OPINIONES

Artículo de opinión: Europa está distraída debido al interminable diálogo sobre contrafuegos

Abril 16, 2012


Robert Zoellick Sección Editorial de la página web del diario Financial Times de Londres



Las autoridades normativas que están bajo presión suelen preocuparse por el tema predominante del momento. En el caso de la eurozona, esa idea fija ha sido “el contrafuegos”. ¿Qué magnitud debe tener para que sea lo suficientemente grande? ¿Quiénes deben contribuir y cómo?

Los ministros de hacienda de la eurozona han quedado agotados tras formular un paquete multifacético de centenares de miles de millones de euros, pero ahora el debate se globalizará en las Reuniones de Primavera del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que se llevarán a cabo esta semana. El próximo motivo de preocupación será establecer cuántos centenares de miles de millones adicionales de euros deben prometerse al FMI. Es decir, “Contrafuegos II: El regreso”.

Me permito disentir. No con el contrafuegos, precisamente, sino con el motivo de preocupación.

La supervivencia de la zona del euro depende ahora de Italia y España. Estos países son demasiado grandes para quebrar, o para ser rescatados, y aunque el Banco Central Europeo (BCE) ha adoptado medidas extraordinarias para reducir las tasas de interés que pagan sobre su deuda, no ha resuelto sus problemas.

En cierta forma, los vapuleados alemanes tienen razón. El destino de Italia y España depende de las medidas que adopten sus Gobiernos para recortar el gasto, reducir la deuda, fortalecer los bancos y aplicar reformas estructurales. Los contrafuegos brindan seguridad a los mercados, pero las medidas de los Gobiernos, su apoyo político y la liquidez del BCE serán decisivas.

La preocupación por los contrafuegos distrae del problema fundamental: ¿qué debe hacer la Unión Europea (UE) para ayudar a Italia y España a lograr apoyo político para las reformas? Las medidas estructurales son dolorosas para cualquier Gobierno y son extremadamente difíciles cuando no hay crecimiento. Las reformas pueden ocasionar perturbaciones en la economía durante un tiempo, mientras se produce el ajuste de las inversiones, las empresas y los trabajadores.

En Italia, el primer ministro Mario Monti ha puesto en marcha una combinación ejemplar de medidas de consolidación fiscal y reformas del sistema de pensiones y el mercado laboral. No obstante, el desempleo va en aumento. ¿Italia podrá mantener la política de reformas si la UE no aplica políticas de apoyo? En España, el primer ministro Mariano Rajoy ha fijado un rumbo similar. Sin embargo, las pequeñas concesiones en el camino hacia la reducción del déficit, junto con el 23% de desempleo y los disturbios en las elecciones y en la calle, han impulsado un alza en el costo del endeudamiento para España. La economía de ajustes y las políticas de reforma serían más fáciles si Italia y España recibieran el impulso del crecimiento europeo.

Según me comentó un europeo, la economía es una rama de la filosofía moral en Alemania, por tanto no se espera que las políticas de expansión de la demanda triunfen sobre la rectitud, la disciplina y el ahorro. Sin embargo, existe una alternativa de crecimiento por el lado de la oferta: el fortalecimiento de la inversión, el mercado único y la propia UE.

En vez de discutir por contrafuegos, los europeos deberían añadir una suma pequeña —por ejemplo €10 000 millones— al capital del Banco Europeo de Inversiones (BEI). En las condiciones actuales, el BEI podría verse realmente en la necesidad de reducir el financiamiento. Por el contrario, el BEI podría aprovechar el aumento del capital para tomar préstamos y luego realizar inversiones para respaldar reformas estructurales, demostrando a los españoles e italianos que su sacrificio generará inversiones productivas. Inclusive, el BEI está dirigido actualmente por un talentoso alemán, Werner Hoyer, que es miembro de la coalición gobernante. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, también debería exigir el desembolso de los miles de millones de euros de los fondos estructurales y de cohesión, que están inmovilizados en sus libros mientras los países más pobres de Europa pasan necesidades; es preciso encontrar el bloqueo y destrabarlo.

El mercado único —la esencia misma de la integración de la Unión Europea— también podría intervenir en el rescate. Aunque los productos cruzan libremente las fronteras en la UE, es posible lograr una mayor apertura en el sector de servicios en muchos países, incluida Alemania. El traslado de los trabajadores también es mucho más limitado que en un verdadero mercado único. Sea cual fuere la causa —el idioma, las costumbres, empleos adecuados a las aptitudes de los trabajadores, o el costo de la reubicación—, ha llegado el momento de superar los obstáculos y avanzar en el camino hacia la verdadera unificación de la UE, de demostrarles a las personas que desean trabajar que la UE también las necesita a ellas.

La combinación de reformas fiscales y estructurales, las inversiones del BEI y la Comunidad Europea, la apertura de los mercados de servicios y la mayor flexibilidad para el traslado de los trabajadores pagarán dividendos. El Sr. Monti ha viajado a Beijing para demostrarle al fondo soberano de inversiones de China que Italia se está convirtiendo en un buen lugar para invertir. Una medida más sensata que solicitar a los chinos que aporten fondos para contrafuegos, especialmente si la propia UE realiza inversiones y logra que el mercado único sea más atractivo.

Aunque los contrafuegos cumplen una función, se corre el riesgo de que el debate se convierta en una distracción. Los europeos y sus asociados deben fijar la atención en la prioridad (Schwerpunkt) estratégica: proporcionar ayuda a Italia y España en lo referente al crecimiento y las políticas en materia de consolidación fiscal y reformas estructurales que impulsarán el desarrollo de las empresas, la competencia y el empleo. El BCE ha realizado su labor. Las otras instituciones de la UE deben promover el aumento de las actividades de inversión y reforzar el mercado único para preservar y garantizar su unión.

El autor es Presidente del Banco Mundial.

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