OPINIONES

Mujeres rurales, punta de lanza del desarrollo

Marzo 09, 2017

Nicola Pontara, representante del Banco Mundial en Bolivia La Razón de Bolivia, Los Tiempos de Bolivia

El Día Internacional de la Mujer es una de las fechas más importantes para el mundo y, en particular, para el ámbito del desarrollo. Este año el tema de debate de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU será: El empoderamiento económico de las mujeres en el cambiante mundo del trabajo. Planteo en este contexto un breve análisis sobre la participación de las mujeres bolivianas del área rural en los procesos productivos, con un enfoque específico en la actividad agropecuaria.

Las mujeres son un pilar de la productividad en el campo. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, 1,6 millones de mujeres bolivianas viven en zonas rurales y, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estas mujeres producen cerca de la mitad de los alimentos que consumimos en el país.

En Bolivia y en el resto del mundo, el Banco Mundial impulsa proyectos que apoyan los derechos de las mujeres y atienden diversas esferas de su desarrollo. El énfasis es en las áreas rurales, donde históricamente se registran los índices más altos de pobreza y desigualdad.

El Proyecto de Inversión Comunitaria en Áreas Rurales (PICAR) es un buen ejemplo. Su objetivo es mejorar el acceso a infraestructura y servicios básicos sostenibles en algunos de los municipios más pobres de Bolivia. Las mujeres son las protagonistas: identifican las necesidades de sus comunidades, priorizan, administran, contratan y vigilan la ejecución de las tareas, y rinden cuentas.

En el mismo sector, el Proyecto de Alianzas Rurales (PAR) se ha convertido en modelo de inclusión socioeconómica y de género. Las productoras han mejorado el acceso de sus productos a mercados, a través del establecimiento de alianzas que se transforman en mayores ingresos para sus hogares. Ellas reciben capacitación y asistencia y lideran estos procesos.

Aún hay desafíos. A través del Proyecto de Innovación y Servicios Agropecuarios (PISA) se ha buscado apoyar al Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) a promover la contratación de investigadoras, los resultados fueron disímiles. Hemos aprendido que la inclusión en este campo abarca tareas que van desde fomentar el acceso a la educación terciaria y especialización, hasta eliminar obstáculos (a veces no explícitos) para el reclutamiento e incorporar un enfoque de género en la programación del trabajo. Facilitar el avance de mujeres científicas en un sector tradicionalmente masculino requiere tiempo.

Estamos conscientes de que el empoderamiento de las mujeres es un proceso que nace en el interior de ellas mismas antes de propagarse a lo colectivo, que puede ser motivado externamente, pero que su desarrollo depende de una decisión propia. Nos enfocamos en apoyar la creación de contextos más adecuados, generar condiciones de participación, crear nuevos conocimientos, fortalecer y proyectar las capacidades de las mujeres rurales para que sean la punta de lanza del desarrollo.

Nuestros estudios establecen que, en el ámbito mundial, las disparidades de género en el campo de la agricultura se mantienen. Las mujeres tienen terrenos más pequeños y menos productivos y están sujetas a normas, usos y costumbres discriminatorios que limitan sus opciones, incluida la capacidad de poseer o heredar bienes, acceder a la tecnología, al crédito o a los fertilizantes, todos ellos elementos necesarios para hacer sus negocios más rentables y productivos. Frente a este panorama de avances y desafíos, estamos convencidos que liberar el potencial productivo de las mujeres rurales abre una gran oportunidad para luchar contra la pobreza, promover la prosperidad compartida y lograr un crecimiento económico sostenible en beneficio de todos.

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