Si usted era de los que no se perdía jamás un a clase de ciencias en la escuela, recordará el llamado ciclo hidrológico, con sus fases de evaporación, condensación y precipitación. Bueno, pues llegó la hora de conocer el llamado ciclo “hidroilógico”, una expresión satírica acuñada por el climatólogo estadounidense Donald Wilhite, para describir cómo lidian muchos países con sus problemas de sequía.
Wilhite, reconocido como el principal experto mundial en diseño de políticas y gestión de la sequía, afirma que el pánico es la primera etapa de este círculo vicioso. Luego viene la lluvia, y con ella, la apatía: ni los ciudadanos ni los políticos ven la necesidad de prepararse para la próxima sequía. Pero cuando las sequías vuelven, despiertan nuevamente la preocupación y el miedo de los que no se prepararon para hacerles frente.
El problema no es menor ni es nuevo. De hecho, sequías recientes provocaron un aumento en los precios de los alimentos en todo el mundo y llevaron, por ejemplo, a México a considerar mecanismos como una bolsa agrícola propia, con el fin de hacer frente a las fluctuaciones en el mercado del maíz a consecuencia de los fenómenos meteorológicos.
Para ayudar a romper este ciclo en Brasil, Wilhite, que también es profesor de la Universidad de Nebraska-Lincoln, trabaja en un proyecto piloto del Banco Mundial que diseña el primer sistema nacional de monitoreo constante de la sequía, que funcionará en Ceará, uno de los estados más secos del Nordeste. "Con los datos, puede tomar mejores decisiones y esto ayuda a enfrentar el problema", afirma.
Invitado por el Banco Mundial, Wilhite ha estado dando una serie de talleres para los gobiernos de Brasil y de otros países latinoamericanos. Nos dio esta entrevista después de una conferencia que dictó en Brasilia.
En otras ocasiones, usted vino a Brasil para participar en reuniones con el gobierno, pero dijo que no se había hecho nada. ¿Por qué siente optimista de todos modos?
La primera vez que vine fue en 1986, y desde entonces he vuelto unas diez veces, dando conferencias, etc. Invertí (tiempo y conocimientos) en Brasil y, obviamente, me gustaría ver resultados. Soy optimista, porque ahora los esfuerzos son más amplios que hace un tiempo e implican no sólo uno o dos estados. Este es un proceso regional, con más ministerios participando en el trabajo, entonces parece que hay voluntad de cambio. Además, creo que hay más conocimiento sobre el tema y la capacidad de los gobiernos es mayor que hace 10 o 20 años.
¿América Latina también ha mejorado en estos aspectos?
Sí México, por ejemplo, sufrió graves sequías en los últimos años. Y cuando el nuevo presidente (Enrique Peña Nieto) asumió el cargo en diciembre de 2012, estaba convencido de que era necesario desarrollar un programa contra las sequías. Le dio a este desafío a la Comisión Nacional del Agua (Conagua), y desde entonces el país ha actuado con determinación. En el taller que hice la semana pasada en Fortaleza (Brasil), vi que muchos países de América Latina y el Caribe tienen interés en este tipo de historias. Es bueno ver cómo los países con diferentes patrones climáticos se están uniendo y viendo qué necesitan para hacer frente a la sequía de nuevas maneras.
¿Cuánto tiempo cree usted que le tomaría a Brasil para desarrollar e implementar una estrategia coordinada para luchar contra la sequía?
No es algo que hay que hacer de un día para el otro. En seis meses, si hay voluntad, es posible esbozar una política en las reuniones con los ministerios y otras partes interesadas. Se necesita tiempo para integrar a tanta gente y que todo el mundo entienda el problema. Y aún más tiempo para desarrollar las herramientas para la acción. Por ejemplo, el desarrollo del sistema de vigilancia de la sequía en el Nordeste es un poco lento, pero es posible.
Usa mucho el término " ventana de oportunidad " para referirse a las sequías. ¿A qué se refiere, exactamente?
Cuando se produce una sequía, las autoridades deben estar atentas. En esos momentos, están en una mejor posición para hacer cambios en la planificación y la evaluación de cómo pueden manejar sus recursos de manera preventiva. Los eventos extremos (sequías, inundaciones, etc.) tienden a aumentar con el cambio climático, y su coste es muy elevado. Simplemente reaccionar a ellos es costoso, y tiene otras consecuencias negativas, no sólo para la gente sino para los diversos sectores económicos.