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ARTÍCULOAbril 11, 2022

En la primera línea del cambio climático, los pequeños Estados insulares pueden liderar las medidas de resiliencia

The World Bank

El ciclón tropical Winston causó la muerte de 44 personas, dejó sin hogar a 131 000 habitantes a principios de 2016 y provocó la pérdida de más de un tercio del PIB de Fiji en 36 horas. Fue el mayor ciclón que se haya registrado en el hemisferio sur.

Fotografía: Alana Holmberg/Banco Mundial.

TITULARES

  • Desde el Pacífico sur hasta el Caribe, los pequeños Estados insulares están experimentando un aumento del nivel del mar, tormentas cada vez más severas y consecuencias económicas por la pandemia de la COVID-19.
  • Junto con la pérdida de viviendas, carreteras y otras infraestructuras, el aumento del nivel del mar también puede tener graves consecuencias legales para los pequeños Estados insulares, como poner en riesgo sus derechos territoriales.
  • El Plan de Acción sobre el Cambio Climático del Grupo Banco Mundial pone especial énfasis en impulsar la adaptación y la resiliencia, un enfoque vital dados los crecientes impactos climáticos.

El ministro de Relaciones Exteriores de Tuvalu, Simon Kofe, se remangó los pantalones (i) para dirigirse a los líderes que participaron en la cumbre mundial sobre el clima de 2021 desde un podio sumergido en el océano. En un mensaje de video para la COP26, el ministro Kofe llamó la atención sobre la vulnerabilidad de su nación, ubicada en el Pacífico, frente al aumento del nivel del mar en un mundo en que sube la temperatura. También destacó que los pequeños Estados insulares en desarrollo como el suyo están experimentando estos impactos ahora y pueden compartir sus enseñanzas con las naciones que sentirán impactos comparables en los próximos años.

Desde Tuvalu hasta Dominica, desde el Pacífico Sur hasta el Caribe, los pequeños Estados insulares se encuentran en la primera línea del cambio climático. Las amenazas que enfrentan son diversas: desde el aumento del nivel del mar que está reconfigurando e inundando lugares bajos como las Islas Marshall y Tuvalu, hasta tormentas cada vez más severas que han devastado Fiji y Vanuatu en el Pacífico, Santo Tomé y Príncipe en el Atlántico ecuatorial, y Dominica en el Caribe.

Si bien ya es una amenaza, es probable que el aumento del nivel del mar (i) empeore en las próximas tres décadas. Junto con la pérdida de viviendas, carreteras y otras infraestructuras, el aumento del nivel del mar puede tener graves consecuencias legales (i) para los pequeños Estados insulares, como poner en peligro sus derechos territoriales y el acceso a los recursos, y plantear interrogantes sobre la migración interna y externa a medida que los residentes se desplazan hacia tierras más elevadas. La adaptación al cambio climático y el aumento de la resiliencia a sus impactos son objetivos cada vez más importantes.

“En el pasado, nuestro país se centró mucho en la mitigación; pusimos el foco de atención en lograr que los países de todo el mundo redujeran las emisiones”, dijo Kathy Jetnil-Kijiner, poeta y activista climática de las Islas Marshall. “Pero la adaptación nos permite tener una mirada más personal e introspectiva de nuestro país y nuestra nación y asegurarnos primero de que estamos preparados para lo que venga”.

Las Islas Marshall están desarrollando un plan de 10 años para priorizar acciones sobre la adaptación al cambio climático a corto plazo, así como opciones a largo plazo, ya que se busca responder y adaptarse de manera urgente a la amenaza de los impactos climáticos y el aumento del nivel del mar.

The World Bank

En Santo Tomé y Príncipe, donde las comunidades costeras sufren inundaciones hasta 10 veces al año, el Programa de Gestión de las Zonas Costeras de África Occidental aumentó la resiliencia a las inundaciones mediante diques y revestimientos rocosos, mientras se trabaja con las comunidades en la reubicación voluntaria en zonas más seguras. 

Fotografía: Cristiano Dôndo/Banco Mundial.

Reducir la vulnerabilidad

Además de la ayuda inmediata para emergencias, otros pequeños Estados insulares de todo el mundo saben que deben desarrollar su resiliencia a largo plazo. Después de ser azotada por el tsunami del océano Índico de 2004, Maldivas (i) dio prioridad a medidas como mejores defensas contra el mar, edificios elevados y sistemas de alerta temprana, mientras se estudia la sustitución del combustible diésel por la energía solar y cómo salvaguardar los valiosos suministros de agua dulce.

En Fiji (i), los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y costosos han dado lugar a un plan de una década para reducir la vulnerabilidad al cambio climático. El ciclón tropical Winston causó la muerte de 44 personas, dejó sin hogar a 131 000 habitantes a principios de 2016 y provocó la pérdida de más de un tercio del PIB del país en 36 horas. Posteriormente, el Gobierno de Fiji trabajó junto con el Banco Mundial para comprender mejor la amenaza que representan los peligros naturales y el cambio climático con el fin de diseñar planes de adaptación al clima y de gestión de riesgos. Se cree que el costo de reducir la vulnerabilidad de la nación insular al cambio climático demandará aproximadamente USD 4500 millones (FJ$ 9300 millones) en un plazo de 10 años. A partir de 2017, el programa “Reconstruir mejor" del Gobierno de Fiji mejoró las escuelas y otros edificios públicos para resistir los ciclones tropicales, protegiendo al mismo tiempo al Gobierno de los costos catastróficos de reconstruir la infraestructura. La primera tormenta importante que puso a prueba los estándares sobre una mayor resiliencia, el ciclón tropical Harold en abril de 2020, no dañó ninguna de las 181 escuelas y 25 edificios públicos que se habían completado hasta la fecha en el marco del programa.

Además de los mayores impactos climáticos y del aumento de su duración, los pequeños Estados insulares sintieron también las repercusiones en la economía de la pandemia de coronavirus, incluso cuando las infecciones de COVID-19 fueron relativamente bajas en sus poblaciones. A medida que otros países cerraron sus fronteras y restringieron los viajes, los ingresos por concepto de turismo, muy esenciales, se desplomaron. En Fiji, antes de la pandemia, el turismo contribuía con casi el 40 % del PIB y daba empleo de manera directa o indirecta a más de 150 000 personas, pero cuando las llegadas de visitantes disminuyeron en un 87 % durante la pandemia, la economía sufrió una caída de un 19 % en 2020. Los ingresos fiscales de Vanuatu disminuyeron alrededor de un 19 % entre 2019 y 2020. Dado que muchos países dependientes del turismo experimentan impactos similares, el Grupo Banco Mundial está aumentando el apoyo al turismo sostenible para impulsar sus economías y ayudarlos a recuperarse de la pandemia.

Del mismo modo, Dominica vio contraerse su economía, en un 10 % en 2020 (PDF, en inglés), luego de los impactos provocados por la COVID-19 y una caída repentina del turismo. La isla caribeña aún se estaba recuperando del huracán María de 2017, que había causado daños por valor de más del 200 % del PIB cuando apareció la COVID-19. A más largo plazo, el Plan de Recuperación y Resiliencia Climática (CRRP) (i) del Gobierno para 2020-2030 tiene como objetivo transformar a Dominica en la primera nación del mundo completamente resiliente al clima, y ello incluye una infraestructura pública más sólida, viviendas mejoradas, fortalecimiento de los sistemas de salud, agricultura resiliente al clima e inversiones en energía geotérmica.

El Plan de Acción sobre el Cambio Climático 2021-25 del Grupo Banco Mundial pone un énfasis deliberado en impulsar la adaptación y la resiliencia, un enfoque vital dados los impactos climáticos como el aumento del nivel del mar.

El Plan de Acción sobre el Cambio Climático 2021-25 (i) del Grupo Banco Mundial pone un énfasis deliberado en impulsar la adaptación y la resiliencia (i), un enfoque vital dados los impactos climáticos como el aumento del nivel del mar. En la nación insular africana de Santo Tomé y Príncipe (i), donde las comunidades costeras sufren inundaciones hasta 10 veces al año, el Programa de Gestión de las Zonas Costeras de África Occidental (i) aumentó la resiliencia a las inundaciones mediante diques y revestimientos rocosos, mientras se trabaja con las comunidades en la reubicación voluntaria en zonas más seguras. Estas estructuras físicas se combinan con soluciones basadas en la naturaleza, como la restauración de manglares para apoyar la resiliencia costera, inversiones que respaldan a las islas pequeñas y a otros países continentales de África occidental.

Estos Estados insulares y otras naciones muestran rápidamente lo que se necesita para vivir con aumentos del nivel del mar, tormentas más dañinas y otras condiciones extremas relacionadas con el cambio climático. Sus respuestas a la creciente vulnerabilidad van más allá de una reacción a las emergencias, trazando un camino factible para otros países que eventualmente podrían enfrentar desafíos comparables, a pesar de que sus poblaciones vivan en zonas alejadas de la orilla del agua.

 

Este artículo se centra en los temas de las Reuniones de Primavera de 2022 del Grupo Banco Mundial, que incluyen cómo la COVID-19 y el cambio climático han creado desafíos sin precedentes para los países en desarrollo, en particular para las personas y comunidades más pobres y vulnerables.

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