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ARTÍCULO Marzo 15, 2018

Ciencia y tecnología llegan a productores bolivianos e incrementan rendimientos agrícolas hasta en 100 por ciento

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Investigadores del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) y agricultores de Bolivia. 

Ericka Nogales. Banco Mundial.


Yapacaní, en Santa Cruz-Bolivia, es el hogar de cientos de familias agricultoras. Los extensos sembradíos de arroz, maíz, yuca, papa y plátano demuestran que en esta localidad la actividad agrícola es intensa.

Los productores están familiarizados con el trabajo del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), que contó con el apoyo del Banco Mundial durante cinco años, a través del Proyecto de Innovación y Servicios Agrícolas-PISA, concluido en febrero de 2017.

El proyecto jugó un papel central para mejorar el rendimiento de la producción y ayudó a los agricultores a enfrentar plagas, enfermedades e impactos climáticos, que afectaban los cultivos y comprometían notoriamente sus ingresos.

“Hemos participado en eventos en los que los técnicos nos enseñaron nuevos métodos para preparar el terreno y almacenar agua. Además, el uso de semillas certificadas por INIAF nos ha ayudado bastante a mejorar nuestra producción”, afirma Segundo Maldonado, agricultor arrocero de la región.

De hecho, el fortalecimiento del sistema de certificación de semillas fue uno de los componentes más exitosos del proyecto. El uso de semillas certificadas incrementó el rendimiento de los cultivos a nivel nacional en más del 40 por ciento y, junto con otras innovaciones científicas, contribuyó a la lucha contra diferentes plagas al haber sido desarrolladas con tolerancia a patógenos que merman la productividad en el sector.

El volumen de certificación creció de 78.691 toneladas en 2011 a 119.124 en 2015. Desde 2012, la certificación se extendió de 210 a 284 variedades incluyendo frutas y plantas medicinales y, durante los cinco años de actividad del proyecto, los plantines certificados pasaron de un millón a 10 millones. Hoy en día se estima que más de un 50 por ciento de la superficie agrícola en Bolivia hace uso de semilla certificada.

Los servicios de certificación del INIAF alcanzaron a cerca de 4.500 productores y 300 asociaciones semilleras anualmente, lo cual representa beneficios para más de 14.000 familias del campo.

Yapacaní es sólo un ejemplo del alcance del PISA. A escala nacional, los programas de investigación en trigo y arroz que INIAF desarrolló, en alianza con centros internacionales, lograron introducir 10.000 genotipos que investigadores locales adaptaron a diferentes contextos de producción. Los productores aumentaron los rendimientos de cultivos en 100 por ciento. Este es un resultado impresionante.

Se prevé que en los siguientes años estas nuevas variedades reemplacen un porcentaje significativo de la superficie de cultivo en Bolivia, generando un importante incremento de valor. El desafío ahora es diseminar estas tecnologías rápidamente.

INIAF también asumió un rol protagónico en la capacitación y asistencia técnica a los agricultores. La entidad asesoró a 193 municipios y 1.505 comunidades en los nueve departamentos del país, alcanzando a cerca de 36.336 beneficiarios, de los cuales 34 por ciento fueron mujeres.

Francisco Obreque, especialista en agricultura del Banco Mundial en Bolivia y gerente del proyecto considera que este trabajo “fortaleció la capacidad de los productores para adaptarse al cambio climático e incrementó la productividad en rubros estratégicos, a través de alianzas con múltiples actores”.

Objetivos logrados

“A un año de la finalización del PISA, INIAF articula el Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (SNIAF) y desarrolla investigación y tecnología agropecuaria y forestal para mejorar la productividad del sector”, señala Carlos Osinaga, director general ejecutivo de la entidad.

Otras metas alcanzadas en estos cinco años son:

  • Institucionalización del evento Innovare que, en su quinta edición en 2017, consolidó el proceso de promoción de innovaciones en los ámbitos agrícola, pecuario, forestal y acuícola.
  • Liberación de 31 variedades estratégicas como maíz, trigo, arroz, papa, hortalizas y quinua, con características de alta productividad y calidad, tolerantes a enfermedades y temperaturas extremas provocadas por el cambio climático.
  • Articulación del sistema nacional de conservación de recursos genéticos agrícolas y de las acciones de colección, caracterización y uso, conservando a la fecha 19.073 registros de material genético.

Aprendizajes del proyecto

La primera lección es que las necesidades de innovación deben ser identificadas en un proceso participativo (de abajo hacia arriba). Por otro lado, la colaboración entre cofinanciadores —en este caso, Banco Mundial, Danida y COSUDE— agrega valor por la mayor disponibilidad de recursos y apoyo técnico. Finalmente, las alianzas con organizaciones de productores, institutos de investigación, universidades, ONGs y empresas privadas llevan a las agencias públicas a mejorar su capacidad de promover la adopción de innovaciones.

El proyecto PISA contribuyó al crecimiento de la productividad, desarrollo rural sostenible y la mejora de los ingresos de miles de familias que dependen de la agricultura y actividades forestales en Bolivia.  Segundo Maldonado en Yapacaní es uno de los 30.000 productores que se beneficiaron con su implementación.




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