Buenos días.
Vice primer ministro Correia, gracias por presidir esta sesión plenaria.
Kristalina, me alegra celebrar esta alianza con usted.
Los recientes acontecimientos de Siria y Gaza nos dan esperanzas de que se puede lograr la paz en todos los sitios donde haya conflictos: en la República Democrática del Congo, Sudán, Ucrania, Yemen y otros lugares.
Aspiramos a la paz, pero también debemos prepararnos para ella.
Por eso hemos convocado a grupos de expertos conformados por especialistas regionales de los sectores público y privado para planificar la reconstrucción de Gaza y Ucrania. El grupo dedicado a Gaza ya ha comenzado a coordinar tareas con los asociados que trabajan en la región.
La reconstrucción es una parte esencial de nuestro mandato.
Es un servicio que estamos listos para brindar cuando y donde sea necesario, y de la mejor manera posible.
Al mismo tiempo, como institución de desarrollo, estamos igualmente comprometidos con la prevención de los conflictos.
Además de reconstruir lo que se ha perdido, también debemos trabajar para crear las condiciones que permitan generar oportunidades y estabilidad.
Eso es lo que motiva nuestras acciones y decisiones de hoy.
Estamos viviendo uno de los grandes cambios demográficos de la historia de la humanidad.
En 2050, más del 85 % de la población mundial vivirá en países que actualmente consideramos “en desarrollo”.
Tan solo en los próximos 10 o 15 años, 1200 millones de jóvenes ingresarán a la fuerza laboral y deberán competir por aproximadamente 400 millones de empleos. La diferencia es muy grande.
Permítanme explicar esta situación apremiante de otra manera:
Durante los próximos 10 años, cada segundo se sumarán cuatro jóvenes a la fuerza laboral mundial.
Por lo tanto, en el tiempo que tarde en pronunciar estas palabras, decenas de miles de personas cruzarán ese umbral, con grandes aspiraciones, ansiosos por acceder a oportunidades.
El crecimiento demográfico más impactante es el de África, que para 2050 albergará a una de cada cuatro personas del planeta. Entre hoy y esa fecha, se estima que:
Zambia sumará 700 000 habitantes cada año,
la población de Mozambique se duplicará,
y Nigeria tendrá unos 130 millones de personas más y se consolidará como una de las naciones más pobladas del mundo.
Estos jóvenes, con su energía y sus ideas, definirán el próximo siglo.
Con las inversiones adecuadas —centradas no en las necesidades, sino en las oportunidades— podemos poner en marcha un poderoso motor del crecimiento mundial.
Sin un esfuerzo decidido, corremos el riesgo de que su optimismo se convierta en desesperación e impulse la inestabilidad, el malestar y la migración masiva, lo que repercutiría en todas las regiones y todas las economías.
Este es el motivo por el cual el empleo debe ser el eje de toda estrategia económica, de desarrollo o de seguridad nacional.
Pero ¿qué entendemos por “empleo”? Puede significar trabajar para una empresa e ir ascendiendo a niveles más altos. O estar empleado en una pequeña empresa. Pero también podría significar poner en marcha un emprendimiento propio.
Un trabajo es más que un sueldo. Es lo que permite a mujeres y hombres luchar para hacer realidad sus aspiraciones.
Es propósito. Es dignidad.
Es el ancla que da solidez a las familias y el vínculo que mantiene unidas a las sociedades.
Es el camino más directo a la estabilidad, y el avance más difícil de revertir una vez que se logra.
Por eso hemos reformulado nuestra labor (la forma en que la medimos y la llevamos a cabo) en función de esta realidad.
En los últimos dos años, nos hemos esforzado por trabajar con más rapidez, simplicidad y contenido.
El período promedio de aprobación de los proyectos se redujo de 19 a 12 meses. Y algunos proyectos ahora se aprueban en menos de 30 días.
Asimismo, unificamos los cargos directivos en 40 oficinas en los países, de modo de brindar a los clientes un único punto de contacto. Para junio del año próximo, todos los países tendrán esta estructura.
Nuestro Banco de Conocimientos se está integrando a nivel de todo el Grupo Banco Mundial, con el objetivo de replicar soluciones a gran escala.
Hemos unificado diversos servicios institucionales, por ejemplo, los relacionados con los presupuestos, los recursos humanos, las adquisiciones y los inmuebles.
Asimismo, se han reemplazado 153 parámetros internos por un Sistema de Calificación Institucional compuesto por 22 indicadores de resultados.
A través de nuevos instrumentos y de procesos de optimización, ampliamos nuestra capacidad financiera en unos USD 100 000 millones.
La plataforma de cofinanciamiento de los bancos multilaterales de desarrollo ha generado una cartera de 175 proyectos, 22 de los cuales ya están siendo financiados, con un valor de USD 23 000 millones.
Establecimos un marco de confianza mutua total con el Banco Asiático de Desarrollo que redujo la duplicación de procesos para los clientes, y buscamos hacer lo mismo con otros asociados.
Por último, estamos elaborando la estrategia IFC2030 para mejorar la movilización de capital privado.
Estas reformas constituyen la base.
La misión es crear empleo.
La mayoría de los puestos de trabajo —casi el 90 %— provienen, en última instancia, del sector privado. Pero no todos nacen ahí.
Los países avanzan en una progresión.
Al principio, el sector público impulsa la creación de empleo.
Con el tiempo, el capital privado y los emprendedores toman la iniciativa.
Pero el sector privado —ya sea grande o pequeño, local o internacional— no puede hacerlo solo.
Los emprendedores necesitan las condiciones adecuadas para poner en marcha su negocio, crecer y contratar personal.
Esas condiciones no surgen espontáneamente.
Y aquí es donde el Grupo Banco Mundial aporta algo singular gracias a su estrategia de tres pilares.
Primero, los Gobiernos encabezan las actividades, a menudo con aportes del sector privado, para desarrollar la infraestructura humana y física que sirve de base a las oportunidades: caminos, puertos, electricidad, educación, digitalización y atención de la salud. Las instituciones del Grupo Banco Mundial que trabajan con el sector público —el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento [BIRF] y la Asociación Internacional de Fomento [AIF]— financian estas inversiones y ayudan a los países a utilizar los recursos de manera eficaz y a establecer alianzas públicoprivadas.
Segundo, se genera un entorno empresarial con reglas claras, igualdad de condiciones y una gestión económica sólida. Eso significa derechos sobre la tierra bien establecidos, impuestos predecibles e instituciones transparentes, además de una gestión responsable de la deuda y políticas cambiarias aceptables. Junto con el Fondo Monetario Internacional (FMI) respaldamos estas reformas a través de nuestro Banco de Conocimientos, utilizando instrumentos normativos y financiamiento basado en el desempeño.
Tercero, una vez establecidos los elementos esenciales, ayudamos al sector privado a crecer y recompensamos a quienes asumen riesgos a través de la Corporación Financiera Internacional (IFC) y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA), proporcionándoles fondos, capital accionario, garantías y seguros contra riesgos políticos, con el respaldo del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI).
Esta secuencia —bases, políticas, capital— es la forma en que traducimos las aspiraciones en empleos. Es la forma en que pasamos del potencial a los puestos de trabajo reales.
Hemos identificado cinco sectores con buenas perspectivas para crear empleo: infraestructura y energía, agroindustria, atención de la salud, turismo y manufacturas de valor agregado, incluidos los minerales esenciales.
Estos sectores no dependen de la ayuda. Son motores del crecimiento, capaces de generar puestos de trabajo relevantes a nivel local sin desplazarlos de las economías desarrolladas.
Y contribuyen a conformar la clase media que alimentará la demanda mundial del mañana, en la que se incluyen bienes y servicios provenientes de los mercados desarrollados.
En los últimos dos años, hemos puesto en marcha un conjunto de iniciativas estratégicas en muchos de estos sectores. No son planes aislados. Se refuerzan mutuamente y reúnen a todas las instituciones del Grupo Banco Mundial, junto con sus asociados. Porque para lograr resultados a gran escala será necesario que todos trabajemos en conjunto.
Nuestra estrategia referida a la energía eléctrica se centra en la accesibilidad, la asequibilidad y la confiabilidad, al tiempo que busca lograr una gestión responsable de las emisiones. Impulsa la Misión 300, la iniciativa que hemos establecido con el objeto de dar acceso a la electricidad a 300 millones de africanos para 2030. Aquí los países tienen flexibilidad para elegir lo que mejor se adapte a sus necesidades y contextos, ya sea modernizar las redes de electricidad o instalar sistemas de energía solar, eólica, hidroeléctrica, de gas o geotérmica. Pero también hemos comenzado a trabajar —en asociación con el Organismo Internacional de Energía Atómica— para ofrecer apoyo a la energía nuclear por primera vez en décadas. El objetivo es contar con energía suficiente para impulsar la productividad de las personas y las empresas.
Por otro lado, nos hemos fijado la meta de contribuir a brindar atención de la salud a 1500 millones de personas. En diciembre, convocaremos a Gobiernos, inversionistas e innovadores a una cumbre que se celebrará en Tokio para dar impulso a este programa. Indonesia ya ha tomado la delantera: se ha comprometido a brindar a cada ciudadano la posibilidad de realizar un control médico anual el día de su cumpleaños, un enfoque que podría reconfigurar el futuro de la atención médica de 300 millones de personas.
A través de AgriConnect, ayudamos a los pequeños agricultores a pasar de la subsistencia al superávit. Buscamos crear un ecosistema en torno a las cooperativas que integre el financiamiento para los agricultores y las pymes, vincule a los productores con los mercados y aproveche las herramientas digitales, como la inteligencia artificial de pequeña escala. Para esto, hemos prometido duplicar nuestro financiamiento, de modo de alcanzar los USD 9000 millones anuales, y movilizar otros USD 5000 millones.
También estamos ultimando una estrategia sobre minerales y minería a fin de ayudar a los países a ir más allá de la extracción para encarar el procesamiento y la manufactura regional, con el propósito de generar más valor y más puestos de trabajo en el ámbito local. Esperamos dar a conocer esta estrategia en los próximos meses.
Ahora bien, ¿cómo hacemos realidad todo esto?
Comenzamos por elaborar un único marco de alianza con los países que abarca a todas las instituciones del Grupo Banco Mundial y que se elabora junto con los dirigentes de cada país y nuestros expertos en los diversos temas.
Este marco constituye un plan estratégico a largo plazo que reúne todas las capacidades de la AIF, el BIRF, IFC, MIGA y el CIADI en torno a un conjunto específico de prioridades, establecidas en función de las necesidades y aspiraciones propias de cada país.
En un caso, podría centrarse en el desarrollo de las cadenas de valor de la minería de extremo a extremo... en otro país, en el turismo basado en la naturaleza y la cultura... tal vez en sistemas de salud más sólidos que sirvan para curar a la población y empleen personal... o en ecosistemas agroindustriales que hagan prosperar a los pequeños agricultores.
El camino es específico de cada caso, pero las bases son compartidas:
desarrollar infraestructura,
establecer reglas claras y predecibles,
y respaldar la inversión privada.
Para alcanzar mayor escala —y liberar nuestro balance general a fin de destinarlo a los desafíos más difíciles— debemos desbloquear todo el poder del sector privado.
Por tal motivo, eliminamos los obstáculos a la inversión y creamos las condiciones para que el capital privado pueda generar un impacto en el desarrollo.
Estamos avanzando en el camino diseñado por el Laboratorio para la Inversión del Sector Privado, aplicando herramientas y soluciones prácticas en toda la institución, por ejemplo:
Claridad regulatoria: implementada por primera vez en la Misión 300, pero ya hay otras aplicaciones en curso. Nuestro Banco de Conocimientos, ahora rediseñado, llevará adelante esta labor.
Garantías: ahora administradas de manera centralizada por MIGA. Crecen a buen ritmo, y nos proponemos triplicar las operaciones para 2030.
Soluciones cambiarias: junto con el FMI, estamos desarrollando mercados de capital locales en 20 países. IFC, por su parte, ha logrado otorgar un tercio de sus préstamos en moneda local, y tiene la meta de llegar al 40 % para 2030.
Capital subordinado: pusimos en marcha el Fondo de Oportunidades de Frontera, que ha sido financiado inicialmente con ingresos netos de IFC, pero necesita contribuciones adicionales de entidades filantrópicas y de los Gobiernos.
Y quizás el instrumento más transformador: un modelo de originación y distribución que permite agrupar diversos activos en productos financieramente viables para atraer capital institucional a gran escala hacia los mercados emergentes. Este es un esfuerzo liderado por el ex director ejecutivo de Standard & Poor’s, Doug Peterson.
Hace apenas unas semanas completamos nuestra primera transacción: convertimos préstamos de IFC por valor de USD 510 millones en títulos con calificación crediticia que tuvieron fuerte demanda. El próximo desafío reside en la oferta, por lo que estamos armando una cartera sólida para todo el Banco y tenemos previsto trabajar también con otras entidades.
Cada uno de estos pasos reduce el riesgo, promueve la confianza y contribuye a tender puentes con el sector privado.
Pero el capital no vendrá si primero no se cuenta con una base sólida.
Por eso trabajamos para generar un desarrollo adecuado: resiliente, sólido desde el punto de vista fiscal, basado en la confianza y duradero, es decir, un desarrollo inteligente.
En la actualidad, muchos países tratan de crecer, crear empleo y sacar a su población de la pobreza al tiempo que enfrentan sequías, tormentas e inundaciones, a menudo sobre un terreno fiscal inestable, erosionado por la deuda, debilitado por la corrupción o carente de los recursos que se necesitan para avanzar.
El desarrollo inteligente implica generar resiliencia física y solidez institucional.
Eso es lo que piden nuestros clientes. Y esa demanda está reconfigurando nuestro trabajo.
Se puede ver este cambio en los números. El ejercicio pasado, según la metodología compartida por los bancos multilaterales de desarrollo, el 48 % de nuestro financiamiento produjo cobeneficios climáticos, cifra que superó nuestras propias expectativas.
Dentro de ese valor, las iniciativas referidas a la resiliencia representaron el 43 % de la cartera del sector público, mientras que hace solo dos años equivalía a un tercio.
Quisiera dedicar un momento a explicar esta fórmula de cobeneficios y por qué la demanda de los clientes está impulsando estos resultados.
Cuando construimos un camino que conecta a un fabricante de productos farmacéuticos con un mercado, si el camino es de calidad y puede resistir inundaciones, de modo que no sea necesario reconstruirlo, eso se cuenta. Cuando construimos una escuela o un centro de capacitación con aislación y techos reflectantes para que el calor o el frío extremos no afecten el aprendizaje, eso se cuenta. Cuando ayudamos a un agricultor a acceder a semillas resistentes a la sequía y sistemas de riego por goteo que aumentan el rendimiento de los cultivos y las ganancias, y brindan protección contra los períodos de sequía, eso se cuenta. Y si construimos un corredor para transportar mercancías en tren en lugar de en camión, de modo que el traslado sea más rápido y más barato, eso se cuenta.
El desarrollo inteligente es desarrollo duradero.
La misma demanda está reconfigurando nuestro trabajo en el área de las instituciones y las finanzas públicas. Cada vez son más los países que solicitan asistencia para fortalecer sus sistemas básicos, y nosotros estamos innovando:
Hemos diseñado una nueva versión de los exámenes de las finanzas públicas para ayudar a los Gobiernos a redirigir el gasto hacia prioridades de alto impacto. Ya se han completado 14 exámenes y se prevé llevar a cabo otros 22 próximamente.
Ayudamos a gestionar los riesgos de liquidez antes de que se intensifiquen. Los flujos netos de la AIF alcanzaron los USD 21 000 millones en el último ejercicio, mientras que hace tres años ascendían a USD 12 000 millones.
Implementamos herramientas de canje de deuda por desarrollo a fin de aliviar la carga del endeudamiento y liberar recursos. Comenzamos con Côte d’Ivoire, ahora tenemos nueve transacciones similares en tramitación y queremos hacer más.
Y estamos trabajando en estrecha colaboración con asociados como el FMI para acelerar la reestructuración de la deuda en virtud del Marco Común del Grupo de los Veinte (G-20), al tiempo que buscamos avanzar con reformas referidas a los ingresos internos, incrementar el financiamiento y respaldar la gestión de pasivos. Asimismo, buscamos brindar mayor transparencia ampliando el Sistema de Notificación de la Deuda a todos los países del G-20, para dar a todas las partes mayor claridad y confianza.
Y a medida que crece el interés en los instrumentos que generan confianza, nosotros respondemos:
Ayudamos a los Gobiernos a combatir la corrupción con herramientas basadas en datos, sistemas digitales de identificación vinculados a los activos, mejor detección de fraudes y aplicaciones de inteligencia artificial que conectan datos tributarios, sobre propiedades e identidad. En la última década, brindamos apoyo a 120 Gobiernos en esta área y actualmente trabajamos con otros 26 para combatir la corrupción y los flujos financieros ilícitos.
Y dado que incluso los mejores sistemas necesitan administradores capaces, nuestra Academia de Conocimientos prepara a los funcionarios públicos para que puedan dirigir las reformas. Más de 200 funcionarios de alto rango ya han completado cursos de capacitación, y pronto se pondrán en marcha seis nuevos programas.
Estamos empezando a ver lo que se puede lograr.
En apenas dos años, nuestro financiamiento anual aumentó de USD 107 000 millones a USD 119 000 millones.
El capital privado movilizado pasó de USD 47 000 millones a USD 67 000 millones.
Los compromisos totales, incluida la movilización de capital privado, alcanzaron los USD 186 000 millones.
Y recaudamos otros USD 79 000 millones de inversionistas privados mediante la emisión de bonos.
Semejante escala se está traduciendo en un impacto real.
Desde que comenzó a aplicarse el nuevo Sistema de Calificación Institucional del Grupo Banco Mundial en 2024, con nuestra asistencia:
20 millones de agricultores lograron acceder a tecnologías, insumos y mercados;
60 millones de personas se conectaron al suministro eléctrico;
70 millones de personas reciben educación o desarrollan habilidades;
y 300 millones de personas reciben servicios de salud y nutrición de calidad.
Estas no son solo cifras más altas, sino que también reflejan un enfoque más preciso y un cambio de mentalidad.
Es una mentalidad que no aborda el desarrollo como un acto de caridad, sino como estrategia. Y que no considera al empleo como un efecto secundario, sino como el resultado de un desarrollo bien implementado.
Porque cuando nos centramos en el empleo, no estamos dando la espalda a la atención médica, la infraestructura, la educación o la energía, sino que estamos redoblando los esfuerzos en todas esas áreas.
Un empleo es lo que sucede cuando una escuela conduce a la capacitación, cuando un camino conduce a un mercado, cuando una clínica permite que una persona se mantenga sana y pueda trabajar, cuando la energía impulsa una empresa.
Así es como confluyen nuestros esfuerzos. Así es como transformamos las inversiones en impacto.
Y así es como generamos lo que la gente más quiere, más necesita y más merece:
Un empleo, una oportunidad, un futuro, y dignidad.