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Efecto Viral: COVID-19 y la transformación acelerada del empleo en América Latina y el Caribe

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Este informe analiza el panorama actual del empleo y brinda recomendaciones de políticas económicas para adaptarse al futuro de los trabajos.

La crisis de la COVID-19 no solo está afec­tando al nivel del empleo sino también a su composición. Diferentes sectores económicos se han visto afectados por cuarentenas y con­finamientos a distintos niveles. Los servicios que podían prestarse electrónicamente se han mantenido, e incluso han prosperado, mien­tras que los sectores que requieren presencia física son los que han tenido mayores difi­cultades.

Las consecuencias también han variado según el tipo de trabajo. Los progra­mas de protección social pueden llegar más fácilmente a los trabajadores del sector for­mal, que cobran su sueldo a fin de mes, que a los trabajadores del sector informal, que se ganan la vida a diario. Algunos de estos efec­tos diferenciales pueden disminuir a medida que se contiene la epidemia, pero otros podrían llegar a tener efectos duraderos.

Estos cambios en el nivel y la composi­ción del empleo se están produciendo en una región que ya estaba experimentando una transformación significativa de sus mercados laborales. Las tendencias actuales han incluido una desindustrialización prematura, un nivel de formalidad estancado y un crecimiento cons­tante del empleo. independiente.

::: Puedes descargar el informe aquí :::


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Entrevista con Felipe Jaramillo, VP del Banco Mundial para América Latina y el Caribe

Más de 25 millones de latinoamericanos han perdido el empleo y muchos trabajos están cambiando a raíz de la pandemia. En esta entrevista analizamos el panorama de los empleos y el futuro del mercado laboral en la regíón.

De acuerdo al informe, es necesario trabajar en tres factores clave:

1- Impulsar la productividad

La aparición de nue­vas tecnologías en el contexto de la Cuarta Revolución Industrial sugiere que es proba­ble que las oportunidades para una mayor industrialización (o reindustrialización) sean limitadas. El sector industrial podría continuar contribuyendo positivamente al crecimiento de la producti­vidad agregada y al valor agregado, pero no tanto a la creación de empleo, especialmente en el caso de la mano de obra no calificada. Se espera que el sector servicios, que ya es el mayor empleador de la región con más del 60% de la fuerza laboral, crezca aún más y que desempeñe un papel cada vez más importante como proveedor de insumos para la economía en general. Esto requiere un conjunto completo de políticas orien­tadas al sector servicios, con énfasis en las distorsiones que impiden que la competen­cia y la innovación se desarrollen a un ritmo rápido.

2- Invertir en capital humano

A medida que se desa­rrollan y adoptan nuevas tecnologías y el trabajo a distancia se vuelve más frecuente, la inversión en el capital humano debería ser una prioridad. Los trabajadores peor remunerados y menos capacitados, que realizan las tareas más sen­cillas y rutinarias, corren el mayor riesgo de ser reemplazados por máquinas. Lo mismo ocurre con los trabajadores en actividades intensivas en contacto, como las que caracte­rizan al sector informal de la economía. Para minimizar los costos del ajuste que soportan los trabajadores, los gobiernos deberían apoyar programas que ayuden a los trabajadores a mejorar sus habilidades y capacitarse.

3- Reformulación de la normativa laboral y las políticas de protección social

La transformación acelerada de los puestos de trabajo exige un nuevo planteamiento de la normativa laboral y las políticas de protección social. Los países de América Latina y el Caribe desarrollaron una arquitectura institucional orientada a los trabajadores asalariados del sector formal.

La desindustrialización prematura, la creciente servicificación de la economía y la creciente dependencia de las platafor­mas electrónicas plantean dudas sobre un aumento sustancial del empleo asalariado en los próximos años.