América Latina y el Caribe enfrenta una nueva realidad climática: temperaturas en aumento, olas de calor más frecuentes y récords históricos. El número de días extremadamente calurosos, aquellos que superan el percentil 95, van en aumento. Este cambio ya está teniendo consecuencias, la mortalidad asociada al calor creció 140% en dos décadas, y solo en 2023 se estima que 48.000 adultos mayores murieron prematuramente por causas relacionadas con el calor.
El informe “Inhabitable: Enfrentando el Calor Urbano Extremo en América Latina y el Caribe” del Banco Mundial advierte que el cambio climático, sumado al efecto isla de calor urbano, está intensificando el riesgo térmico en una región altamente urbanizada —con 82% de su población viviendo en ciudades para 2025— y donde millones de personas habitan viviendas precarias sin condiciones adecuadas para mantenerse frescas.
Este reporte analiza las proyecciones de aumento de temperatura, sus impactos sobre la salud, la infraestructura y las economías urbanas, y propone medidas urgentes para mitigar los efectos del calor, proteger a los más vulnerables y fortalecer la resiliencia climática de las ciudades de la región.
Principales hallazgos:
- Las ciudades de la región son cada vez más calurosas. Las temperaturas están subiendo en todas las zonas climáticas y se proyecta que las máximas diarias en las zonas urbanas aumenten entre y entre 2,3 y 2,7 °C hacia finales de siglo. Regiones como el Caribe y la cuenca amazónica serán las más afectadas por este aumento.
- El calor urbano es mortal y desigual. Causa decenas de miles de muertes cada año y afecta de manera desproporcionada a las personas mayores y a los grupos más vulnerables. Los hogares de bajos ingresos son los más expuestos, viviendo en barrios con poca vegetación, viviendas de baja calidad y opciones de transporte limitadas al caminar o al transporte público.
- La infraestructura y los servicios no están preparados: las redes eléctricas, los sistemas de transporte, las viviendas y las escuelas no están diseñados para resistir el calor extremo, lo que genera apagones, fallas en los servicios, pérdida de aprendizaje y malestar térmico generalizado.
- El calor urbano amenaza la prosperidad: el calor extremo reduce la productividad laboral, aumenta los costos de salud y ya está frenando la actividad económica en muchas ciudades, con pérdidas proyectadas del PIB en los principales centros urbanos que podrían alcanzar el 5 % o más en las próximas décadas.
Manos a la obra:
- Las soluciones existen y las ciudades están avanzando: muchas ya están invirtiendo en resiliencia frente al calor, desde la ampliación de áreas verdes hasta la adaptación de viviendas. Escalar estos esfuerzos puede salvar vidas, proteger las economías y generar nuevas oportunidades de empleo digno.
- El trabajo debe ser parte de la solución: hasta un 70 % de los trabajadores en América Latina y el Caribe están expuestos al calor extremo. Fortalecer las normas de salud y seguridad ocupacional, los sistemas de protección social adaptativa y las alertas tempranas basadas en impactos puede salvar vidas, proteger ingresos y asegurar que las inversiones en resiliencia generen empleos de calidad.
- Diseñar espacios urbanos más frescos: ampliar la cobertura arbórea, los corredores sombreados y los parques; adaptar edificios con techos verdes o reflectantes; y aplicar diseños pasivos que mejoren la ventilación y reduzcan el calor interior.
- Fortalecer los servicios públicos y la vivienda resilientes: modernizar las redes eléctricas, los sistemas de agua, las escuelas, el transporte y la vivienda asequible para que soporten olas de calor prolongadas, garantizando servicios continuos y condiciones de vida seguras.