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Panorama general

La educación es un derecho humano, un importante motor del desarrollo y uno de los instrumentos más eficaces para reducir la pobreza y mejorar la salud, y lograr la igualdad de género, la paz y la estabilidad. Además, genera grandes y constantes beneficios en términos de ingreso y es el factor más importante para garantizar la igualdad y la inclusión.

En el caso de las personas, promueve el empleo, los ingresos, la salud y la reducción de la pobreza. A nivel mundial, los ingresos por hora aumentan un 9 % por cada año adicional de escolarización (i). En el caso de las sociedades, contribuye al desarrollo económico a largo plazo, promueve la innovación, fortalece las instituciones y fomenta la cohesión social. Además, la educación es un poderoso catalizador de la acción climática a través de un cambio generalizado de comportamiento y la capacitación para las transiciones verdes.

Los países en desarrollo han conseguido enormes avances en materia de asistencia a clase, y la cantidad de niños escolarizados ha aumentado en todo el mundo. No obstante, tal como se pone de relieve en el Informe sobre el desarrollo mundial 2018 (i), el aprendizaje no está garantizado.

Realizar inversiones inteligentes y eficaces en la educación de las personas resulta imprescindible para desarrollar el capital humano con el que se pondrá fin a la pobreza extrema. Esta estrategia se centra primordialmente en la necesidad de abordar la crisis del aprendizaje, poner fin a la pobreza de aprendizajes (i) y ayudar a los jóvenes a adquirir las habilidades cognitivas, socioemocionales, técnicas y digitales avanzadas que necesitan para prosperar en el mundo actual.

En los países de ingreso bajo y mediano, la proporción de niños que viven en situación de pobreza de aprendizajes (i) (esto es, la proporción de niños de 10 años que no pueden leer ni comprender un texto breve apropiado para su edad) aumentó del 57 % antes de la pandemia a aproximadamente el 70 % en 2022.

Por lo tanto, hay una crisis del aprendizaje. Más de 70 millones de personas más cayeron en la pobreza durante la pandemia de COVID-19, 1000 millones de niños perdieron un año de escolaridad y, tres años después, las pérdidas de aprendizaje sufridas no se han recuperado (i). Si los niños no pueden comprender un texto a los 10 años, es poco probable que lleguen a leer con fluidez, no prosperarán más adelante en la escuela y no podrán impulsar sus carreras profesionales y las economías de sus países una vez que finalicen la escuela.

Se proyecta que los efectos de la pandemia serán duraderos. Análisis ya han revelado profundas pérdidas, con un descenso de las puntuaciones de lectura internacionales de más de un año de escolarización entre 2016 y 2021. Estas pérdidas pueden traducirse en un crecimiento de 0,68 puntos porcentuales del crecimiento del PIB mundial. Los impactos descomunales del cierre de escuelas van más allá del aprendizaje. Esta generación de niños podría perder un monto total combinado de USD 21 billones en ingresos a lo largo de la vida en valor actual, o el equivalente al 17 % del producto interno bruto (PIB) de hoy; esto constituye un marcado aumento respecto de los USD 17 billones de pérdida estimados en 2021.

Se necesita actuar con urgencia: seguir como hasta ahora no será suficiente para borrar las secuelas de la pandemia ni para acelerar los avances en la medida que exigen las aspiraciones del ODS 4. El Grupo Banco Mundial insta a los Gobiernos a implementar programas de aceleración del aprendizaje ambiciosos y enérgicos, para que los niños vuelvan a la escuela, se recobre el aprendizaje perdido y se aceleren los avances; para esto, los sistemas educativos deberán ser más equitativos, resilientes y de mejor calidad.

Última actualización: Mar 25, 2024

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