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Hacia economías de aprendizaje en América Latina y el Caribe
América Latina y el Caribe no solo ha perdido décadas, sino un siglo entero de crecimiento debido a los retrasos en “aprender a aprender” y en descubrir cómo aprovechar de la mejor manera las nuevas oportunidades tecnológicas. El desarrollo es, en esencia, un proceso de realizar apuestas informadas sobre nuevos procesos, productos o industrias. La región ha sido menos eficaz en este proceso de experimentación (identificar, adaptar, implementar y, a menudo, fracasar) ya sea en tecnologías que van desde los barcos de vapor hasta las innovaciones digitales. Como consecuencia, se ha producido una divergencia prolongada con respecto a países que tenían niveles de ingreso similares, o incluso menores, hace un siglo, dejando a América Latina y el Caribe atrapados en un patrón persistente de bajo crecimiento de la productividad y limitada diversificación.
Uno de los principales desafíos es la baja inversión en innovación. El gasto en investigación y desarrollo en la región representa solo una fracción del promedio mundial, y este escaso compromiso con el progreso tecnológico explica buena parte de la brecha de productividad con países como Japón, España o Suecia. Si bien los retornos potenciales de la innovación pueden ser excepcionalmente altos (sobre todo para países alejados de la frontera tecnológica mundial), la región enfrenta obstáculos como el limitado acceso al crédito, la escasez de mano de obra calificada y un entorno poco propicio, factores que reducen los rendimientos esperados de la innovación y limitan los incentivos para invertir.