América Latina se ha convertido en la región más golpeada por la pandemia de COVID-19. La crisis económica generada por el brote llega después de varios años de un débil desempeño, con un bajo crecimiento promedio y progreso limitado en los indicadores sociales, y tras un periodo de agitación social que sacudió a algunos países a finales de 2019.
Pese a que la gran mayoría de los países tomaron medidas para evitar los contagios, la enfermedad sigue propagándose con rapidez, y el impacto se ha dejado sentir en varios aspectos, desde una caída de la demanda externa y creciente incertidumbre, hasta el colapso del turismo provocado por el cierre de los negocios y las restricciones de circulación para tratar de contener los contagios.
Las tasas de desempleo han subido, en algunos casos drásticamente, en toda la región. Sondeos realizados en varios países revelan que el impacto de la crisis no solo es severo, sino que puede, potencialmente, extenderse en el tiempo.
Debido a las diversas perturbaciones internas y externas derivadas de la pandemia, en 2020 la actividad económica regional sufrirá una contracción del 7,9 %, lo que constituirá una recesión mucho más profunda que las causadas por la crisis financiera mundial de 2008-09 y la crisis de la deuda latinoamericana de la década de 1980.
Sin embargo, existen razones para moderar los pronósticos más pesimistas. El panorama internacional se presenta más favorable a lo que se preveía al inicio de la pandemia en marzo, especialmente en materia de comercio, remesas y finanzas, cuyas cifras no han sido tan malas como se anticipó inicialmente. Otra circunstancia atenuante, en el caso de América Latina y el Caribe, es la notable magnitud de los paquetes de estímulo adoptados por varios gobiernos. Cinco de los diez programas de transferencias sociales con mayor cobertura de población en el mundo en desarrollo se encuentran en la región.
Es por ello que hay razones positivas de un rebote en 2021, cuando la normalización de las condiciones internas y mundiales hacen pronosticar una recuperación de la economía regional en un 4,0 %.
Pero los desafíos siguen siendo numerosos. Los países de América Latina y el Caribe no tienen el espacio fiscal del que gozan las economías avanzadas para hacer frente a la crisis. Algunos ya afrontaban dificultades antes del brote de la COVID-19. Las economías de la región también se caracterizan por mayores niveles de informalidad, lo que hace que sea mucho más difícil llegar hasta empresas y hogares por medio de mecanismos como el aplazamiento del pago de impuestos y las subvenciones salariales. Con recursos limitados e instrumentos condicionados, un diseño adecuado a la respuesta política adquiere una relevancia crucial.
Más de seis meses después de la pandemia, las esperanzas de un regreso completo a la normalidad están puestas en las vacunas. La escala del esfuerzo mundial para apoyar la investigación de vanguardia y financiar la capacidad de producción no tiene precedentes. Sin embargo, puede tomar tiempo el desarrollo de vacunas eficaces contra la COVID-19, que se produzcan en cantidades suficientemente grandes, que estén disponibles a nivel local en los países en desarrollo y que la población las considere suficientemente seguras. Dados estos desafíos, es posible que los países de América Latina y el Caribe no tengan más remedio que vivir con el virus, tal vez durante varios años más.
Muchos países de la región han relajado gradualmente las cuarentenas y los cierres, ya sea a través de decisiones políticas explícitas o porque las estrictas medidas de contención son cada vez más difíciles de hacer cumplir. A estas alturas, es posible que los gobiernos deban concentrarse en proteger a los más vulnerables mientras ajustan los estándares de salud y seguridad en todos los sectores y actividades, de modo que la probabilidad de contagio permanezca baja mientras la vida continúa.
La escolarización es una de las actividades que merece más atención. El aprendizaje a distancia, incluso si es factible, es poco probable que proporcione el mismo conocimiento que la enseñanza presencial. Para muchos niños de los segmentos más pobres de la sociedad, puede que simplemente no sea una opción. Si las medidas de contención continúan afectando al sector educativo durante demasiado tiempo, es posible que muchos niños nunca regresen a la escuela y entren en su vida laboral antes de lo previsto. E incluso aquellos que regresen habrán perdido meses o incluso años de educación, lo que socavará sus ingresos futuros y sus perspectivas de movilidad social.
Dada la naturaleza sin precedentes de la epidemia de COVID-19, los pronósticos de desempeño económico en 2020 deben interpretarse con gran precaución. Sin embargo, los tipos de respuestas de política necesarias para reavivar la actividad económica son muy diferentes en una recesión aguda pero temporal comparado con una recesión importante y duradera. Evaluar correctamente la situación es fundamental para operar bajo supuestos comunes sobre la amplitud y la profundidad de la crisis, para informar las decisiones políticas y para lograr un consenso sobre ellas entre la opinión pública y las partes interesadas.
En este sentido el Grupo del Banco Mundial está tomando medidas amplias y firmes para ayudar a los países en desarrollo a fortalecer su respuesta ante la pandemia, mejorar la vigilancia sanitaria y las intervenciones de salud pública, y ayudar al sector privado a mantener sus operaciones y los puestos de trabajo.
Asimismo, América Latina y el Caribe está sumamente expuesta y es muy vulnerable a varios desastres naturales, como los terremotos e inundaciones, que pueden devastar regiones enteras, o los huracanes que azotan los estados caribeños. La región es una de las más vulnerables debido a la elevada densidad poblacional de las áreas donde golpean estos desastres y a la necesidad de mejorar las prácticas de gestión de riesgos. Por suerte, estamos mejorando en términos de comprender y gestionar estos riesgos. Entre los ejemplos respaldados por el Banco Mundial están los bonos catastróficos para terremotos de la Alianza del Pacífico. Así mismo, la distribución de riesgos entre países, a través de instrumentos como el Mecanismo de Seguro contra Riesgos Catastróficos del Caribe (CCRIF), puede proporcionar fondos de fácil acceso para la recuperación, luego de que un país miembro se vea afectado por un huracán.
Última actualización: Oct 09, 2020