La malnutrición es uno de los problemas de desarrollo más graves del mundo y al que se ha prestado menos atención. Sus costos humanos y económicos son enormes y afectan más a los pobres, las mujeres y los niños. En 2020, 149 millones de niños sufrían retraso del crecimiento (baja estatura para su edad) (i), lo que no solo indica la imposibilidad de lograr el potencial genético de altura de una persona, sino que también es una variable que predice muchas otras limitaciones en el desarrollo, como déficits cognitivos y menos oportunidades económicas en el futuro, incluida la capacidad de un país de acumular capital humano.
En los últimos 30 años, la prevalencia mundial del retraso del crecimiento disminuyó del 40 % en 1990 al 22 % en 2020. Sin embargo, las alteraciones en los sistemas de salud y alimentarios provocadas por la pandemia de COVID-19 han causado retrocesos en los años de avances en materia de malnutrición infantil; otros 9,3 millones de niños sufrirán malnutrición aguda y 2,6 millones, retraso del crecimiento (i). Además, persisten marcadas diferencias entre las regiones; en Asia meridional y África subsahariana se siguen observando niveles superiores al promedio mundial, tanto en la prevalencia como en el número de niños afectados. Aproximadamente, el 31 % de todos los niños menores de 5 años en Asia meridional sufría de retraso del crecimiento en 2020, porcentaje inferior al 60 % de 1990. Pese a que la prevalencia del retraso del crecimiento infantil en África subsahariana bajó del 48 % en 1990 al 32 % en 2020, el número total de niños afectados en África aumentó en 13,1 millones durante el mismo período como resultado de las altas tasas de fecundidad y las menores tasas de reducción del retraso en el crecimiento.
El retraso del crecimiento en la primera infancia puede ocasionar daños irreversibles en el desarrollo cognitivo de un niño, con consecuencias en la educación, los ingresos y la productividad que perduran hasta la vida adulta. Los costos económicos de la desnutrición, en términos de pérdidas de productividad y de crecimiento económico de un país, son significativos; la economía y la sociedad pierden USD 3 billones anuales por la disminución de la productividad, que oscila entre el 3 % y el 16 % (o más) del producto interno bruto (PIB) en algunos contextos de ingreso bajo. Además, el consorcio mundial de expertos (i), que incluye al Banco Mundial, calculó que las pérdidas en la productividad económica equivalen a USD 29 000 millones a nivel mundial en 2022, como resultado de la carga adicional de malnutrición atribuible a la pandemia de COVID-19.
Afortunadamente, estas pérdidas se pueden prevenir en gran medida si se realizan suficientes inversiones en intervenciones de eficacia comprobada, en particular aquellas que se centran en garantizar una nutrición adecuada en el período crítico de 1000 días desde el inicio del embarazo hasta el segundo año de vida del bebé.
A nivel mundial, la desnutrición es más común en los hogares pobres, pero las familias más ricas también sufren este problema. El nivel de ingresos es uno de los factores determinantes del retraso del crecimiento, pero no es el único. La inseguridad alimentaria, las dietas poco variadas, las elevadas tasas de enfermedades infecciosas, el cuidado y la alimentación infantil inadecuados, y las prácticas de saneamiento e higiene deficientes también contribuyen a la persistencia del retraso del crecimiento. Las crisis alimentarias y financieras, así como los conflictos, los desastres naturales y la pandemia de COVID-19 han empeorado la desnutrición en muchas regiones.
Al mismo tiempo, se registra un proceso de transición en materia de nutrición mundial que conduce a cambios rápidos en los sistemas alimentarios, el medio ambiente y las condiciones de vida en muchos países de ingreso bajo y mediano. Estos cambios han provocado un acelerado aumento del sobrepeso y la obesidad (i), que anteriormente se consideraba un problema de los países ricos. De hecho, en los últimos 30 años, las tasas de sobrepeso han aumentado más rápido en los países de ingreso bajo y mediano que en los países de ingreso alto, y en todas las regiones se ha observado algún grado de aumento de la prevalencia de sobrepeso en los menores de 5 años. En 2020, 38,9 millones de niños menores de 5 años sufrían de sobrepeso y obesidad, condiciones que hoy prevalecen incluso en países donde existe desnutrición infantil. En general, se estima que el sobrepeso y la obesidad tienen un costo social y económico de USD 2 billones a nivel mundial.
Por lo tanto, los países ahora están empezando a experimentar la doble carga del sobrepeso y el retraso del crecimiento. Actualmente, la cantidad de personas con sobrepeso es mayor en los países de ingreso bajo y mediano que en los países de ingreso alto, y no hay datos que indiquen que el aumento de la obesidad disminuirá en los primeros. A medida que los países crecen y logran la condición de país de ingreso mediano y de ingreso mediano alto, sus habitantes pobres son los más afectados por la carga del sobrepeso y de la obesidad, lo que aumenta su vulnerabilidad frente a las crisis sanitarias y económicas. Tanto la obesidad como la desnutrición son factores críticos que impiden mejorar el capital humano, un motor central del crecimiento sostenible y la reducción de la pobreza, y pueden tener un efecto considerable sobre el Índice de Capital Humano (ICH). Es urgente garantizar que los pobres del mundo tengan acceso a los conocimientos, los recursos y los servicios necesarios para lograr una nutrición óptima.
Última actualización: Sept 28, 2021