“He aprendido a conocer los derechos cómo mujer, y a tener mi autoestima más alta,” dice con convicción Jasmín Clavijo, de Soacha, en el departamento de Cundinamarca.
La joven de cabello claro se ríe con sus compañeras cuando el grupo trata de pasar una pequeña bala de un lugar a otro, usando únicamente canaletas de plástico. Están aprendiendo a trabajar en grupo.
Jasmín es una de las 1,300 mujeres que participan en talleres para víctimas de la violencia, parte de un proyecto que se llama “Golondrina”, apoyado por una donación del Banco Mundial.
Crear su propio proyecto de vida
El proyecto está dirigido a mujeres de entre 15 y 25 años, en algunos municipios de Antioquia, Cauca, Nariño, Cundinamarca y Atlántico, regiones donde se considera que hay una gran violencia contra ellas.
Rocío Castro, una de las formadoras en el proyecto, explica que el objetivo de los talleres es apoyar a las mujeres para que conozcan y ejerzan sus derechos, para empoderarlas, y también para enseñarles a crear pequeñas empresas que las permitan ganarse la vida.
La violencia contra la mujer viene en muchas formas y muchos lugares. Puede ser en la casa, en la escuela o en su trabajo. En Colombia, la situación del conflicto armado complica la seguridad de las mujeres y niñas en las zonas afectadas, así como la oportunidad de tener su propio proyecto de vida.
Además, ser mujer puede significar más pobreza o marginalización social. En general, hay más familias colombianas pobres con un jefe de hogar mujer (36.4%) que con un jefe de hogar hombre (33.1%), según cifras del DANE, el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas.