Señor Presidente, señores Gobernadores y distinguidos invitados:
Gracias por asistir a estas Reuniones Anuales. Deseo expresar mi especial agradecimiento a nuestro presidente, Zoran Stavreski y, una vez más, a Agustín Carstens por su labor a la cabeza del Comité para el Desarrollo y su amistad. No puedo pensar en un mejor Presidente con quien trabajar durante mi primer año en funciones.
También quiero destacar a mi buen colega, Dominique Strauss-Kahn. Trabajamos en estrecha colaboración, y me considero afortunado de tener un asociado de tanta experiencia, perspicacia y sentido del humor.
Nos reunimos en momentos especialmente difíciles, de incertidumbre e inseguridad, con el peligro de que esos temores nos alejen de una globalización más incluyente y sostenible en lugar de acercarnos a ella.
Las últimas semanas han hecho de 2008 un año inestable. La debacle de los mercados financieros, de crédito y de la vivienda. Las dificultades constantes ocasionadas por el aumento de los precios de los alimentos, combustibles y productos básicos. La preocupación por la economía mundial.
La gente está sufriendo. Las familias están preocupadas ante lo que les depara el porvenir.
La primera reacción de la gente es la de confusión, que luego se torna sucesivamente en frustración, ira y temor.
Son reacciones naturales, que hemos observado también en los países en desarrollo. Los efectos psicológicos se extenderán en todo el mundo a medida que se propaguen las repercusiones financieras y económicas. Debemos tomarlos en serio.
Octubre podría ser un punto crítico para muchos países en desarrollo. Una disminución de las exportaciones, así como de las entradas de capital, provocará la caída de las inversiones. La desaceleración del crecimiento y el deterioro de las condiciones financieras ocasionarán quiebras de empresas y aumentarán el riesgo de emergencias bancarias. Algunos países entrarán en crisis de balanza de pagos. Como suele suceder, los más pobres son los más indefensos.
Los acontecimientos de este año constituyen un llamado de atención. Se ciernen nubes de tormenta sobre el multilateralismo y los mercados.
A medida que los alimentos se encarecían, los mercados agrícolas comenzaron a desmoronarse bajo las presiones políticas. Unos 40 países impusieron prohibiciones o restricciones a la exportación de alimentos. Otros aplicaron controles de precios e interrumpieron la actividad comercial. Las Naciones Unidas se esforzaron denodadamente por lograr que los países duplicaran sus contribuciones para la asistencia alimentaria de los más necesitados. La pobreza, el hambre y la malnutrición aumentaron.
Mientras que el sistema agrícola internacional encallaba, la Organización Mundial del Comercio (OMC), a la deriva, se adentraba en aguas peligrosas. La Ronda de Doha está varada.
Las negociaciones sobre el cambio climático organizadas al amparo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático encaran dificultades ahora agravadas por el fracaso en la OMC.
Las necesidades aumentan, y el sistema de ayuda internacional no avanza al mismo ritmo.
Los donantes aportan ideas, energía y recursos, pero también pueden ahogar el protagonismo de los países en desarrollo, lo que va en detrimento de la eficacia de la ayuda. En 2006 hubo más de 70.000 operaciones de asistencia para proyectos cuyo tamaño promedio fue de tan sólo US$1,7 millones. El año pasado, un país en desarrollo promedio recibió 260 visitas de donantes. En el caso de Viet Nam, fueron 752.
Los gobiernos nacionales se inclinan cada vez más a proporcionar ayuda al amparo de su bandera, en lugar de hacerlo mediante el multilateralismo, que alienta la coherencia y fomenta el protagonismo de los receptores. El Grupo de los Siete (G-7) en su conjunto está muy lejos de cumplir los compromisos asumidos en Gleneagles de aumentar fuertemente la asistencia para el desarrollo.
Las empresas y los mercados financieros privados seguirán siendo las principales fuerzas propulsoras del crecimiento y el desarrollo mundiales. Sin embargo, los sistemas financieros del mundo desarrollado, especialmente de los Estados Unidos, han dejado al descubierto fallas flagrantes después de sufrir pérdidas descomunales.
La arquitectura internacional concebida para hacer frente a tales circunstancias se está resquebrajando.
Un nuevo multilateralismo
Aunque los Estados Unidos y el mundo logren salir de este pozo, es preciso que nos concentremos en el porvenir: debemos modernizar el multilateralismo y los mercados para una nueva economía mundial.
Algunos afirman que deberíamos centrar toda nuestra energía y atención en la crisis actual. Pero en 1944, los arquitectos del sistema de Bretton Woods sentaron las bases del futuro aún en momentos en que seguían luchando contra los enemigos del pasado.
Para nosotros, el futuro ya está aquí.
Están surgiendo nuevas potencias económicas.
La actuación de las nuevas potencias en la economía mundial las ha transformado en “participantes” en el sistema internacional que las benefició.
Estas potencias en ascenso quieren ser escuchadas. Quieren saber qué papel cumplirán en la formulación de las nuevas normas de la economía mundial.
Los “participantes” de las economías desarrolladas se verán beneficiados y, al mismo tiempo, amenazados por los cambios. Las economías en desarrollo en ascenso presentan múltiples polos de crecimiento que las ayudan a recuperarse y ofrecen nuevas posibilidades, pero también dan pasto a los comentarios de los alarmistas.
Con tasas de crecimiento de alrededor del 6,6%, como promedio, entre 1997 y 2007, hay unos 25 países de África al sur del Sahara, donde residen casi dos tercios de la población de la región, que permiten vislumbrar otro polo de crecimiento que podría desarrollarse en los decenios venideros. Ello podría constituir un gran logro, no sólo para superar la pobreza y promover el desarrollo, sino también para aprovechar talentos y energías inexplotados.
Pero ese logro no se hará realidad a menos que tengamos la visión y el valor de hacer frente a los desafíos del aislacionismo económico y de ofrecer el liderazgo que lo ayude a cristalizarse.
Necesitamos un nuevo enfoque.
En su mejor expresión, el multilateralismo constituye un medio de resolución de problemas entre países, en el cual las partes quieren y pueden tomar juntas medidas constructivas. Cuando el multilateralismo es disfuncional, la globalización puede convertirse en una torre de Babel, con conflictos de intereses nacionales que no benefician a nadie.
La generación de Bretton Woods dejó dos legados: en primer lugar, instituciones y sistemas internacionales específicos, de distinto nivel de desempeño y funcionalidad. En segundo lugar, lo que es más importante, dejó el compromiso intelectual, normativo y político de actuar de manera multilateral para convertir en oportunidades los problemas de una era.
El nuevo multilateralismo, de acuerdo con los tiempos que corren, probablemente sea una red flexible y no un sistema fijo. Tendrá que maximizar las ventajas de la interconexión entre agentes de los sectores público y privado, y ONG de la sociedad civil y con fines de lucro.
El nuevo multilateralismo debe ser respetuoso de la soberanía de los Estados y al tiempo dar solución a problemas interrelacionados que trascienden las fronteras.
Esta nueva red multilateral debe ser pragmática. Su labor básica consiste en promover la cooperación alentando el intercambio de perspectivas sobre intereses, tanto nacionales como internacionales. En muchos casos, un mero intercambio de información sirve como punto de partida.
Debemos propiciar la búsqueda de intereses comunes, los que, en ocasiones, se pueden estimular con incentivos y, a tal fin, las instituciones internacionales pueden transformarse en agentes catalizadores. La solución de problemas prácticos forja una cultura de cooperación.
Nuestro nuevo multilateralismo debe tender a la responsabilidad compartida por el estado y funcionamiento eficaz de la economía política mundial. Ello entraña —especial y fundamentalmente— que deben intervenir quienes tienen una participación importante en esa economía, aquellos que estén dispuestos a compartir las responsabilidades, además de los beneficios, que trae aparejados mantenerla.
Debemos redefinir el multilateralismo económico para ampliar el foco tradicional de atención en las finanzas y el comercio. En la actualidad, la energía, el cambio climático y la estabilización de los Estados frágiles y que han salido de un conflicto son temas económicos. Ya forman parte del diálogo internacional sobre seguridad y medio ambiente. Son cuestiones que también debe abordar el multilateralismo económico.
Prioridades
Un nuevo grupo directivo
El nuevo multilateralismo seguirá dependiendo principalmente de la cooperación y el liderazgo de los países. Los países tienen importancia.
Necesitamos un grupo central de ministros de hacienda, encargado de adelantarse a los problemas, intercambiar información e ideas, determinar los intereses mutuos, movilizar esfuerzos para solucionar problemas y por lo menos salvar las diferencias.
A los fines de la cooperación financiera y económica, deberíamos considerar un nuevo grupo directivo que incluya a Arabia Saudita, Brasil, China, India, México, Rusia, Sudáfrica y el actual G-7.
Dicho grupo directivo reuniría a más del 70% del producto interno bruto (PIB) mundial, el 62% de su producción de energía, los principales países que emiten carbono, los principales donantes para el desarrollo, grandes agentes regionales y los principales agentes de los mercados mundiales cambiarios, de capital y productos básicos.
Sin embargo, este grupo directivo no sería un Grupo de los Catorce (G-14). No configuraremos un nuevo mundo simplemente rehaciendo el viejo. Dicho grupo directivo no debería tener un número fijo sino variable de miembros, susceptible de cambios con el tiempo. Pueden agregarse otros, concretamente si su creciente influencia va a la par de su disposición a participar en la carga de responsabilidades.
Este nuevo grupo directivo debería reunirse y celebrar videoconferencias periódicamente para promover un sentido de responsabilidad grupal.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo del Banco Mundial, tal vez con la OMC, pueden contribuir a prestar apoyo a este grupo directivo. Podemos identificar los problemas nuevos, aportar análisis, recomendar soluciones y recurrir a nuestros miembros en general para proponer coaliciones para la solución de problemas.
Los miembros del grupo directivo aún necesitarán trabajar a través de instituciones y sistemas internacionales establecidos, que comprenden a otros Estados. Sin embargo, un grupo central aumentaría la probabilidad de que los países se unan para solucionar problemas que afecten a más de un Estado.
Necesitamos este mecanismo para no dejar que los países se debiliten, con todas las consecuencias humanas, económicas y políticas que esto entraña para ellos y sus vecinos. Lo necesitamos, no para acabar con los problemas mundiales después de surgidos sino para anticiparnos a ellos. Lo necesitamos para desarrollar el hábito del diálogo y las relaciones necesarias de confianza antes de que se produzca una crisis. Lo necesitamos para configurar soluciones multilaterales.
Desarrollo y finanzas internacionales
Hemos visto el lado oscuro de la conexión global. Debemos dirigirnos hacia la luz.
La primera tarea consistirá en reformar el malogrado sistema de la reglamentación y supervisión financieras.
Debemos plantear el interrogante de por qué tantas instituciones reguladas y supervisadas escrupulosamente se metieron en problemas. Cualquier modelo basado en el riesgo, no importa cuán avanzado y bien supervisado sea, depende fundamentalmente de los supuestos. ¿Qué pasa cuando los supuestos no se cumplen?
La evolución de las circunstancias que desencadenan el fracaso dependerá cada vez más de los cambios de la economía mundial. Así como la crisis ha sido internacional debido a la interconexión, las reformas deberán ser multilaterales.
El Foro sobre Estabilidad Financiera (FSF), presidido con competencia por Mario Draghi del Banco de Italia, ha empezado a tratar de encontrar una solución a estos problemas. Ya sea a través de un FSF ampliado, un vínculo más sólido entre el FSF y el FMI o el grupo directivo, estos problemas de supervisión financiera deberán abordarse en un marco multilateral más amplio.
Debemos impulsar un sistema de alerta anticipada del FMI para la economía global, centrado en la prevención de las crisis y no tan sólo en su solución.
Las repercusiones de la crisis financiera ocurrida en los Estados Unidos y Europa se sentirán en la economía mundial. La cruda realidad es que los países en desarrollo deben prever y prepararse para una disminución del comercio, los flujos de capital, las remesas y la inversión interna.
Debe alentarse a los países con una sólida posición fiscal y de balanza de pagos a estimular la demanda interna a través del consumo y la inversión. Pero otros tienen enormes déficits presupuestarios, déficits riesgosos en cuenta corriente, problemas de balanza de pagos, riesgo financiero, o las cuatro cosas. El Fondo y los bancos de desarrollo deberán prestar asistencia.
El nuevo multilateralismo debe poner al desarrollo mundial a la par de las finanzas internacionales.
La multipolaridad económica ofrece estabilidad y oportunidades, como una cartera diversificada de inversiones. Sin embargo, para aumentar un crecimiento más incluyente y sostenible, debemos pensar en la ayuda desde un punto de vista diferente.
Hace dos semanas en las Naciones Unidas, los asociados internacionales movilizaron US$16.000 millones para proyectos para fines de desarrollo. Este dinero es de vital importancia, y necesitamos más para poder alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio (ODM).
Sin embargo, también debemos ampliar nuestro enfoque. Debemos escuchar al creciente número de africanos que nos dicen que quieren mercados y oportunidades, y no dependencia de la ayuda. El capital y los mercados privados continuarán siendo las fuerzas propulsoras del crecimiento. Debemos poner la mira más allá de proyectos y programas, y llegar a nuevas formas de iniciativas a favor del desarrollo.
En el Grupo del Banco Mundial, estamos pasando de cumplir la función de fundamentalmente un proveedor de financiamiento a la de un proveedor de soluciones financieras y de desarrollo adaptadas a las necesidades específicas para superar la pobreza y estimular el crecimiento.
También estamos edificando una plataforma de inversión de la IFC para contribuir a la intermediación de la inversión en capital accionario, y no de la ayuda, de fondos soberanos de riqueza para África y otras regiones pobres con oportunidades de crecimiento. Se trata de la “Solución del 1%” que propuse en la primavera pasada.
El capital privado, y especialmente el accionario, será el factor fundamental para crear infraestructura, financiar empresas y el comercio y promover la integración regional en una economía global abierta. Y ya lo está siendo. En 2008, la IFC proporcionó a nuestros clientes más inversiones (incluidos los préstamos de consorcios) que el BIRF, financiamiento o la AIF, asistencia. Este año, más del 40% de las inversiones de la IFC correspondieron a países que pueden recibir financiamiento de la AIF.
Nuestro programa mundial de promoción de bonos en moneda nacional de los mercados emergentes, o GEMLOC, tiene por fin servir de agente catalizador del desarrollo del mercado de dichos bonos y promover las oportunidades de inversión Sur-Sur.
Ayudamos a nuestros clientes —desde pequeños agricultores hasta gobiernos— a gestionar los riesgos del desarrollo a través de servicios de seguro contra el mal tiempo y los eventos catastróficos. Con la colaboración del Departamento para el Desarrollo Internacional (DFID), del Reino Unido, terminamos una transacción de gestión del riesgo climático en representación de Malawi. En virtud de esta transacción, Malawi recibirá hasta US$5 millones si el índice pluviométrico cae considerablemente por debajo de su promedio histórico.
Estamos desarrollando actividades con entidades subsoberanas para poder llegar a las causas fundamentales de la pobreza local y fortalecer la buena gestión de gobierno y el buen desempeño en todos los niveles.
Junto con los donantes, estamos utilizando nuestra capacidad financiera y de balance para ampliar los tipos de asistencia: desde la emisión de bonos para vacunas en el mercado minorista de Japón hasta compromisos anticipados para la compra de productos farmacéuticos aún no desarrollados para salvar vidas.
A medida que incursionamos en nuevos ámbitos con nuevos instrumentos debemos convertirnos en mejores asociados. A tal fin, estamos intensificando nuestra labor de respaldo a los sistemas de salud, promoviendo innovaciones como el financiamiento basado en los resultados y nuevas formas de colaboración con el sector privado y la sociedad civil. Hace dos semanas, en la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, nos unimos a las Naciones Unidas, gobiernos, donantes no tradicionales, el sector privado y la sociedad civil para reforzar el apoyo a la educación primaria y a la lucha contra el paludismo con una contribución adicional del Banco por valor de US$2.600 millones.
El nuevo multilateralismo también necesita mecanismos para moverse mucho más rápidamente a fin de ayudar a los más vulnerables en las crisis. Inmediatamente después de sugerir la idea en nuestras reuniones de primavera, al desencadenarse con fuerza la crisis de los alimentos, el Banco Mundial creó un nuevo servicio financiero de desembolso rápido por valor de US$1.200 millones para los que se encuentran en peligro en virtud del aumento del precio de los alimentos, para financiar programas de nutrición y de alimentación escolar, para adquirir semillas y fertilizantes, y para otras redes de protección. Ahora estamos ampliando ese mecanismo para abarcar a los afectados por el aumento del precio de los combustibles. Este tipo de mecanismos para abordar la vulnerabilidad debe ser flexible, rápido y necesitará contar con un flujo sistemático de financiamiento en forma de donaciones.
El Grupo del Banco Mundial también debe adaptarse más rápidamente para satisfacer las nuevas necesidades de sus clientes e intereses de sus accionistas. Debemos ajustar mejor nuestra gestión a la realidad del siglo XXI. Ayer llegamos a un acuerdo sobre un conjunto inicial de medidas de reforma en materia de representación, participación y responsabilidad. Es un buen comienzo, pero necesitaremos avanzar más. Nuestro Directorio Ejecutivo ha avanzado en la labor relativa a la gestión interna.
Me complace mucho que Ernesto Zedillo haya aceptado dirigir una comisión de alto nivel que se encargará de analizar la modernización de la dirección del Grupo del Banco Mundial, a fin de que podamos funcionar de manera más dinámica, efectiva y eficiente y legítimamente en una economía política mundial cambiada. He solicitado a Ernesto que trabaje con colegas que están examinando el FMI. En 1944, los arquitectos del sistema de Bretton Woods aprovecharon el momento para contribuir a un futuro mejor. Hoy nuestro objetivo no puede ser menos elevado.
La OMC y el sistema de comercio mundial
Las negociaciones de Doha sobre el comercio mundial llevadas a cabo en el seno de la OMC están a punto de expirar. Es esencial que la OMC y un sistema mundial de comercio abierto no corran el mismo fin.
Las negociaciones comerciales continuarán en otra parte. Investigaciones recientes han revelado de qué manera las negociaciones sobre acuerdos de libre comercio pueden servir de apoyo a la apertura más amplia de los mercados. Sin embargo, los acuerdos de libre comercio y los acuerdos preferenciales que no sean de amplia base podrían reducir la liberalización a nivel mundial. Deben vincularse a una disciplina global. Además, el sistema multilateral continúa siendo la única opción para levantar la pesada carga del apoyo a la agricultura que distorsiona el comercio, que se mantiene en unos US$260.000 millones al año en los países de la OCDE.
Una opción para seguir promoviendo la liberalización a nivel mundial es reconocer la facilitación del comercio como parte de un plan de desarrollo. Hay oportunidades para reducir los costos del comercio en mucha mayor medida que la resultante de la aplicación de aranceles y otros obstáculos al comercio. Los indicadores del comercio que aparecen en Doing Business y los de Logistics, del Banco Mundial, han cumplido con la labor de diagnóstico. Organismos regionales, como el Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC), han señalado el camino.
El Grupo del Banco Mundial está ayudando a los países a simplificar y armonizar los procedimientos y la documentación en toda la cadena de suministro. Actualmente estamos trabajando en un servicio de facilitación del comercio con miras a la prestación de asistencia técnica, el fortalecimiento de la capacidad y la preparación de proyectos. Podemos respaldar proyectos a nivel tanto nacional que se ajusten a las necesidades de los clientes, como multinacional que puedan facilitar la integración del comercio regional. Además podemos prestar asistencia para la puesta en práctica de los compromisos de facilitación del comercio vinculados con acuerdos comerciales regionales y multilaterales.
Un programa nuevo de facilitación del comercio y desarrollo hace que el interés propio de reducir los costos del comercio funcione en beneficio del interés multilateral de promover una mayor integración y más eficiencias y oportunidades, es decir más crecimiento, más empleo y menos pobreza.
Se trata de un multilateralismo mediante medidas prácticas, avanzando en lo que es posible hacerlo.
Energía y cambio climático
La nueva red multilateral también debe interconectar la energía y el cambio climático.
Hay confusión en los mercados mundiales de la energía. Los productores, temerosos de la baja de precios, se muestran cautelosos respecto de las inversiones nuevas. Los países consumidores quieren precios más bajos para los consumidores, pero lo suficientemente altos como para promover la conservación, las eficiencias, las fuentes alternativas y las tecnologías nuevas. Asimismo, los países y las personas más vulnerables —que se ven afectados por el aumento y la volatilidad de los precios, y por el cambio climático— resultan víctimas de toda la confusión.
La mayor parte de la producción de petróleo está ahora bajo el control de empresas petroleras nacionales. Estas fuentes no responden a las señales del mercado de la misma manera que lo hacen los productores privados.
Necesitamos un “pacto global” entre los principales productores y consumidores de energía. Hace algunos años, China recomendó que los principales consumidores de energía se organizaran para hacer frente al cartel de productores de manera más eficaz. Esta es una idea que vale la pena considerar, aunque con una finalidad más amplia.
Como mínimo, dicho pacto debería abarcar la participación en planes para aumentar el suministro, incluida la energía alternativa; aumentar la eficiencia y disminuir la demanda; prestar asistencia en materia de energía para los pobres, y analizar de qué manera estas políticas se vinculan con la producción de carbono y las políticas relativas al cambio climático. El Grupo del Banco Mundial puede desempeñar un papel importante en este sentido. El año pasado, nuestro financiamiento para proyectos de energía renovable y eficiencia energética en los países en desarrollo aumentó en más del 80%, a US$2.700 millones.
Parte del pacto también consistirá en brindar a los países en desarrollo la oportunidad de realizar inversiones a más largo plazo para reducir la vulnerabilidad al aumento y la volatilidad del precio de los combustibles, a la vez que se presta apoyo a los pobres con redes de protección. Con menos de la cuarta parte de los habitantes de África al sur del Sahara con acceso actualmente a servicios de electricidad, el aumento del acceso para los más pobres es un complemento esencial de las inversiones en energía limpia. Así como estamos prestando asistencia a los más vulnerables al incremento del precio de los alimentos mediante la expansión de los sistemas de producción agrícola, debemos ayudar a los más vulnerables al aumento y la volatilidad del precio de la energía mediante el aumento de las eficiencias, las opciones de fuentes alternativas y tecnologías fuera de la red, y la cooperación regional. A pedido de los accionistas, el Grupo del Banco Mundial está preparando la Iniciativa “Energía para los Pobres” con el objeto de ayudar a los países más pobres a satisfacer sus necesidades de energía de manera eficiente y sostenible.
Podríamos considerar ampliar el alcance del pacto global. Podría haber un interés común en gestionar una escala de precios que concilie los intereses mientras se hace, al mismo tiempo, la transición hacia estrategias de crecimiento con bajo nivel de emisión de carbono, una cartera más amplia de fuentes y una mayor seguridad internacional.
Los entendimientos multilaterales acerca de los futuros de energía —que llevarían a una fijación clara del precio del carbono— también podrían ser de vital importancia para la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Un acuerdo sobre el cambio climático también deberá ser respaldado con nuevos mecanismos para apoyar la forestación y evitar la deforestación, desarrollar nuevas tecnologías y fomentar su rápida difusión, proporcionar apoyo financiero a los países pobres y prestar asistencia para la adaptación. Como lo hablamos ayer en la reunión denominada “Desayuno de Bali”, debemos reforzar los mercados del carbono. El emprendimiento por parte del Grupo del Banco Mundial de dos nuevos fondos —el Fondo para reducir las emisiones de carbono mediante la protección de los bosques y el Fondo para reducir las emisiones de carbono— nos permite prestar apoyo a los clientes que procuran seguir una vía de desarrollo de un bajo nivel de emisiones de carbono.
Hace dos semanas, para contribuir al suministro de recursos adicionales para encarar estos desafíos, el Banco auspició una sesión de compromisos que permitió movilizar US$6.100 millones de 10 países para nuevos fondos de inversión en el clima, recursos que los países en desarrollo pueden usar para abordar los problemas relacionados con el cambio climático en el marco de sus propias estrategias de desarrollo y de lucha contra la pobreza.
Estados frágiles: garantizar el desarrollo
En ningún lado la nueva red multilateral es tan necesaria como en los Estados frágiles y que salen de un conflicto, donde habitan las “personas que viven en la extrema pobreza”.
Con demasiada frecuencia, la comunidad del desarrollo ha trabajado en Estados en situación de fragilidad y conflicto como si fueran sólo casos de desarrollo más complicados. Sin embargo, estas situaciones requieren una labor más amplia que el mero análisis del desarrollo; es preciso abordar un marco diferente que permita consolidar la seguridad, la legitimidad, la gestión de gobierno y la economía. No se trata de la seguridad o el desarrollo como estos términos se definen habitualmente.
Garantizar el desarrollo consiste en promover la seguridad y el desarrollo de manera conjunta, primero para suavizar la transición del conflicto a la paz, y luego para incorporar estabilidad, de manera tal que el desarrollo perdure durante un decenio y más aún. Las raíces de las medidas que adoptemos alcanzarán la profundidad suficiente para quebrar el ciclo de fragilidad y violencia, únicamente si logramos garantizar el desarrollo.
Nuestra comprensión de cuál es la mejor manera de garantizar el desarrollo —sintetizar la seguridad, el buen gobierno y la economía para que tengan la máxima eficacia posible— sigue siendo insuficiente. Encaramos deficiencias cruciales de capacidad internacional.
En última instancia, el elemento más importante en los Estados frágiles o que emergen de un conflicto son los habitantes del país. Sin embargo se requerirá una asistencia multilateral más sólida y duradera para ayudar a estas personas a dejar de ser víctimas para convertirse en los principales agentes de la recuperación.
En el Banco Mundial estamos estableciendo alianzas nuevas, y espero que más adecuadas, con las Naciones Unidas y otros asociados. Un nuevo Acuerdo de principios fiduciarios celebrado entre las Naciones Unidas y el Banco Mundial permitirá acelerar significativamente las respuestas conjuntas ante las crisis. Estamos impulsando operaciones de liquidación de atrasos que resultan de apremiante necesidad, y creando un nuevo Fondo para la construcción de los Estados y la consolidación de la paz, por valor de US$100 millones, en respaldo de un enfoque más estratégico y novedoso respecto de los conflictos y la fragilidad.
Los seis temas estratégicos
Señor Presidente:
El año pasado me referí a seis temas estratégicos para contribuir a orientar la labor del Grupo del Banco Mundial, en lo que respecta a los países más pobres y concretamente de África; los Estados frágiles y que han salido de un conflicto; los países de ingreso mediano; los bienes públicos regionales y mundiales; el aumento de oportunidades para el mundo árabe, y el fortalecimiento de los conocimientos y el aprendizaje.
Estos temas estratégicos abarcan toda nuestra labor. Hoy he resaltado algunos ejemplos.
A medida que avanzamos con los seis temas, debemos continuar incorporando las cuestiones del buen gobierno y la lucha contra la corrupción en todas nuestras actividades. Los ciudadanos tienen razón en esperar que se preste mayor atención a la buena gestión de gobierno y la lucha contra la corrupción. La corrupción representa un impuesto cruel, principalmente para los pobres. Debemos luchar contra ella donde sea que la encontremos.
Agradezco a Paul Volcker y los demás integrantes de su Comisión por la excelente labor cumplida y sus recomendaciones prácticas. Estamos aplicando las recomendaciones del panel e intensificando nuestra labor, incluso mediante el fortalecimiento de nuestro Departamento de Integridad Institucional, la creación de una unidad consultiva y de servicios preventivos para un mejor intercambio y aplicación de las enseñanzas aprendidas, y la designación de una Junta Consultiva Internacional para asesorar a nuestro nuevo Vicepresidente.
Esta labor se basa en nuestras obligaciones fiduciarias. Sin embargo no termina ahí. Debemos crear una cultura institucional de honestidad, integridad y confianza. Además, debemos alentar y prestar asistencia a nuestros clientes —desde los oficiales de adquisiciones más jóvenes hasta los primeros ministros y presidentes— para que también adopten esta cultura.
Conclusión
Señor Presidente, como señaló hace poco un director ejecutivo, desde nuestras últimas Reuniones Anuales celebradas hace un año, el Grupo del Banco Mundial ha pasado de la crisis a cumplir una función catalizadora.
Ahora el mundo enfrenta una crisis, y el Grupo del Banco Mundial debe ponerse a la altura de las circunstancias.
Contamos con una sólida base de capital y posición de liquidez, con experiencia sin parangón a nivel global y de alcance mundial, y con personal extraordinario.
Sin embargo, podemos y debemos hacer más.
El Grupo del Banco Mundial cumple mejor su función cuando se vale del aporte de conocimientos especializados a nivel mundial, puestos a prueba y actualizados constantemente; inversiones en las personas, los mercados y las instituciones, y financiamiento novedoso, siempre consciente, como lo destacó este año la Comisión sobre Crecimiento, de que no existe un modelo único de desarrollo. La situación de cada país es singular y especial. Debemos tener la humildad, el sentido práctico y la honestidad para aprender lo que da buenos resultados y corregir lo que no resulta eficaz.
En esa tarea, nuestro activo más valioso es el personal del Grupo del Banco Mundial que se desempeña en la ciudad de Washington y en todo el mundo, que ha trabajado incansablemente este año con clientes y asociados en apoyo de estos esfuerzos. Aprovechando el talento de más de un centenar de países, estamos esforzándonos por demostrar cómo personas con experiencias muy distintas y de diferentes culturas pueden unirse para configurar un todo que es mucho mayor que la suma de sus partes.
Tengo ciertamente la fortuna de beneficiarme de las riquezas de su diversidad. Quiero agradecerles y hacerles saber que me siento orgulloso de ellos.
También tenemos un Directorio Ejecutivo activo con el que trabajamos todos los días. Su orientación ha sido de un valor incalculable en nuestro avance para satisfacer las necesidades de nuestros clientes, por lo cual me siento muy agradecido.
Para terminar, Señor Presidente, una reflexión en perspectiva:
Si no podemos lograr una mejor participación en las oportunidades y una distribución mejor de las responsabilidades en la nueva economía global; si no podemos ir más allá de los rescates financieros para llegar a los rescates humanos, y si no podemos formular políticas internacionales que contribuyan a incorporar a más personas y países a la vida económica, no lograremos crear una globalización incluyente y sostenible. Además, nuestro mundo no será estable, no importa cuán grandes sean los paquetes de rescate financiero.
El destino brinda una oportunidad al presentarse una necesidad: modernizar el multilateralismo y los mercados. Debemos aprovechar esa oportunidad.
Gracias.