La región tiene la segunda tasa de fertilidad adolescente más alta de todo el mundo. Cuando las mujeres trabajan y tienen ingresos propios, los efectos positivos se extienden a sus familias y comunidades: aumentan la inversión en educación y salud infantil, disminuye la violencia de género y se fortalecen las redes de apoyo comunitario.
Nuevas oportunidades
La digitalización y la economía del conocimiento ofrecen oportunidades únicas para cerrar la brecha de género en el empleo. En la última década, el teletrabajo y las plataformas digitales han permitido a muchas mujeres acceder a nuevas oportunidades sin las barreras tradicionales del empleo presencial.
Sin embargo, la brecha digital de género sigue siendo un reto. Las mujeres en los países de la región tienen hasta 19 puntos porcentuales menos de probabilidad de acceder a internet. Superar estas desigualdades es esencial para la inclusión en la creciente economía digital.
En Guatemala, a través del proyecto DIGITAGRO, expertos del Banco Mundial desarrollaron herramientas digitales para conectar a pequeñas agricultoras del departamento de San Marcos con una iniciativa nacional orientada a registrarlas como proveedoras de comedores infantiles escolares. Luego de la campaña, la proporción de mujeres que sabían cómo registrarse como proveedoras aumentó un 21%, las ventas de productos de origen animal crecieron un 12% y los precios recibidos por las agroemprendedoras subieron un 31,5%.
Otro obstáculo importante es la segregación ocupacional. Las mujeres dedican en promedio entre dos a tres veces más de tiempo que los hombres al trabajo doméstico no remunerado y a actividades de cuidado. En los países de América Latina y el Caribe, tienen más posibilidades de desempeñar empleos vulnerables y peor pagos aunque algunos países del Caribe son la excepción.
La capacitación en habilidades digitales y STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) es una estrategia clave para diversificar las oportunidades laborales y garantizar el acceso a empleos mejor remunerados y más estables. En la actualidad, a nivel regional, la proporción de mujeres con estudios terciarios que se gradúan en programas STEM es de 2 a 3 veces menor que la de los hombres.
En Argentina, el Banco Mundial apoyó en 2024 un programa de mentoría para mujeres que trabajan en ingeniería y energía, con el objetivo de fortalecer su desarrollo profesional. “Fue positivo compartir con mujeres que enfrentan los mismos desafíos que yo al intentar hacerse un lugar en las empresas”, comenta Ana Laura Soalleiro Arias, analista en una multinacional energética. “Me ayudó a poner en perspectiva qué puedo hacer a futuro y cómo superar desafíos que otras ya han enfrentado”.