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ARTÍCULO

Potenciar la cooperación de la diáspora como recurso para el desarrollo

Febrero 02, 2012

Buenos Aires, 2 de febrero de 2012 - Hace algunos años, la emigración de profesionales desde China, India, Taiwan e Israel a Sillicon Valley contribuyó a la transformación de los sectores de esos países, a través de actividades de consultoría, recomendaciones de políticas, instalación de nuevos departamentos gubernamentales y la participación en comités de asesoría y grupos de discusión.

¿Pueden otras diásporas cumplir esa función? El Banco Mundial analizó recientemente el caso de Argentina y México para evaluar su potencialidad en promover el desarrollo.

Hay 324.000 argentinos que residen actualmente en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Entre 5000 y 7000 son científicos y 139 de ellos participaron de la encuesta del Banco Mundial diseñada para este trabajo.

Un poco más del tercio de este grupo emigró hace más de 20 años, como consecuencia de las dictaduras militares de los años 60 y 70, y del período de crisis por la sustitución de importaciones. El 89% son hombres, el 45 % tiene un doctorado y el 36% un post doctorado. El 61% vive en Estados Unidos.

Los negocios, los laboratorios y la consultoría son el área de trabajo del 46% de los entrevistados, mientras que el 41% trabaja en el sector académico.

Casi el 60% tiene experiencia en uno de las tres tecnologías declaradas prioritarias por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina: software, biotecnología y nanotecnología. Además, poseen una sólida especialización en el desarrollo de nuevos productos y servicios, de estrategias tecnológicas y comerciales, y en la identificación de oportunidades de negocios.

Relaciones a distancia 

La mayoría de los entrevistados dijo tener fuertes lazos a nivel internacional dentro de su área profesional, a través de su pertenencia a redes –más de la mitad vinculadas a Argentina- y la asistencia a conferencias o seminarios.

Por otra parte, no se declaran afiliados a las redes que congregan a profesionales argentinos en el exterior, como las privadas Encuentro de Colaboración Diaspora-Argentina (ECODAR), el Centro de Estudiantes y Graduados Argentinos en Estados Unidos (CEGA) y la Asociación de Profesionales Argentinos en el Reino Unido (APARU), y las estatales como el Programa Raíces. Para que el conocimiento tecnológico de la diáspora sea efectivo, es necesaria una masa crítica de habilidades y organizaciones locales receptivas a cambios y sugerencias. En este sentido, los entrevistados identificaron como socios potenciales a las universidades e instituciones académicas.

Las más mencionadas fueron el Instituto de Biología Molecular de Rosario, el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI), la Fundación Leloir, la Fundación para la Lucha contra enfermedades neurológicas (FLENI), el Instituto Balseiro, y la Facultad de Ciencias Exactas y Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires. La Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos (CESSI) y la Fundación Endeavor también fueron identificados como instituciones clave.

Dentro del sector gubernamental, se destacó a la Agencia de Promoción de Ciencia y Tecnología (ANPCyT), el CONICET, el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Programa Raíces.

Integrarse al contexto local

Según el estudio, Argentina presenta indicadores alentadores en materia educativa y de inversión en actividades científicas y tecnológicas. En el 2007, la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva fue transformada en Ministerio.

Uno de los pilares del nuevo sistema radica en los fondos sectoriales, que buscan promover el desarrollo y la innovación en áreas fundamentales para el desarrollo económico y social, como la agricultura, la energía, la salud y la inclusión social, y al mismo tiempo, fortaler plataformas para la biotecnología, la nanotecnología y las tecnologías de la información y la comunicación, con el fin de generar, adaptar y transferir el conocimiento a las áreas de producción y de bienes y servicios.

Sin embargo, no todos los entrevistados conocen estos fondos sectoriales, así como otros programas llevados a cabo por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y por el Ministerio de la Producción, como el Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR) y el Fondo Fiduciario de Promoción de la Industria del Software (FONSOFT).

Una posible causa podría ser que la mayoría de las iniciativas gubernamentales se focalizó en alentar el regreso de los profesionales al país, a través del programa Raíces y las becas del Consejo Nacional para la Investigación Científica y Técnica.

Y, al parecer por las respuestas de los entrevistados, el interés es integrarse a actividades locales sin que se trate de volver al país. En particular, los entrevistados están interesados en involucrarse en comités asesores de políticas gubernamentales que evalúen y propongan reformas en áreas prioritarias y en participar en proyectos promovidos por empresas internacionales.

Según ellos, el gobierno argentino podría apoyar dos tipos de políticas: por un lado, acciones relacionadas con el desarrollo y la promoción de negocios (como aceleradoras de negocios), y por el otro, acciones que acerquen prácticas de negocios locales y gente de negocios con las mejores prácticas y expertos internacionales.

En este sentido, el 38% de los entrevistados mencionó la creación de programas de pasantías en empresas líderes globales, visitas de emprendedores a sistemas innovadores, y visitas a Argentina de emprendedores y ejecutivos exitosos. El vínculo de la diáspora con el sector privado es más fluido. Para los participantes de la encuesta, la promoción de las relaciones y la institucionalización del rol de la diáspora como consultores daría grandes oportunidades a las empresas locales de tecnología.

Entre las opciones mencionadas, se incluyen tutorías, la provisión de estrategias tecnológicas y asistencia para desarrollar y analizar la viabilidad de un producto e identificar oportunidades de negocios.

Según el informe, la posible influencia de los profesionales de la diáspora -especialmente aquellos especialistas en las tecnologías de la información, biotecnología y nanotecnología- podría ser positiva si se establece un régimen de incentivos apropiado y se identifica una contraparte local con capacidad de absorción considerable, tanto en el sector privado como público. Mientras tanto, estos profesionales permanecen como un recurso relevante pero latente. 

 


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