Toribia Quispe tiene 45 años pero parece de 60. Aunque ya peina canas, el brillo de sus ojos delata vivacidad juvenil y firmeza, cualidades que aplica muy bien cuando administra la construcción de sistemas de riego en la comunidad San José de Paredón, en el municipio de Tarabuco, al sur de Bolivia. Su rol ha sido clave para mejorar la calidad de vida de su familia y de su comunidad.
Toribia viajó varias veces a Sucre para cotizar materiales, convocó públicamente a las empresas interesadas en el proyecto, hizo un cuadro comparativo con las mejores ofertas y junto al comité de administración (otras mujeres y hombres) evaluó y seleccionó a la de mejor precio y antecedentes.
Y su papel va más allá: “Hemos hecho un control detallado del trabajo de la empresa constructora, por eso cuando hemos visto que habían fallas, le hemos descontado al supervisor”, asegura.
Sin embargo, su trabajo no ha terminado. “Una buena parte de las obras ya están ejecutadas, pero falta porque el agua de riego no está llegando todavía a nuestras parcelas”.
Muy segura de lo que está diciendo, comenta: “Aunque no tenemos mucha experiencia, las mujeres podemos administrar, la cosa es revisar bien todo. Además somos “Koñi maki” (mano caliente en quechua), es decir que lo poco que hay, hacemos alcanzar para todos”.
Santusa Flores, como las otras mujeres de la comunidad Pila Torre del municipio de Icla, ya no tendrá que caminar varios kilómetros para recoger agua para cocinar y para el aseo de su familia. Por fin cuenta con un grifo propio en su casa.
“Cumplimos nuestro sueño de tener agua potable. No nos equivocamos cuando decidimos construir y mejorar nuestro tanque. El agua nos dará salud y nuestra vida mejorará”, dice conmovida, al tiempo que confirma que las mujeres de la comunidad ya están listas para ocuparse del próximo desafío: la construcción y equipamiento de gallineros familiares para producción de carne de pollo y huevos para consumo interno y venta pública en el mercado del pueblo.
Estas dos iniciativas forman parte las 700 impulsadas por el Proyecto de Inversiones en Comunidades Rurales (PICAR).