Discursos y transcripciones

Pasar la página: Un nuevo decálogo

Mayo 11, 2015


Leonard McCarthy, vicepresidente de Integridad del Grupo Banco Mundial Mensaje enviado por vídeo para el Simposio de Comisión Independiente contra la Corrupción celebrado Hong Kong RAE, China

Texto preparado para la intervención

Buenos días a todos ustedes amigos y, como nosotros, enemigos de la corrupción reunidos en el Puerto Fragante. Gracias a Hong Kong por convocar en su Centro de Convenciones y Exposiciones a 500 de los paladines de la lucha contra la corrupción en el mundo. Lamento no poder estar allí en persona.

Siempre he admirado a la Comisión Independiente contra la Corrupción, dirigida idóneamente por el Comisionado Peh. Es un órgano fuerte y que se anticipa a los acontecimientos. Mi oficina, la Vicepresidencia de Integridad Institucional (INT) del Banco Mundial, tiene la fortuna de contar a dicha Comisión entre sus asociados y aliados.

No estoy seguro de qué otro organismo de lucha contra la corrupción tiene su propio programa televisivo, especialmente uno que se ha venido difundiendo desde la década de 1970. El programa se basa en casos reales de la Comisión Independiente contra la Corrupción. En la temporada pasada se presentó todo el espectro de fraude y corrupción: desde un funcionario de la Dirección de Vivienda que adjudica contratos públicos a cambio de sobornos, hasta una empresaria que falsificó cartas de crédito por valor de más de US$6 millones.

Es importante que se difundan estas historias. Son historias demasiado familiares para nosotros. En la actualidad vemos cómo la corrupción ha llegado a erosionar la confianza en nuestro sistema financiero, nuestra política, nuestros gobiernos e incluso nuestros deportes.

La última vez que hablé ante la Comisión Independiente contra la Corrupción fue en 2012. Desde entonces, el panorama económico del mundo ha seguido cambiando. ¿Cuál es entonces la situación actual? ¿Estamos ganando la lucha contra la corrupción?

En esencia, los riesgos que encaramos no han variado. Estamos haciendo cada vez mejor uso de los nuevos instrumentos a nuestra disposición, como la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (UNCAC); el Convenio Antisoborno de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE); la ley contra el soborno del Reino Unido; y la nueva legislación de lucha contra la corrupción en China.

El cambio y el crecimiento son especialmente visibles allí en Asia. Ellos hacen que surjan nuevos actores, y nuevas oportunidades de promover la integridad.

Las empresas de propiedad estatal se han convertido en una fuerza financiera. En China solamente hay 112 empresas multinacionales de propiedad estatal, y Sinopec es la tercera empresa más grande del mundo en cuanto a ingresos se refiere. Se estima que el nuevo Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura dispone de US$$100 000 millones, y se ha comprometido públicamente a funcionar como una "organización ética con tolerancia cero para con la corrupción".

Podemos lograr mucho si seguimos la senda que nos ha llevado tan lejos hasta ahora.

Al mismo tiempo, el mundo es muy diferente de lo que era hace tan solo cinco años. El monto de dinero en juego es mayor. Las modalidades del fraude y la corrupción son más sofisticadas. El caso Petrobras es tan solo un ejemplo de la escala y la complejidad del soborno moderno.

Los formadores de opinión pública en el mundo afirman que hay más corrupción, y que el poder y la tecnología generan la gran corrupción.

Encaramos nuevos desafíos. Ha llegado el momento de contar con un nuevo decálogo para la lucha contra la corrupción.

La mayoría de nosotros asigna prioridad al que paga y al que cobra el soborno. Esta mañana recomiendo que centremos la atención más específicamente en los intermediarios. Los vectores de la corrupción; los que lucran con ella.

Un vector fundamental son los agentes. Las comisiones por compromiso, por facilitación y por hitos son riesgosas. Pueden dejarse sentadas en contratos oficiales, pero eso no significa que no sean perversas. Por ejemplo, en 13 investigaciones recientes de INT se descubrieron sobornos, que oscilaron entre el 3 % y el 18 % del valor del contrato, y por un total de más de US$28 millones, que se entregaron a través de agentes.

Si logramos afrontar el problema de la corrupción en los agentes, podremos tornar mucho más difícil el pago de los sobornos.

El problema vinculado con los agentes no se limita a los proyectos de desarrollo. En septiembre pasado, un tribunal de Hong Kong condenó a prisión por un plazo de 9 meses, por soborno, a un representante de una sociedad de valores. Fue declarado culpable de dos cargos por aceptar una ventaja en calidad de agente, al recibir más de HK$365 000 en comisiones por comercio ilícito.

Además, están las instituciones financieras. Hay consenso general, como lo señaló hace poco el presidente del Banco Mundial, Jim Kim, de que los flujos financieros ilícitos son mayores que el total de la ayuda extranjera y la inversión extranjera directa en conjunto. Esta es una suma exorbitante, y su administración entraña la participación de multitudes.

Una ojeada de los titulares podría llevar a pensar que estos custodios de fondos son el problema: BNP Paribas; Deutsche Bank; HSBC; Barclays. Empero, pienso que podrían ser aliados en nuestra labor. Como al parecer afirmó Lee Kuan Yew, de Singapur: "Luchar contra la corrupción es como limpiar escaleras: Para tener éxito debe empezarse por arriba".

El dinero importa. Según estimaciones realizadas en el pasado, en el mundo se negocian valores por un monto de US$168 billones; el producto interno bruto (PIB) mundial es de US$78 billones; y la banca paralela maneja US$$75 billones. Cabe pensar que una pequeña porción de estos activos no resistirá una prueba de licitud.

Un dilema que solemos encarar es el secreto de la propiedad. No puedo preguntar cómo un funcionario público que gana un salario modesto tiene millones en activos si no tengo forma de saber, en primer lugar, si esos activos le pertenecen.

Comparto la idea de que las empresas financieras pueden ayudarnos a solucionar el problema de la evasión fiscal, cuando ingresos no declarados terminan en la maraña de los centros financieros.

Encontrar la solución exige la cooperación internacional para eliminar la demanda y la oferta de paraísos fiscales. Necesitamos reglamentaciones que desentrañen la intricada trama de la propiedad efectiva. Y necesitamos apoyar los esfuerzos de los casi 90 países que se han comprometido al intercambio transfronterizo de datos tributarios. Sobre todo, debemos impedir que las personas puedan trasladar dinero a lugares en donde no pueda hallárselo.

Colegas y amigos, de cara al futuro, podemos hacernos muchas preguntas útiles con fines de “verificación”:

1.    ¿Nos hemos mantenido a la par de la integración de los sistemas financieros y las entidades multijurisdiccionales?

2.    ¿Estamos en mejores condiciones para identificar el fraude en nuestras economías, y para ponerle fin antes de que se produzca otra crisis?

3.    ¿Podríamos hacer que nuestros esfuerzos de recuperación de activos se orienten a recuperar más dinero que el que gana la industria financiera con las comisiones que cobra por procesar fondos ilícitos?

Como promotores de la lucha contra la corrupción, estamos acostumbrados a encarar contratiempos. Sabemos lo que significa ser pacientes y perseverantes.

Ahora es el momento de que expertos como ustedes sean más proactivos. Ustedes saben en forma directa lo que ocurre en el terreno, y el por qué. Su conocimiento colectivo puede ejercer influencia en las reglas de juego, e incluso cambiarlas.

Gracias.

 


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