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ARTÍCULO Marzo 08, 2018

Una “revolución estancada” para la mujer latinoamericana

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La gran deuda de América Latina con la mujer es la violencia de género.

Foto: Mariana Kaipper Ceratti


América Latina y el Caribe ha achicado la brecha de género en educación y participación laboral, pero la violencia contra la mujer, la desigualdad salarial y las altas tasas de embarazo adolescente deslucen los avances

Ser mujer en América Latina y el Caribe es estar entre las más escolarizadas, es haber ganado terreno en el mercado laboral y es contar con mejores coberturas de salud que antes.

Pero para muchas de ellas también es ser madre demasiado joven, es ganar menos que los hombres y, lo peor, siempre sentir miedo: 14 de los 25 países del mundo con las tasas más elevadas de feminicidios se encuentran en la región.

Es un escenario de fuertes contrastes el que viven las mujeres en América Latina y el Caribe.

Las más escolarizadas, pero no las más educadas

Hoy más que nunca, las mujeres son mayoría en las aulas de la región y la diferencia es notoria a medida que se avanza en los diferentes niveles.

En primaria, los porcentajes de mujeres y hombres que asisten a una institución están en 92% cada uno, en secundaria se registran 78% de mujeres y 73% de hombres; y en educación terciaria, hay 50% de mujeres y 38% de hombres.

Sin embargo, la calidad de la educación es baja y a nivel terciario existen diferencias significativas en los campos de estudio: en carreras como Ciencias, Ingeniería y Agricultura, la vasta mayoría de los estudiantes siguen siendo hombres.

Son adolescentes y son mamás

En materia de salud, una mayor cobertura ha logrado un progreso consistente en un área clave: en 1990 se registraban 135 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos, en la actualidad ese número ha bajado a 67, casi la mitad.

Pero, aunque la tasa de fertilidad ha disminuido (2,1 nacimientos por mujer en la actualidad), el embarazo adolescente no lo ha hecho al mismo ritmo.

América Latina tiene una de las tasas más altas de mujeres que dan a luz entre los 15 y 19 años (solo superada por África subsahariana): 63 de cada 1.000 nacimientos son de adolescentes, con números más altos en Centroamérica y el Caribe.

Los expertos coinciden en que cuando las mujeres jóvenes quedan embarazadas y abandonan la escuela tienen menos opciones de subsistencia, lo que puede conducir a una mayor dependencia y niveles más altos de pobreza.

La “doble carga”

Más de la mitad de las mujeres en edad activa está trabajando en América Latina y el Caribe. Sin embargo, el ingreso de la mujer en el mundo laboral parece haberse estancado: desde 2006 la tasa de población activa de mujeres ronda el 51%.

De acuerdo con el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata, este estancamiento en la región podría deberse a que la tasa de participación ha llegado a su techo y que como muchos hombres se encontraban con trabajo bien remunerado durante el periodo de auge económico, las mujeres decidieron quedarse en casa para dedicarse a otras tareas.

Ahora que las condiciones no son tan favorables, los puestos se reservan para las contrapartes masculinas dejando a las mujeres con empleos de baja calidad o no remunerados, y, en el peor de los casos, fuera del mercado formal de trabajo, según expertos del Banco Mundial.

A ello se le suma que el ingreso masivo de la mujer en el trabajo no fue acompañado de una distribución más equitativa de las tareas domésticas. Esto es lo que los expertos llaman una "doble carga". Ellas destinan unas tres horas más por día a actividades domésticas y ganan, en promedio, un 10% menos.

Para volver a aumentar la mano de obra femenina es clave mejores políticas públicas. Una de ellas tiene que ver con ofrecer más y mejores servicios de guardería, de acuerdo con un estudio realizado por la Corporación Financiera Internacional.

La cifra más triste

La gran deuda de América Latina y el Caribe con las mujeres tiene que ver con la violencia de género.

De acuerdo con ONU Mujeres, de los 25 países con las tasas más elevadas de feminicidios, 14 están en la región y se estima que 1 de cada 3 mujeres mayores de 15 años ha sufrido violencia sexual, lo que alcanza la categoría de epidemia según la Organización Mundial de la Salud.

La buena noticia es que se ha avanzado en la reglamentación de diferentes leyes que reconocen la violencia de género. De hecho, 24 de los 33 países de América Latina y el Caribe cuentan con leyes contra la violencia doméstica. Aún así, solo nueve países han sancionado leyes que tipifican una variada gama de expresiones de violencia contra las mujeres, tanto en el ámbito privado como público.

Soluciones en el terreno

La perspectiva de género está comenzando a ser una parte central de las agendas de los gobiernos. En la región, existen varias iniciativas apoyadas por el Banco Mundial que buscan la manera de cerrar la brecha en diferentes ámbitos.

Estos son algunos ejemplos:

  • En Haití, el Ministerio de Agricultura está contratando mujeres en posiciones gerenciales para reducir la existente brecha de género.
  • Un proyecto en Ecuador buscará que las mujeres tengan las mismas oportunidades en educación técnica terciaria.
  • En México, la campaña “Hazme el Paro” busca prevenir la violencia y el acoso hacia las mujeres en el transporte público.
  • Por último, en Argentina, la pavimentación de la ruta 3 en el norte ha mejorado las oportunidades económicas de las mujeres indígenas qom, quienes instalaron diferentes centros culturales donde venden artesanías y ofrecen actividades turísticas.


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