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OPINIONES Mayo 20, 2019

Guatemala intensifica la lucha contra la desnutrición

Cerca de un cuarto de los niños menores de 5 años en el mundo presentan retrasos en su crecimiento debido a la desnutrición crónica. Los padecimientos de estos 150 millones de niños son innecesarios porque la desnutrición se puede prevenir con mejores prácticas de salud, alimentación y servicios de agua y saneamiento de calidad, entre otros factores. Dicho de otra forma, depende de nosotros cambiarlo. Es por ello que su erradicación se incluyó en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

En Guatemala, donde la pobreza afecta a la mitad de la población, esta lucha es más importante y urgente, pues el país presenta las tasas más elevadas de América Latina y el Caribe. Más de un millón de niños menores de 5 años sufre desnutrición crónica en Guatemala. Esto compromete no solo su futuro, sino el de la sociedad entera. ¿La razón? La desnutrición crónica deja enormes secuelas para el resto de la vida de los niños y para los países.

Los niños que la sufren experimentan limitaciones físicas y cognitivas. Pueden tener hasta un 40% menos de desarrollo estructural del cerebro una vez que han cumplido sus primeros mil días. Esto, a su vez, se traduce en que a menudo aprenden más lento y más adelante reciben menores ingresos laborales. Además, tienen mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas a largo plazo.

La desnutrición compromete el futuro del aspecto más importante para el desarrollo de un país: su capital humano, las personas. Al afectar sus conocimientos, sus habilidades y su salud no pueden desarrollar su potencial como miembros productivos de la sociedad. En Guatemala, el índice de capital humano es del 0.46, lo que significa que la productividad como futuro trabajador de un niño nacido hoy es 54% inferior a lo que podría ser con educación y salud completas. Esto, además, desencadena otras consecuencias. Sin capital humano preparado, los países no pueden mantener su crecimiento económico porque no cuentan con una fuerza laboral lista para empleos calificados y no son capaces de competir en la economía global.

Según un informe del Banco Mundial, los países pierden hasta el 10% del Producto Interno Bruto por no haber evitado el retraso en el crecimiento cuando los actuales trabajadores eran niños. Afortunadamente, América Latina ha demostrado que la lucha contra la desnutrición crónica es posible. El caso más emblemático es el de Perú, que logró que sus tasas de retraso en el crecimiento en menores de 5 años se redujeran de 28% en 2008 a 13% en 2016.

Perú reconoció que la baja talla de los niños —una de las consecuencias de la desnutrición crónica— no era hereditaria, sino que tenía su origen en la dieta y el acceso inadecuado a servicios de salud, agua y saneamiento. Además, el tema quedó instaurado como un problema de Estado que requería de esfuerzos a largo plazo, lo cual llevó a que cuatro gobiernos consecutivos implementaran las mismas políticas. Asimismo, se reasignó presupuesto a las áreas que más contribuyen a la reducción de la desnutrición, como salud, agua, educación y protección social. Esto fue acompañado de fuertes campañas de comunicación para sensibilizar sobre los efectos devastadores de la desnutrición crónica infantil. Se trabajó para que padres, gobiernos locales y médicos proporcionaran mejores servicios de nutrición y salud, y modificaran actitudes y conductas para establecer prácticas de alimentación más adecuadas durante los primeros mil días de vida.

Guatemala ya inició su camino para lograr una historia de éxito como la de Perú. Lo hizo en 2016 con el lanzamiento de la Estrategia Nacional para la Prevención de la Desnutrición Crónica y avanzó recientemente con la firma del proyecto Crecer Sano, del Banco Mundial. Este hito ha sido posible gracias al compromiso conjunto de la sociedad ante un reto crucial para el país. Ahora será importante continuar sumando esfuerzos colectivos para lograr su implementación y así conseguir los resultados esperados. Un esfuerzo que vamos a seguir apoyando para que Crecer Sano no sea una utopía para los niños y niñas de Guatemala, sino sinónimo de futuro y oportunidades.

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