ARTÍCULO

Cuando en cada semilla hay una oportunidad

Marzo 09, 2017


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Nancy Rojas, productora y dirigente de una asociación de semilleristas en el Chaco boliviano

Banco Mundial

En Chuquisaca, Bolivia, decenas de familias se dedican a la actividad semillera que les ayuda a financiar los estudios de sus hijos

Desde tiempos inmemoriales, la Villa de Mojocoya es uno de los centros agrícolas más importantes de Chuquisaca, Bolivia. Su economía actualmente está basada en la producción de semillas de papa, maíz y trigo y es con los ingresos generados por esta actividad que los pequeños productores han podido costear los estudios de sus hijos. Pero no siempre fue así.

“Empecé a los 14 años la actividad semillera, cuando mi comunidad -Mojocoya- producía sólo papa. Entonces no había mucha demanda y no se exigía calidad. Decidí capacitarme en agricultura familiar y me involucré en todo lo referente a las semillas; al ver que era un buen negocio, poco a poco se fueron sumando más personas. Ahora, somos 45 familias productoras de semillas”, cuenta Camilo Roque, líder de la Asociación de Productores de Semilla Naunaca (Aprosena) y emprendedor agropecuario.

Pero Roque no quiere que su comunidad se detenga ahí. “Estamos esforzándonos para aumentar y diversificar la producción para comercializarla en Santa Cruz”, asegura. También están reinvirtiendo para comprar nuevo equipamiento, pues quieren incursionar en otros productos como la semilla de avena. Su principal limitación es la falta de terrenos, que compensan con la permanente rotación de cultivos, y su mayor preocupación son los efectos del cambio climático. Bolivia vivió en 2016 la peor sequía en los últimos 25 años.

Aprosena es una de las 300 organizaciones productoras de semillas con las que trabaja el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), cuyo fortalecimiento apoya el Banco Mundial desde 2011, a través del Proyecto de Innovación y Servicios Agrícolas (PISA). La entidad, dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT), está a cargo de la certificación, fiscalización, registro y control de comercio de semillas en todo el territorio boliviano, tareas que ejecuta mediante la Dirección Nacional de Semillas.

Más semillas, más productividad

La actividad semillera se ha desarrollado de manera sustancial en los últimos años, aportando significativamente a la productividad agrícola en el país. El registro histórico de volúmenes de semilla producida en Bolivia muestra que en 1991 se certificaban 20.662 toneladas; en 2011, 78.000 toneladas, y para 2015, ya se alcanzaban las 119.124 toneladas de semillas certificadas por INIAF.  

Actualmente, el 56 por ciento de la superficie cultivada en Bolivia utiliza semilla certificada, superando a varios países de la región. El uso más alto se da en Brasil con el 66 por ciento.

Este crecimiento no sería posible sin la participación de los productores y sus familias que, en colaboración con el INIAF, acceden a asesoramiento técnico especializado, investigación y tecnología.

Para Ediberta Mallku Mamani, mujer semillerista de Challapata (Oruro), el apoyo técnico de INIAF es fundamental para mejorar su producción y, por ende, sus ingresos. “En nuestra comunidad utilizamos el método de producción por brotes que mejora el rendimiento de 16 a 20 papas por semilla, nos han enseñado también innovaciones para rejuvenecer la semilla”.

Verónica Choque Leyva es una joven ingeniera agrónoma que desempeña labores en el Centro Nacional de Producción de Hortalizas de INIAF. Su tarea consiste en realizar investigaciones para desarrollar variedades resistentes a la sequía y brindar asesoramiento técnico a semilleros en Cochabamba. “Los productores han mejorado significativamente sus ingresos porque es una actividad rentable. Nuestra meta es ayudarlos a optimizar su producción. En esta región trabajamos con semillas de cebolla, zanahoria, rábano y remolacha, que son muy valoradas en otros mercados nacionales como Santa Cruz”, señala.

Los pequeños productores apuntan al mercado cruceño por el volumen de la actividad agropecuaria en ese departamento que es el que demanda la mayor cantidad y variedad de semillas certificadas de todo el país.

En Bolivia la semilla de soya es la más requerida (64 por ciento). Le siguen la de trigo con 15 por ciento y de papa con 10 por ciento. Otras semillas importantes son las de arroz, maíz, caña, fréjol, forrajes, girasol, caña, chía, arveja, haba, hortalizas, maní, quinua, sésamo, sorgo y otras de menores volúmenes.

 


" Los productores de semilla tenemos más ingreso que los agricultores. Es más rentable que el grano comercial, por las semillas nos pagan entre tres y cinco veces más "

Nancy Rojas

Productora de semillas de maíz y maní del municipio Villa Vaca Guzmán en El Chaco boliviano

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La semilla de quinoa de Bolivia da lugar a un grano orgánico con altas cualidades nutricionales

 

INIAF

Abastecimiento interno pero apuntando a otros mercados

Priorizando el abastecimiento interno, los excedentes disponibles de semilla de sorgo, sorgo forrajero, maíz híbrido, mijo, girasol, papa y maní forrajero se exportan. En 2015, Bolivia exportó un volumen total de 3.034 toneladas de semilla de calidad certificada a Brasil, Ecuador, Paraguay, Perú, Colombia, Argentina, Estados Unidos y Angola. “Con el incremento de los rendimientos y la productividad de nuestros rubros vamos a proyectar mayores volúmenes de exportación”, afirma Carlos Osinaga, director ejecutivo de INIAF.

El objetivo principal del PISA fue fortalecer la institucionalidad para la innovación en el sector agropecuario boliviano. “Se ha logrado la meta trazada: las capacidades científicas y de generación de tecnologías del INIAF se han desarrollado haciendo que sea líder del sistema nacional de investigación y extensión. Uno de los mejores ejemplos está en el rubro de semillas en el que los rendimientos de los cultivos se han incrementado entre 15 y 46 por ciento, reduciendo costos de producción y aumentando el ingreso neto de los productores por hectárea cultivada hasta en un 400 por ciento”, afirma Nicola Pontara, representante del Banco Mundial en Bolivia.

El aumento de la capacidad de certificación logrado a través del proyecto se refleja también en que del total de variedades registradas en el país desde 1984, 30% fueron registradas en sus cinco años de duración y se pasó de un millón a 10 millones de plantines certificados.

INIAF estima que en la actividad de la producción de semilla certificada están involucradas 14.000 familias de pequeños productores. La gran mayoría de ellas vive en una situación económica frágil y requiere de asistencia técnica, acceso a la tecnología y apoyo para encontrar mercados.

“Los productores de semilla tenemos más ingreso que los agricultores”, dice Nancy Rojas, productora de semillas de maíz y maní del municipio Villa Vaca Guzmán en El Chaco boliviano. “Es más rentable que el grano comercial, por las semillas nos pagan entre tres y cinco veces más”, agrega. Para ella y su familia es muy importante que INIAF continúe apoyando su actividad. 

En suma, el trabajo en semillas ha producido resultados positivos. En términos económicos, con el proyecto se sumaron 102.500 hectáreas de cultivos al uso de semilla certificada, incrementando el ingreso neto de la actividad agrícola en más de Bs 100 millones por año (aproximadamente US$14 millones). En lo social, las organizaciones productoras son parte de un sistema articulado de capacitación y acceso a tecnología. Y en el aspecto productivo, el uso de semilla de calidad ha generado un incremento importante en el rendimiento de los cultivos, existiendo cada vez mayor productividad.

El PISA es uno de los tres proyectos que el Banco Mundial apoya en el sector agropecuario boliviano, considerado generador de oportunidades para muchas familias rurales que hoy viven en situación de pobreza. Según datos oficiales, la actividad agrícola en Bolivia representa el 10.2 por ciento del PIB y genera 29.4 por ciento del empleo en el país. Incorporar tecnología y prácticas innovadoras en este sector es trascendental. Las semillas son una oportunidad.  

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