Los desastres, ya sean naturales o provocados por el hombre, causan la pérdida de vidas y dañan los medios de subsistencia. El gasto inmediato necesario para la respuesta y la reconstrucción se ve agravado por el debilitamiento de la economía, el daño a la infraestructura, la destrucción de empresas, la reducción de los ingresos tributarios y el aumento de los niveles de pobreza.
· Según los últimos datos del asegurador Munich Re, las pérdidas provocadas por catástrofes naturales en 2020 aumentaron a USD 210 000 millones en todo el mundo, en comparación con USD 166 000 millones en 2019.
· De todas las muertes causadas por peligros relacionados con fenómenos atmosféricos, el clima y el agua, el 91 % se produjo en economías en desarrollo (i), según la clasificación de los países establecida por las Naciones Unidas, que abarca desde 1970 hasta 2019. La proporción es similar a la que se registra en la clasificación de los países del Banco Mundial, donde el 82 % de las muertes ocurrieron en países de ingreso bajo y mediano bajo.
· Desde 1980, los desastres ocasionados por peligros naturales han causado la muerte de más de 2,4 millones de personas y pérdidas por valor de USD 3,7 billones en todo el mundo, con un aumento de los daños totales de más del 800 % (i), de USD 18 000 millones anuales en la década de 1980 a USD 167 000 millones anuales en el último decenio.
· En el informe de 2016 Shock Waves (Olas de conmociones) (i) del Banco Mundial, financiado por el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (GFDRR) (i), se indica que casi el 75 % de las pérdidas se atribuyen a fenómenos meteorológicos extremos. Cuando el cambio climático amenaza con empujar a otros 100 millones de personas a la pobreza extrema para 2030, en el informe de 2017 del GFDRR titulado Unbreakable (Irrompible) (i) se señala que los desastres naturales han causado impactos cuantiosos y perdurables en la pobreza.
Cuanto más pobre es una comunidad, más vulnerable es a los peligros naturales y al cambio climático. Los desastres no afectan a todos por igual. Los niños, las mujeres y las niñas, los ancianos, las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y otras comunidades marginadas —especialmente en los países de ingreso bajo— suelen verse afectados de manera desproporcionada por las catástrofes.
· Los datos (i) sugieren que las mujeres mueren debido a los desastres en mayor proporción que los hombres en los países donde las mujeres tienen una condición socioeconómica más baja. Mientras tanto, las personas con discapacidad a menudo se pasan por alto (i) en la planificación de la recuperación de desastres porque no se identifican en las encuestas de hogares desde el principio. En el Caribe, el GFDRR financió una evaluación sobre la preparación y recuperación ante desastres con perspectiva de género (i), y un estudio acerca de la gestión de riesgos de desastres inclusivo con respecto a la discapacidad para orientar y mejorar las políticas de los países dirigidas a generar resiliencia.
· Los desastres y los conflictos se refuerzan mutuamente. Los países asociados con fragilidad, conflicto y violencia —denominados países afectados por FCV— a menudo enfrentan mayores riesgos de desastres debido a que la capacidad del Gobierno se debilita; y, por otra parte, los riesgos de desastres pueden exacerbar las tensiones preexistentes, lo que aumenta el riesgo de violencia. A esta vulnerabilidad se suman los efectos del cambio climático.
· Muchas de estas personas vulnerables viven en los 74 países clientes de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Banco Mundial para los países más pobres.
· Los costos de los desastres son particularmente difíciles de soportar para los países de ingreso bajo y mediano bajo que tienden a depender de soluciones ad hoc, como préstamos de emergencia o el desvío de otros recursos financieros limitados. La falta de mecanismos de resiliencia financiera frente a los desastres suele retrasar la recuperación económica y prolonga las dificultades para los Gobiernos, los hogares, las empresas y las comunidades vulnerables.
Los países han logrado grandes avances en la gestión de riesgos de desastres, pasando de responder únicamente a posteriori a centrarse más en la prevención y la preparación para las conmociones, lo que permite reducir la pérdida de vidas y mitigar algunos impactos económicos. A continuación se presentan algunos ejemplos de países en los que el financiamiento en forma de donaciones y la asistencia técnica del GFDRR posibilitó la movilización de mayores inversiones del Banco Mundial.
· Tonga, que fue azotado por una devastadora erupción volcánica y un tsunami en enero de 2022, tenía un mecanismo de financiamiento de riesgos de desastres (PDF, en inglés) que facilitó el desembolso rápido de un monto inicial de USD 8 millones, financiado a través de la AIF. Los centros operativos de emergencia, que se construyeron como parte del actual programa de fortalecimiento de la resiliencia, se activaron de inmediato en respuesta a la erupción. El informe de evaluación rápida (GRADE [PDF, en inglés]) del Banco, en que la estimación de los daños se puede producir de manera rápida y a distancia, también ayudó a orientar los cursos de acción adecuados, oportunos y eficaces que se adoptarán, y a priorizar los recursos donde más se necesitan.
· En Mozambique, la ciudad de Beira (i) aprovechó la oportunidad de reconstruir mejor después del devastador ciclón Idai en 2019. Soluciones basadas en la naturaleza (i), como un parque verde urbano, están reduciendo las inundaciones recurrentes y haciendo que el centro de la ciudad sea más atractivo para vivir. El país también está reconstruyendo carreteras y redes de transporte de manera que sean resilientes al cambio climático. Los proyectos de fortalecimiento de la resiliencia, como estos, suelen comenzar con asistencia técnica proporcionada por instituciones multilaterales como el Banco Mundial, para identificar las necesidades, orientar las prioridades y las estrategias, y brindar asesoramiento sobre posibles soluciones y compensaciones.
· Este tipo de asistencia técnica ha ayudado a Jamaica a acceder a hasta USD 185 millones contra las pérdidas (i) por futuros ciclones a través de un bono para casos de catástrofe. Haití, que contaba con múltiples instrumentos de financiamiento para riesgos respaldados por el Banco Mundial y otros asociados, recibió un pago de aproximadamente USD 40 millones (i) de la sociedad de cartera segregada del Fondo de Seguro contra Riesgos de Catástrofe para el Caribe (i) en los 14 días siguientes al gran terremoto de agosto de 2021.
· En Rumania, la ciudad de Bucarest (i) está tomando medidas para reforzar las escuelas y otros edificios públicos contra los riesgos sísmicos de una manera inclusiva en que se escucha y atienden las necesidades específicas de los niños y las comunidades vulnerables. Según el reciente informe de 2019 Lifelines (Servicios esenciales) financiado por el GFDRR, el beneficio neto de invertir en infraestructura más resiliente en los países de ingreso bajo y mediano ascendería a USD 4,2 billones, lo que representa un rendimiento de USD 4 por cada dólar invertido. Esas inversiones pueden mejorar la calidad y la resiliencia de servicios básicos, como el transporte o el abastecimiento de agua y electricidad, y contribuir así a crear sociedades más resilientes y prósperas.
Si bien se han producido avances considerables, mejorar la preparación ante los desastres al mismo tiempo que permitir una mejor prevención de los mismos y la adaptación al cambio climático siguen siendo retos fundamentales para lograr el desarrollo sostenible. El Grupo Banco Mundial continuará respaldando los esfuerzos de los países para priorizar la adaptación y la resiliencia. Junto con sus asociados, buscará soluciones innovadoras y específicas para proteger a los más pobres, facilitar un desarrollo resiliente y acelerar la recuperación.
· El Grupo Banco Mundial brindó apoyo a 85 países en el ejercicio de 2021 (i) para que hicieran de la reducción del riesgo de desastres una prioridad, y proporcionó USD 26 000 millones en financiamiento climático. Su asistencia representa más de dos terceras partes de todo el financiamiento multilateral para la adaptación que se proporciona a los países en desarrollo. Sin embargo, el mundo todavía se encuentra bastante lejos de la cifra estimada de entre USD 140 000 millones y USD 300 000 millones que los países en desarrollo quizás necesiten en 2030 para adoptar medidas de adaptación.
· Si en la planificación del desarrollo se integra la gestión de riesgos de desastres, la actual tendencia al aumento de los impactos de las catástrofes naturales se puede revertir. Además, cuando después de los desastres los países se reconstruyen de manera más sólida, rápida e inclusiva (i), se reducen las consecuencias en los medios de subsistencia y el bienestar de las personas en hasta un 31 %, y posiblemente también las pérdidas medias mundiales. Por ejemplo, el informe de 2021 Frontline (Primera línea) financiado por el GFDRR contiene recomendaciones sobre cómo preparar mejor los sistemas sanitarios para responder a las crisis, que abarcan desde los aumentos estacionales de la demanda hasta las pandemias, el cambio climático y los desastres.
· Recuperarse de la COVID-19 y vivir en un clima cambiante proporciona una oportunidad única de pensar colectivamente sobre cómo reconstruir sociedades mejor equipadas para gestionar múltiples riesgos, de manera verde, resiliente e inclusiva, en la que todas las partes interesadas tengan voz, tanto a la hora de definir el problema como de determinar las soluciones.
Última actualización: May 02,2022