Skip to Main Navigation
publication 28 de mayo de 2020

El informe Seguimiento del ODS 7: el último decenio para no dejar a nadie atrás

Image

TITULARES

  • Cuando solo quedan 10 años para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 7 de las Naciones Unidas, es preciso redoblar los esfuerzos mundiales, en particular en África, o el mundo no logrará garantizar antes de 2030 el acceso universal a una energía asequible, segura, sostenible y moderna.
  • Aunque la tasa de electrificación mundial aumentó del 83 % en 2010 al 90 % en 2018, ese año aún había 789 millones de personas sin acceso a la electricidad.
  • Para incrementar el ritmo de los avances en todas las regiones se requerirá un compromiso político más firme, una planificación energética a largo plazo, un aumento del financiamiento público y privado, e incentivos normativos y fiscales adecuados para estimular un despliegue más rápido de las nuevas tecnologías.

La epidemia de COVID-19 (coronavirus) ha aumentado la urgencia de ampliar las soluciones de energía sostenible mientras el mundo sigue sin lograr el acceso universal a una energía asequible, segura, sostenible y moderna antes de 2030, según la edición de 2020 de Seguimiento del ODS 7: Informe sobre los avances en materia de energía.

A pesar de que antes del inicio de la crisis provocada por la COVID-19 se habían conseguido logros importantes en varios aspectos del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 7 —en particular una reducción notable del número de personas que carecen de acceso a electricidad en todo el mundo, un aumento considerable de la energía renovable para la generación de electricidad y mejoras en el ámbito de la eficiencia energética— los esfuerzos mundiales siguen siendo insuficientes para alcanzar las metas clave del ODS 7 para 2030, sobre todo si la pandemia de coronavirus altera gravemente los esfuerzos en materia de electrificación.

La cantidad de habitantes sin acceso a electricidad se redujo de 1200 millones en 2010 a 789 millones en 2018. No obstante, en virtud de las políticas entonces en vigor o previstas con anterioridad al inicio de la epidemia de COVID-19, se estima que 620 millones de personas seguirán sin tener luz eléctrica en 2030, el 85 % de ellas en África al sur del Sahara.

Para alcanzar las metas de los ODS en 2030, los países deben salvaguardar los logros alcanzados antes del brote de COVID-19 y hacer más hincapié en no dejar a nadie atrás, dada la gran proporción de la población sin acceso en las comunidades remotas, rurales, pobres y vulnerables. Ello requerirá un compromiso político más firme, una planificación energética a largo plazo, un aumento del financiamiento público y privado, e incentivos normativos y fiscales adecuados para estimular un despliegue más rápido de las nuevas tecnologías.

Aspectos destacados de la publicación Seguimiento del ODS 7: Informe sobre los avances en materia de energía

Acceso a la electricidad: desde 2010, más de 1000 millones de personas han obtenido acceso a la electricidad. Como resultado, el 90 % de la población del planeta estaba conectado a una red eléctrica en 2018. Sin embargo, a pesar de los rápidos avances conseguidos en los últimos años, 789 millones de personas siguen viviendo sin electricidad. América Latina y el Caribe, Asia oriental y Asia sudoriental se están acercando al acceso universal, pero África al sur del Sahara sigue rezagada, representando el 70 % del déficit mundial.

Formas de cocinar no contaminantes: casi 3000 millones de personas seguían sin tener acceso a combustibles y tecnologías no contaminantes para cocinar, principalmente en Asia y África al sur del Sahara. En el período de 2010 a 2018, los avances estuvieron en gran medida paralizados y, desde 2012, en algunos países la tasa de aumento del acceso a formas de cocinar limpias incluso se ha desacelerado, quedando a la zaga del crecimiento demográfico. Con las políticas adoptadas y por adoptar, 2300 millones de personas aún se verían privadas de acceso a combustibles y tecnologías limpias para cocinar en 2030. Es probable que la pandemia de COVID-19 aumente el número de mujeres y niños expuestos de manera prolongada a la contaminación atmosférica doméstica causada principalmente por el uso de carbón crudo, queroseno o los usos tradicionales de la biomasa para cocinar.

Energía renovable: la proporción de energía renovable en la combinación energética mundial llegó al 17,3 % del consumo final total de energía en 2017, frente al 17,2 % en 2016 y el 16,3 % en 2010. El consumo de energía renovable (+2,5 % en 2017) está aumentando más rápidamente que el consumo mundial de energía (+1,8 % en 2017), continuando una tendencia que se viene observando desde 2011. La mayor parte del crecimiento de la energía renovable se ha producido en el sector de la electricidad, gracias a la rápida expansión de la energía eólica y solar, que ha sido posible gracias al apoyo sostenido de las políticas y a la disminución de los costos. Mientras, el uso de la energía renovable en la calefacción y el transporte se está quedando rezagado. Todavía no está claro cuál va a ser el impacto total de la crisis provocada por el coronavirus en la energía renovable.

Eficiencia energética: la intensidad energética primaria a nivel mundial —un importante indicador de la intensidad del uso de la energía en la actividad económica en el mundo— mejoró en un 1,7 % en 2017. Se trata de un porcentaje mejor que la tasa promedio de avances de 1,3 % registrada entre 1990 y 2010, pero aún muy por debajo de la tasa objetivo original de 2,6 % y una marcada desaceleración con respecto a los dos años anteriores. Las mediciones específicas de la intensidad energética en diferentes sectores indican que las mejoras han sido más rápidas en los sectores de la industria y el transporte de pasajeros, superando el 2 % desde 2010. En los sectores de servicios y residencial han promediado entre el 1,5 % y el 2 %. El transporte de mercancías y la agricultura han quedado ligeramente rezagados.

Flujos financieros internacionales: el informe de 2020 introduce el seguimiento de un nuevo indicador, el 7.A.1, sobre los flujos financieros internacionales hacia los países en desarrollo para apoyar las fuentes de energía no contaminante y renovable. Aunque los flujos totales se han duplicado desde 2010, alcanzando USD 21 400 millones en 2017, solo el 12 % llegó a los países menos adelantados, que son los que están más lejos de alcanzar las distintas metas del ODS 7.