Un año y 6 meses. Ese es el tiempo exacto que separa a Fernando Fernández, de 33 años, de cumplir su doble sueño: convertirse en licenciado en administración de empresas y en el primer graduado universitario en toda su familia. Lograrlo tomó un tiempo porque, como para muchos jóvenes paraguayos, la posibilidad de estudiar dependía de que él mismo pudiera pagarse la carrera.
Fernando trabaja de día como asistente de administración en un estudio de arquitectura y de noche estudia. Para afrontar los costos de los últimos años de su carrera tuvo que tomar un empleo adicional y trabaja de jueves a domingo en una empresa de delivery gastronómico, cubriendo el horario nocturno.
“Creo que ningún sueño es imposible de lograr, yo siempre quise ser universitario y no pude lograrlo hasta que tuve un empleo que me ayude a pagar la carrera. Hoy estoy a pasos de tener un título, el primero en mi familia y eso me da mucho orgullo”, afirma.
Otra persona orgullosa hoy de los resultados de su esfuerzo es Virginia Benítez Giménez. Más conocida como Ña Virginia, ella es, a sus 66 años, la hacedora de una exitosa microempresa gastronómica. Todavía recuerda cuando inició su negocio de venta de empanadas hace 30 años, junto a su esposo Antolín: se levantaban muy temprano de madrugada para cocinar las empanadas, que tenían que estar listas a las 6 de la mañana para ser distribuidas a varios locales en la zona periurbana de Asunción.
Hoy, Ña Virginia es la marca registrada de una empresa propia que emplea a 25 personas y que produce entre otros alimentos, unas 3.000 empanadas diarias que se venden en su local sobre una transitada avenida en la ciudad de Asunción.
“Nos costó años de esfuerzo, inversiones y préstamos pero hago lo que la vida me enseñó; siempre tuve ganas de trabajar y de hacer un buen trabajo”, afirma Virginia para quien la receta perfecta para crecer es simple: trabajo y más trabajo.
Más de 50 millones de personas como Fernando y Ña Virginia han podido mejorar sus condiciones de vida durante la última década en América Latina para convertirse en miembros de la clase media, lo que significa un aumento de más del 50%. Casi un tercio de las familias latinoamericanas se consideran ahora de la clase media, hecho que también ha reducido la proporción de pobres de la región en un porcentaje casi exacto al de clase media (o el 30% de la población), según señalan expertos del Estudio sobre Movilidad y Clase Media.
“Existen numerosos beneficios potenciales en el auge de esta clase media, si bien la materialización de esos beneficios depende en gran medida de que los países consigan anclar la clase media en torno a un nuevo contrato social, más cohesivo, que ponga de relieve la necesidad de incluir a todos aquellos que han quedado rezagados”, expresó Rossana Polastri, representante residente del Banco Mundial en Paraguay.