2. El desempleo en Latinoamérica es uno de los más bajos del mundo, aunque los jóvenes tienen más dificultades para encontrar trabajo.
Con un promedio del 6,5%, el desempleo en América Latina descendió prácticamente a mínimos históricos, en contraste con las tasas de los países ricos. En la última década se crearon 35 millones de puestos de trabajo adicionales, a medida que la escolaridad promedio aumentaba de 5 a 8 años y la participación de las mujeres en la fuerza laboral se incrementaba sistemáticamente.
De todas formas, la situación entre los jóvenes no es tan alentadora: el desempleo entre las personas de 15 a 29 años es del 13,7%, según la Organización Internacional del Trabajo.
3. La educación superior en Latinoamérica no brilla en la escena académica global, sin embargo las tasas de escolaridad de la región están al nivel de la OECD.
Las tasas de escolarización en la región son similares a la de las regiones desarrolladas, con un 97% de los niños de 7 a 12 años que van al colegio, y más del 83% de los adolescentes de 13 a 17 años que asisten a la escuela secundaria, de acuerdo a cifras del año pasado. Pero ninguna universidad latinoamericana figura entre las 100 mejores del mundo, según la mayoría de ránkings.
La falta de calidad en la enseñanza puede explicar el rezago que afronta Latinoamérica a la hora de adaptar sus talentos a las demandas de mercado global competitivo, según expertos del Banco Mundial. Por ejemplo, la región tiene un déficit histórico de ingenieros, que data desde inicios del siglo pasado.
4. Pese a los obstáculos educativos, Latinoamérica sigue siendo una región de oportunidades para hacer negocio y crear negocios.
A pesar de que los niveles de emprendedurismo son altos, la falta de innovación hace que las empresas locales sean menos competitivas que sus pares en otras regiones del mundo.
Una de las causas de este déficit de innovación se puede encontrar en las universidades. La región no tiene tradición científica, y eso ha provocado que además del déficit de ingenieros haya pocos profesionales científicos, justamente los que más pueden impulsar la innovación y la competitividad tanto de las empresas como de los países. La inversión en Investigación y Desarrollo I+D en América Latina es tres veces menor que en la Unión Europea.
De todas formas, el talento y la creatividad latinoamericanos no se han resignado a este bucle histórico tan poco alentador y cada vez son más numerosos los que están logrando innovaciones de primer nivel mundial que compiten y conviven con las invenciones más punteras. Ejemplos son empresas como mercadolibre.com o firmas chilenas, brasileñas y argentinas de biotecnología para el manejo sustentable de cultivos.