COMUNICADO DE PRENSA

Para poner fin a la pobreza extrema hacia 2030 es fundamental abordar el problema de la desigualdad

Octubre 02, 2016


Crece la importancia de reducir la desigualdad para seguir avanzando en la labor de ayudar a los habitantes más pobres del planeta

CIUDAD DE WASHINGTON, 2 de octubre de 2016. En un nuevo estudio del Banco Mundial sobre la pobreza y la prosperidad compartida se afirma que la pobreza extrema sigue disminuyendo en todo el planeta  a pesar del estado letárgico de la economía mundial. No obstante, se señala que en vista de las proyecciones de las tendencias de crecimiento, es posible que para alcanzar el objetivo mundial de poner fin a la pobreza extrema para 2030 sea necesario incluir medidas orientadas a reducir el elevado nivel de desigualdad.

Según la edición inaugural del informe La pobreza y la prosperidad compartida —una nueva serie que se publicará anualmente y contendrá información sobre las estimaciones y tendencias más recientes y precisas en materia de pobreza mundial y prosperidad compartida— casi 800 millones de personas subsistieron con menos de USD 1,90 al día en 2013. Esta cifra representa alrededor de 100 millones menos de personas extremadamente pobres que en 2012. Los avances en la disminución de la pobreza extrema se registraron primordialmente en Asia Oriental y el Pacífico, en particular en China e Indonesia, y en la India. Actualmente, la mitad de los habitantes extremadamente pobres del planeta vive en África al sur del Sahara, y otro tercio vive en Asia meridional.

A pesar de la crisis financiera, en 60 de los 83 países incluidos en el nuevo informe para realizar un seguimiento de la prosperidad compartida, entre 2008 y 2013 se registró un aumento del ingreso medio de las personas que forman parte del 40 % más pobre de su respectivo país. Es importante señalar que estos países representan el 67 % de la población mundial.

“Es extraordinario que los países hayan seguido reduciendo la pobreza e impulsando la prosperidad compartida en una época en la que el desempeño de la economía mundial es deficiente. Sin embargo, todavía hay un número excesivamente elevado de personas que subsisten con muy pocos recursos”, señaló Jim Yong Kim, Presidente del Grupo Banco Mundial. “A menos que podamos acelerar nuevamente el crecimiento mundial y reducir la desigualdad, corremos el riesgo de no alcanzar la meta de poner fin a la pobreza extrema para 2030, establecida por nuestra institución. El mensaje es claro: para poner fin a la pobreza, debemos lograr que el crecimiento beneficie a los más pobres, y una de las medidas más eficaces en ese sentido es reducir el elevado nivel de desigualdad, en particular en los países donde residen muchas personas pobres”.

Asumir la desigualdad  

Contrariamente a lo que suele suponerse, la desigualdad entre todos los habitantes del planeta ha disminuido sin pausa desde 1990, e incluso viene disminuyendo dentro de muchos países desde 2008: por cada país en el que se registró un aumento considerable de la desigualdad durante este período, en otros dos se observó una disminución similar. No obstante, la desigualdad es aún excesivamente elevada, y la concentración de la riqueza en las personas situadas en la cima de la distribución del ingreso todavía constituye un motivo de gran preocupación.

En los informes se señala que “hay que evitar caer en un exceso de confianza” ya que en 34 de los 83 países monitoreados, las brechas de ingresos se ampliaron debido a que los ingresos del 60 % más rico de la población crecieron a un ritmo más acelerado que los del 40 % más pobre. Además, en 23 países, los ingresos del 40 % más pobre disminuyeron efectivamente durante estos años: no solo respecto de los miembros más ricos de la sociedad, sino también en términos absolutos.

Mediante el estudio de un grupo de países, entre ellos Brasil, Camboya, Malí, Perú y Tanzanía, que han logrado una reducción significativa de la desigualdad en el curso de los últimos años, y el examen de una vasta gama de datos disponibles, los investigadores del Banco identificaron las seis estrategias de alto impacto que se indican más abajo, es decir las políticas cuya eficacia para incrementar los ingresos de los pobres, aumentar su acceso a servicios esenciales y mejorar sus perspectivas de desarrollo a largo plazo, sin menoscabar el crecimiento, ha quedado ampliamente demostrada. Estas políticas generan mejores resultados cuando se combinan con un crecimiento sólido, una buena gestión macroeconómica y mercados laborales que funcionan adecuadamente, crean empleos y permiten que los habitantes más pobres aprovechen esas oportunidades.

Desarrollo y nutrición en la primera infancia: Estas medidas ayudan a los niños durante los primeros 1000 días de vida, pues las deficiencias nutricionales y la falta de desarrollo cognitivo durante este período puede ocasionar retrasos en el aprendizaje y menor rendimiento escolar en etapas posteriores de su vida.

 

Cobertura universal de salud: Proporcionar cobertura a los habitantes excluidos de los servicios asequibles y oportunos de atención de la salud reduce la desigualdad y al mismo tiempo aumenta la capacidad de las personas para aprender, trabajar y progresar.   

Acceso universal a educación de calidad: La matriculación escolar ha aumentado en todo el planeta y ahora, en lugar de lograr sencillamente que los niños asistan a la escuela, es necesario poner énfasis en garantizar que todos los niños, en todas partes, reciban una educación de calidad. En la educación de todos los niños se debe asignar prioridad al aprendizaje universal, los conocimientos y el desarrollo de aptitudes, así como a la calidad de los docentes. 

Transferencias monetarias a familias pobres: Estos programas proporcionan un ingreso básico a las familias pobres, que les permite enviar a sus hijos a la escuela y brinda a las madres la posibilidad de acceder a servicios básicos de atención de la salud. Asimismo, las familias pueden utilizarlos para comprar semillas, fertilizantes o ganado y para afrontar las sequías, inundaciones, pandemias, crisis económicas u otras perturbaciones potencialmente devastadoras. Se ha comprobado que reducen considerablemente la pobreza y crean oportunidades tanto para los padres como para los niños.   

Infraestructura rural, en particular caminos y electrificación: La construcción de caminos rurales reduce los costos del transporte, conecta a los agricultores rurales con los mercados donde venden sus productos, permite que los trabajadores se trasladen con más libertad y promueve el acceso a las escuelas y los centros sanitarios. En Guatemala y Sudáfrica, por ejemplo, la electrificación de las comunidades rurales ha contribuido a incrementar el empleo de las mujeres. Asimismo, la electricidad hace que las pequeñas empresas familiares sean más viables y productivas, lo que es especialmente útil en las comunidades rurales pobres.

Tributación progresiva: Los impuestos progresivos equitativos permiten financiar las políticas y los programas del Gobierno que son necesarios para equiparar las condiciones y transferir recursos a los habitantes más pobres. Asimismo, se pueden diseñar sistemas tributarios que permitan reducir la desigualdad y al mismo tiempo mantener los costos de eficiencia en un nivel bajo.

“Algunas de estas medidas pueden reducir rápidamente la desigualdad de ingresos y otras generan beneficios en forma más gradual, pero ninguna es una solución milagrosa”, señaló Kim. “No obstante, todas se asientan en pruebas sólidas y muchas están dentro de las posibilidades financieras y técnicas de los países. Si bien la adopción de las mismas políticas no implica que todos los países obtendrán los mismos resultados, las políticas que hemos identificado han sido eficaces repetidamente en contextos diferentes en todo el planeta”. 

El nuevo informe está disponible en: https://www.worldbank.org/en/publication/poverty-and-shared-prosperity 

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