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El agua limpia ayuda a las comunidades afectadas por conflictos en Mindanao

Octubre 31, 2016


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© Banco Mundial / Alana Holmberg

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  • Las comunidades afectadas por conflictos en Mindanao se encuentran entre las más pobres de Filipinas. La inseguridad ha sido la principal causa del escaso desarrollo.
  • El Fondo Fiduciario para Mindanao de múltiples donantes y administrado por el Banco Mundial incentiva a las comunidades, el Gobierno local y los grupos insurgentes a trabajar juntos en la planificación y la ejecución de proyectos basados en la comunidad.

Mindanao, Filipinas. Es el final de la tarde. Nhor Momin está junto a los grifos de agua. Contenta de que no vengan más clientes a recoger agua, cierra los grifos, y los bloquea con un sencillo candado de bronce. Nhor recoge la recaudación del día, se monta en una motoneta y se dirige a su casa.

Los residentes de Upper Campo Islam ahora tienen agua potable. Pero en los 20 años previos a 2011, la situación era diferente. Como es el caso de muchas comunidades afectadas por conflictos en Mindanao, durante largo tiempo Upper Campo Islam ha tenido problemas tales como una infraestructura deficiente, una falta de servicios básicos y una gestión local débil.

“La vida era difícil sin agua [limpia]”, recordó Nhor. “Necesitábamos acarrearla desde otras aldeas, pagar 12 pesos filipinos [USD 0,25] por el contenedor, y pagar de nuevo para transportarla a casa. Si lo hacíamos tres o cuatro veces al día, solo el transporte nos podía costar entre 70 y 80 pesos [entre USD 1,25 y USD 1,67]. Era difícil porque 80 pesos es demasiado para nosotros”.

Upper Campo Islam se encuentra en la municipalidad de Labangan, al sur de Mindanao. Como gran parte de la provincia, ha luchado con tres tipos de conflicto: rido (enfrentamientos violentos entre familias o clanes), violencia por motivos políticos e insurrección armada. Nhor se ha visto afectada personalmente por el rido.

“Asesinan a un miembro de la familia, luego matan a otra persona en venganza, y después a otra más. [Incluso después que nos mudamos] les dispararon a dos de mis hermanos debido a las pugnas entre familias. Uno de mis hermanos murió en el frontis de nuestra casa”.

Nhor retornó a su hogar en Upper Campo Islam en 2007, después de vivir 10 años en el extranjero y trabajar como criada en Oriente Medio. La falta de agua la frustró mucho, por lo que ella y miembros de un grupo de su aldea trabajaron arduamente para conseguir que se ejecutara un proyecto de abastecimiento de agua en su comunidad. El proyecto ahora da acceso a agua potable y fresca a alrededor de 1000 personas a través de grifos públicos y privados.

“El agua es vida. El día en que el agua comenzó a salir de los grifos fue una fiesta. Todos estábamos muy contentos. Yo era la más feliz. Lloré porque sabía que había hecho algo bueno por la comunidad”.

El proyecto de abastecimiento de agua para Upper Campo Islam fue facilitado por el Organismo de Desarrollo de Bangsamoro (BDA), la rama dedicada al desarrollo del Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI). Tras un acuerdo logrado entre el Gobierno de Filipinas y el FMLI en 2001, el BDA se encarga de determinar, dirigir y gestionar proyectos de desarrollo, ayuda y rehabilitación y desarrollo en las zonas afectadas por conflictos.


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Nhor Momin en Uztads Odin Masjid, la mezquita de su barrio en Upper Campo Islam, al sur de Mindanao. Nhor se fue de su hogar cuando tenía 17 años para trabajar en Oriente Medio como criada. Muchas jóvenes filipinas trabajan en el extranjero en lugares como Arabia Saudita, Hong Kong y Qatar y envían remesas a sus hogares para apoyar a sus familias. En su calidad de hermana mayor, la responsabilidad de Nhor era apoyar a sus cuatro hermanos menores.

© Banco Mundial / Alana Holmberg

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Un retrato de Abdul Wahab Dagundol, que ha sido jefe de aldea en la comunidad de Upper Campo Islam, en Mindanao meridional, en los últimos nueve años. Dagundol fue vicepresidente del Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI) en 1979, durante un periodo de intensos conflictos religiosos en la zona. Después de unirse al servicio público, en su calidad de jefe de aldea, gestionó una contribución financiera para un proyecto de abastecimiento de agua que, en 2001, llevó agua potable a la comunidad por primera vez en 20 años.

© Banco Mundial / Alana Holmberg

El BDA es financiado por el Fondo Fiduciario para Mindanao, un mecanismo de múltiples donantes que ha proporcionado infraestructura a casi medio millón de personas en 220 comunidades afectadas por conflictos en Mindanao. El 86 % de los beneficiarios del proyecto dice que sus necesidades han sido satisfechas. Una de ellas es desarrollar aptitudes y fomentar la unidad entre los musulmanes, los cristianos y los pueblos indígenas.

“Antes de que llegara el agua, los cristianos y los musulmanes estaban un poco distantes los unos de los otros. Pero cuando arribó el agua, pudimos conversar entre nosotros”, dijo Nhor, reflexionando sobre cómo ha cambiado su comunidad.

Hoy en día, si bien algunas zonas de Mindanao siguen siendo inestables, en Upper Campo Islam existe poca fricción entre las personas de diferentes creencias.

“Los malentendidos entre cristianos y musulmanes han disminuido, y la gente está contenta”, contó el jefe de aldea, Abdul Wahab Dagundol.

Wahab conoce el precio del conflicto, ya que él mismo fue un rebelde. A los 16 años, se sumó a un grupo miliciano musulmán, conocido como Las Camisas Negras, precursor del Frente Moro de Liberación Nacional. Como cientos de otros, participó en una lucha de muchas décadas en favor de la autodeterminación del pueblo musulmán —llamado moro o bangsamoro— en el sur de Filipinas.

“Ser un rebelde te da lecciones de vida. Aprendí dos cosas. Primero que matar a nuestros semejantes, era un caso de asesinar o ser asesinado. Y, segundo, que no eres bueno a los ojos del Gobierno. En 1976, decidí parar. Me di cuenta de que no tiene sentido luchar contra el Gobierno porque no tenemos suficiente poder”.

Ahora, a los 59 años, y en su último mandato como jefe de aldea, Wahab impulsa proyectos para su comunidad destinados a dar acceso a servicios o mejorar la seguridad. Gracias a sus gestiones, el Gobierno local proporcionó 30 000 pesos filipinos (USD 625,29) a la Organización Popular de Upper Campo Islam para ayudar a construir los 10 grifos de agua que son administrados ahora por Nhor y sus colegas.

“Los desafíos [actuales] tienen que ver con la necesidad de tener más medios de subsistencia, empleos y proyectos para mejorar nuestra comunidad”.


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