ARTÍCULO

Florecimiento de la vida ofrece esperanza para el futuro

Diciembre 20, 2012


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Gracias al financiamiento del Programa Nacional de Solidaridad (NSP), los habitantes del pueblo de Shintapa Syed Kamaludin tienen un nuevo edificio escolar. El NSP es un programa insignia del Gobierno de Afganistán que respalda las actividades de reconstrucción y desarrollo en pequeña escala identificadas por los consejos de desarrollo comunitario.

Graham Crouch/World Bank

TITULARES
  • Pobladores de la provincia de Bamiyán en el centro de Afganistán están reconstruyendo su vida luego de regresar de años de exilio.
  • Ahora prosperan gracias al Programa Nacional de Solidaridad, un programa insignia del Gobierno destinado a la reconstrucción y desarrollo rural
  • Consejos de desarrollo comunitario elegidos a nivel local deciden sobre los proyectos más necesarios para cada comunidad.

Shintapa Syed Kamaludin, Afganistán – Algunos árboles carbonizados en un huerto de manzanos florecidos son el único signo que recuerda los días oscuros de Abdullah Mohammad. Sin embargo, es difícil encontrar ahora troncos ennegrecidos entre flores que caen, helechos y brotes de plantas de patata.

Mirando la pequeña arboleda del pueblo de Shintapa Syed Kamaludin en la provincia de Bamiyán, Abdullah dice que el lugar se parece mucho a sus pobladores. “Hay recuerdos dolorosos aquí”, agrega el hombre de 42 años. “Pero ahora debemos pensar en el futuro, y en cómo podemos unirnos para hacer que sucedan cosas buenas. Ya hemos recorrido un largo camino”.

En los últimos ocho años, Abdullah y sus vecinos de la aldea han trabajado duro para seguir adelante con sus vidas. Y dicen que mucho de esto no sería posible sin la ayuda del Programa Nacional de Solidaridad (NSP, por sus siglas en inglés) (i). Este programa insignia del Gobierno de Afganistán (i) en las zonas rurales alienta las actividades de reconstrucción y desarrollo en pequeña escala identificadas por cada comunidad.

Esta iniciativa -respaldada por el Banco Mundial, el Fondo Fiduciario para la Reconstrucción de Afganistán (ARTF, por sus siglas en inglés) (i) y el Fondo Japonés para el Desarrollo Social (JSDF, por sus siglas en inglés) (i)-, tiene como objetivo generar un fuerte sentido de identificación y estabilidad social a través de actividades de empoderamiento y desarrollo. Mediante el fomento del buen gobierno local y el desarrollo equitativo, el NSP ayuda a los aldeanos a organizarse y elegir a sus propios consejos de desarrollo comunitario (CDC).

Abdullah preside un consejo de seis hombres y seis mujeres, cuya tarea es decidir en forma conjunta sobre los proyectos más necesarios para su pueblo.

Aproximadamente el 80% de los proyectos comunitarios incluye infraestructura como riego, caminos rurales, electrificación y abastecimiento de agua potable, que son elementos fundamentales para la recuperación de la economía rural y la estabilidad.

Poderoso símbolo de esperanza

En la aldea de Abdullah, el consejo solicitó financiamiento al NSP en 2004 para construir una presa para riego, seis pozos de agua, y una escuela de niñas. Muchas personas habían regresado recientemente tras años de exilio, después de haber huido de las fuerzas talibanes que asaltaron Bamiyán en la década de 1990, matando a los pobladores y arrasando sus casas.

“Fuimos atacados por los talibanes, quienes quemaron todas las casas y los huertos. Los que escaparon, corrieron hacia las montañas”, recuerda.

Esta determinación conjunta es lo que ha ayudado a impulsar a la comunidad a trabajar recientemente con otros dos pueblos y la financiación del NSP para construir una presa de riego y un embalse en un río cercano, asegura.

“Estábamos acostumbrados a no tener agua para nuestros campos, a veces durante tres o cuatro meses, pero ahora tenemos cultivos durante todo el año”. Campos llenos de papas y trigo, huertas rebosantes de hortalizas y huertos de albaricoques, almendras y manzanas vuelven a traer prosperidad al valle. “Es un poderoso símbolo de esperanza”, afirma.


" Hay recuerdos dolorosos aquí. Pero ahora debemos pensar en el futuro, y en cómo podemos unirnos para hacer que sucedan cosas buenas. Ya hemos recorrido un largo camino  "

Abdullah Mohammad

Aldeano, 42 años.

Momento de educar a las niñas

Recientemente, los pobladores también aplicaron esta perspectiva positiva para construir una escuela de niñas. En el pasado, solo los niños tenían permitido caminar 7 kilómetros para asistir a clases en un pueblo vecino.

Nijabao Hussaini, integrante del CDC, dice que los padres acordaron por unanimidad que era hora de educar a sus hijas. “Muchos de nosotros no fuimos a la escuela y nos arrepentimos, pero ahora nuestras niñas irán a alguna parte. Pueden leer y aprender tantas cosas, mientras nosotros no”, dice. “Es muy bueno que nuestras hijas estudien”.

Con los fondos del NSP, los padres primero construyeron el colorido edificio con aulas para cerca de 350 niñas. Cuando la comunidad creció, el Gobierno proporcionó más fondos para un segundo recinto, que se edificó el año pasado. En la actualidad, 1.500 alumnos asisten a diario a clases en dos turnos.

“Hay mucho interés en enviar a los niños a la escuela aquí”, relata Abdullah. “No conozco ninguna familia que no quiera mandar a sus hijos a clase”.

En una animada aula llena de alumnos de segundo grado, Shgofa de 8 años, dice que sus lecciones favoritas son las relacionadas con el Sagrado Corán. “Estamos aprendiendo sobre la moralidad de la vida, cómo vivir y actuar con nuestros padres y otras personas”, afirma Shgofa, mientras sus compañeros de clase ríen en el fondo.

Al preguntarle cómo se sentiría si no pudiera asistir a la escuela, la niña responde: “Estaría muy triste. Mi madre no pudo estudiar y está muy orgullosa de mí. Me dice que vaya todos los días y que no pierda ninguna clase”.

Nuevos comienzos

Los aldeanos también usaron la asistencia del NSP para perforar seis nuevos pozos de agua. Shir Mohammad, un padre de cinco hijos, cuenta que a menudo ocupó sus horas de infancia yendo a buscar agua en aldeas o arroyos vecinos. “Recuerdo los malos tiempos. Me cansaba mucho realmente. No tenía ni siquiera un burro. Debía acarrear agua desde muy lejos cuando tenía 7 u 8 años”.

Con frecuencia el agua estaba contaminada y las personas se enfermaban. “Ahora es saludable”, agrega, bebiendo agua recién bombeada, “y es mucho más rica”.

Mientras esperan su turno en la bomba, Safar Mohammad, de 13, y su amigo Khan Agha, de 16, señalan que sus tareas son mucho más fáciles. “Estamos contentos con esta agua. Está más cerca de casa y es más limpia”, asegura Khan Agha.

Forcejeando con su gran recipiente amarillo por el estrecho sendero del huerto, Safar afirma: “Soy lo suficientemente fuerte porque tomo clases de Taekwondo”.  Al preguntarle el nombre de su club, responde: “Se llama Nuevos comienzos”.


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