (i) anterior, el Grupo Banco Mundial ha elaborado un enfoque forestal y paisajístico que adopta una visión integral de los paisajes terrestres, y trabaja en todos los sectores como la agricultura, el transporte y la energía para generar resultados positivos en materia de desarrollo, biodiversidad, servicios ecosistémicos, mitigación del cambio climático, y adaptación de los bosques y otros ecosistemas terrestres.

PROGREEN (i), una alianza mundial en favor de paisajes sostenibles y resilientes que se puso en marcha en 2019, apoya los esfuerzos de los países para mejorar los medios de subsistencia y aumentar las inversiones en gestión y conservación de los bosques y de todos los ecosistemas terrestres, conservación de la biodiversidad, restauración del paisaje, y mitigación del cambio climático y adaptación a este. A través de un enfoque de paisajes integrado, PROGREEN ayuda a los países a lograr sus objetivos de desarrollo sostenible nacionales y mundiales, como la reducción de la pobreza, de una manera eficaz en función de los costos y a escala.

Última actualización: Dic 16,2022

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Laura Ivers
Ciudad de Washington