Hasta hace poco más de un año, una fiebre infantil o un control de embarazo significaban para Laura Guarcas una travesía de dos horas, un gasto de hasta 150 quetzales, casi unos 20 dólares y la pérdida de un día de trabajo. Laura, que vive en Semejá II, hoy se siente aliviada: “El puesto de salud está tan cerca de mi casa que si mi niño tiene tos puedo venir caminando, y lo mejor es que me dan los medicamentos gratis”, cuenta con alegría. Madre de dos hijos - uno de cuatro años y una bebé de cinco meses, por primera vez siente que puede cuidar la salud de su familia sin barreras.
Como ella, miles de personas que viven en comunidades mayas del altiplano guatemalteco —en Quiché, donde 8 de cada 10 personas viven en pobreza monetaria— están experimentando lo que significa tener atención primaria de salud accesible y enfocada en la prevención.
El nuevo puesto de salud de Semeja II es uno de los centros construidos o remozados gracias al Proyecto Crecer Sano, una iniciativa del Gobierno de Guatemala con apoyo del Banco Mundial. Su objetivo es enfrentar la desnutrición crónica, una condición que, según la VI Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil 2014-2015, afecta a más del 46.5 % de los niños menores de cinco años en el país.