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El concepto de cobertura sanitaria universal (CSU) implica garantizar que las personas accedan a los servicios médicos que necesitan sin que esto les genere dificultades financieras. Es un elemento clave para lograr los objetivos del Grupo Banco Mundial (GBM) de poner fin a la pobreza extrema e incrementar la equidad y la prosperidad compartida, y como tal es el motor que impulsa todas las inversiones que la institución destina a los sectores de salud y nutrición.

La CSU permite a los países aprovechar al máximo su principal activo: el capital humano. El apoyo a la salud constituye una inversión fundamental en el capital humano y el crecimiento económico: si no gozan de buena salud, los niños no pueden asistir a la escuela y los adultos no pueden ir a trabajar. Este sector es uno de los más importantes de la economía mundial y representa 50 millones de puestos de trabajo, la mayoría de ellos ocupados por mujeres.

Movimiento mundial hacia la CSU

La salud también es un elemento esencial de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por ejemplo, con la meta 3.8 se busca “lograr la cobertura sanitaria universal, en particular la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas seguros, eficaces, asequibles y de calidad para todos”. Asimismo, el ODS 1, en el que se insta a "poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo", podría verse comprometido si no se alcanzara la CSU, ya que cada año casi 90 millones de personas se empobrecen como consecuencia de los gastos en salud.

El acceso a una atención primaria asequible y de calidad es la piedra angular de la CSU, pero en todo el mundo aún hay muchas personas que tienen dificultades para satisfacer sus necesidades básicas en esta área. La salud mental, a menudo desestimada, también constituye un componente importante de la CSU, ya que es fundamental para que las personas puedan llevar una vida productiva.

En los últimos años, el movimiento en favor de la CSU ha cobrado impulso en todo el mundo, y en septiembre de 2019 se celebró la primera Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre este tema. Los Estados miembros aprobaron por unanimidad una declaración política (PDF) en la que afirmaban su compromiso con la CSU y esbozaban una serie de medidas necesarias. Por otro lado, 12 signatarios, entre los que figuraba el GBM, pusieron en marcha el Plan de Acción Mundial a favor de una Vida Sana y Bienestar para Todos (i), con el que se busca apoyar conjuntamente a los países para que puedan cumplir las metas del ODS 3. En enero de 2020 se celebró en Bangkok el segundo Foro sobre la CSU, con el objetivo de intensificar el impulso político en los ámbitos internacionales.

Brindar atención primaria asequible y de calidad

Los servicios de salud asequibles y de calidad que se brindan a la comunidad, en particular a las mujeres, los niños, los adolescentes y las personas afectadas por problemas de salud mental, representan una inversión a largo plazo en el capital humano.

Los servicios de atención primaria de la salud son un elemento fundamental de la CSU; sin embargo, en diversas investigaciones se advierte que, si se mantienen las tendencias actuales, en 2030 todavía habrá unos 5000 millones de personas sin acceso a la atención médica. La mortalidad materna e infantil sigue siendo elevada en diversos lugares del mundo. Más de una cuarta parte de las niñas y las mujeres de África subsahariana no pueden acceder a los servicios de planificación familiar, lo que da lugar a embarazos no previstos e incrementa la mortalidad y morbilidad materna, neonatal e infantil. En 2015, el GBM y sus asociados establecieron el Mecanismo Mundial de Financiamiento (i), iniciativa de múltiples partes interesadas que busca ayudar a los países a mejorar los servicios de salud maternoinfantil y adolescente.

Muchos países que registran un rápido crecimiento demográfico tienen una población joven que podría impulsar la expansión económica y reducir la pobreza. Pero para hacer realidad los beneficios de este dividendo demográfico, deben invertir en la salud y el bienestar de sus habitantes de modo de desarrollar el capital humano e impulsar el crecimiento inclusivo.

Para lograr la CSU es crucial mejorar la salud reproductiva, materna, neonatal, infantil y adolescente, y abordar los trastornos de salud mental. Aún persisten grandes desafíos, como los siguientes:

·       Mortalidad materna: La mayoría de las muertes maternas se producen en regiones en desarrollo. En los países menos adelantados, el riesgo de muerte materna a lo largo de la vida de las mujeres es en promedio de 1 cada 56, mientras que, en países de ingreso alto como Australia o Nueva Zelandia, la relación es 1 en 7800. En África subsahariana —región que por sí sola representa 2 de cada 3 muertes maternas (el 66 %)—, el riesgo es de 1 cada 37. Otro 20 % de las muertes maternas corresponde a Asia meridional. La mayoría de estas muertes pueden prevenirse si las embarazadas acceden oportunamente a la atención médica que necesitan.

·       Mortalidad infantil: Las cifras de mortalidad entre los niños menores de 5 años se han reducido a menos de la mitad entre 1990 y 2018, período en el que pasaron de 12,5 millones a 5,2 millones, según un informe publicado en 2020 conjuntamente por el GBM, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) (PDF, en inglés). Sin embargo, las posibilidades de supervivencia de un niño todavía dependen del lugar donde nace: en todo el mundo, aún mueren 15 000 niños menores de 5 años cada día. En África subsahariana, 1 de cada 13 niños muere antes de cumplir 5 años, mientras que, en los países de ingreso alto, la proporción es de 1 cada 199. El GBM, la OMS y Unicef también colaboraron en otro trabajo publicado en 2020, en el que se puso de relieve la muerte prenatal (PDF, en inglés), un tema que continúa en gran medida desatendido. Cada año nacen muertos 2 millones de bebés en todo el mundo; el ritmo de la reducción de estas cifras no ha acompañado el de la disminución de la mortalidad de menores de 5 años. En el año 2000, la relación entre muerte prenatal y muerte de menores de 5 años fue de 0,30; para 2019, había subido a 0,38 en todo el mundo. En África subsahariana, la cantidad de mortinatos aumentó de 0,77 millones en 2000 a 0,82 millones en 2019.

·       Fertilidad elevada: En todo el mundo, hoy en día las mujeres dan a luz a menos niños que hace 30 años. Sin embargo, aún hay un puñado de países con tasas de fertilidad persistentemente altas, como Níger (7,0), Malí (6,0) o la República Democrática del Congo (6,0). En otros países con menor fertilidad, como Etiopía, la tasa varía según las diferentes regiones. Va desde 1,7 en Addis Abeba, la capital, a 6,4 en Somali, un estado regional. Los países con tasas de fertilidad persistentemente elevadas a menudo registran también una fuerte carga de mortalidad materna, neonatal e infantil.

·       Fertilidad adolescente: En los países con tasas de fertilidad elevadas, se incrementa la cantidad de adolescentes que dan a luz. En África subsahariana, la tasa de fecundidad de las adolescentes es de 102 nacimientos por cada 1000 niñas. Las madres menores de edad son más propensas a sufrir complicaciones, como el parto obstruido y la eclampsia, lo que aumenta a su vez el riesgo de muerte. Además, es más probable que los hijos de estas madres tengan bajo peso al nacer, mala salud, retraso del crecimiento y otros problemas nutricionales serios.

·       Trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias: Estos trastornos habituales y sumamente incapacitantes se asocian con un nivel significativo de mortalidad prematura y suponen un costo humano, social y económico. Cada 40 segundos, en algún lugar del mundo una persona se suicida.

Para lograr plenamente el objetivo de la cobertura sanitaria universal y mejorar los resultados en el área del capital humano en todo el mundo, los programas de salud mental deben estar integrados en los servicios que se brindan a las comunidades y cubiertos mediante acuerdos de protección financiera. Diversas estimaciones sugieren que casi 1000 millones de personas padecen algún trastorno mental (i). En los países de ingreso bajo, más del 75 % de las personas que los sufren no reciben tratamiento. Aproximadamente la mitad de todos los trastornos de salud mental aparece antes de los 14 años (i), y alrededor del 20 % de los niños y adolescentes de todo el mundo sufre de algún tipo de trastorno mental (i). En los países afectados por fragilidad, conflicto y violencia, más de 1 de cada 5 personas (el 22,1 %) (i) padecen problemas de salud mental. Las mujeres y los niños que han sufrido violencia, los soldados que regresan de la guerra, los migrantes y refugiados desplazados a causa de conflictos, los pobres y otros grupos vulnerables de la sociedad se ven afectados de manera desproporcionada. Adicionalmente, la pandemia de COVID-19 (i) ha provocado un aumento global de los trastornos de salud mental debido a varios factores, entre los que figuran la ansiedad, el confinamiento y la pérdida de empleo, y a la vez ha interrumpido, o incluso frenado, la prestación de servicios cruciales de salud mental en el 93 % de los países de todo el mundo.

Dado que los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias se inician a una edad temprana —a menudo en la infancia o en los primeros años de la adolescencia— y tienen elevada prevalencia en la población en edad laboral, generan pérdidas en la producción económica cuyo valor se estima entre los USD 2,5 billones y los USD 8,5 billones a nivel mundial, cifras que, según las proyecciones, aumentarán a casi el doble para 2030.

Movilización de recursos en favor de la CSU

En junio de 2019, Japón, que ocupaba en ese momento la Presidencia del Grupo de los Veinte (G‑20) organizó la primera reunión conjunta de ministros de Finanzas y Salud. El propósito de estos debates era impulsar a los Estados miembros hacia el objetivo común de financiar la CSU en los países en desarrollo. Las conversaciones se basaron en un informe del Banco Mundial en el que se indica que, para acceder a los servicios de salud, las personas de dichos países gastan de su propio bolsillo medio billón de dólares al año (esto es, más de USD 80 por persona). Tales gastos golpean más duramente a los pobres y ponen en peligro los avances logrados a lo largo de décadas en el área de la salud.

Una investigación realizada por el Banco Mundial y la OMS en 2019 muestra que, si se pretende subsanar las notorias deficiencias de la cobertura sanitaria en el mundo y cumplir con las metas de salud acordadas en los ODS, los países deben aumentar el gasto que destinan a la atención primaria en al menos un 1 % de su producto interno bruto (PIB). La falta de acceso universal a servicios de salud asequibles y de calidad pone en peligro las perspectivas económicas a largo plazo de los países y los hace más vulnerables a los riesgos de pandemia.

Si no se ponen en marcha medidas urgentes, los países en desarrollo donde la población envejece y aumenta la carga de las enfermedades no transmisibles tendrán cada vez más dificultades para cerrar la brecha entre la demanda de gasto en salud y los recursos públicos disponibles, y prolongarán la necesidad de los pacientes y sus familias de recurrir a los gastos de bolsillo.

Última actualización: May 19, 2021