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Discursos y transcripciones Septiembre 29, 2020

Palabras pronunciadas por David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial, en el evento “Estrategia para abordar la pérdida y el desperdicio de alimentos: Un problema mundial con soluciones locales”

Buenas tardes. Es un placer estar aquí. Me complace contar también con la presencia de la vicesecretaria general de las Naciones Unidas, Amina Mohammed.

La pandemia está causando efectos económicos y sanitarios graves en todo el mundo. El sector de los alimentos es fundamental y ha sufrido el impacto. En muchos países, los consumidores experimentaron escasez de alimentos y aumentos de precios. Los productores agrícolas se vieron obligados a quedarse con alimentos que ya no podían vender. Debido a las restricciones a la circulación y al cierre de negocios, aumentaron la pérdida y el desperdicio de alimentos en distintos puntos de la cadena de valor alimentaria. Todos hemos visto imágenes de productores agrícolas que se vieron obligados a desechar leche y arar sobre los cultivos en sus campos, mientras otros se quedaban sin alimentos. Otros fenómenos (como la mayor invasión de langostas del desierto en décadas y las sequías) también pusieron en evidencia la vulnerabilidad de los cultivos frente al cambio climático.

La inseguridad alimentaria va en aumento en muchos países. Se acentúa en los países que atraviesan conflictos y sufren el impacto climático. Sin embargo, el hambre también está creciendo en áreas rurales y urbanas, donde muchas personas perdieron parte de sus ingresos debido a la pandemia. Según las encuestas telefónicas que realizamos en los últimos meses, una cantidad significativa de personas se han quedado sin alimentos o han reducido el consumo de esos productos para adaptar los gastos a sus circunstancias que empeoran. Incluso en aquellos lugares donde hay buenas cosechas y alimentos disponibles, debido a la crisis de los ingresos y al aumento de los precios minoristas, muchos hogares no pueden acceder a alimentos nutritivos.

 

La COVID-19 ha dejado expuestos problemas de larga data que afectan al sistema alimentario mundial. Para más de 3000 millones de personas del mundo las dietas saludables son demasiado caras. Según nuevos datos, alrededor del 57 % de las personas que viven en África al sur del Sahara y en Asia meridional carecen de recursos para poder mantener una dieta saludable. A menudo, los subsidios de precios son costosos y no están bien orientados. La seguridad alimentaria es otro importante problema en muchos países. Las enfermedades transmitidas por los alimentos provocan alrededor de 600 millones de enfermedades por año. Los sistemas alimentarios también son fuente de contaminación y la principal causa de pérdida de biodiversidad. Además, en muchos países los productores agrícolas se encuentran entre los grupos sociales más pobres. Por eso es fundamental generar un contexto más saludable, más sostenible y de mayor prosperidad para los sistemas de salud.

En este punto entra a tallar la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos. Alrededor de un tercio de todos los alimentos mundiales se pierden y desperdician. Esta situación resulta escandalosa cuando 1 de cada 11 personas padece malnutrición, y esa cifra está aumentando drásticamente debido a la COVID-19. La pérdida de alimentos se produce debido al deterioro que tiene lugar en las granjas y en la cadena de suministro. Por el contrario, el desperdicio de alimentos se produce cuando estos logran llegar a los mercados o a los consumidores, pero no se compran ni consumen. Gran parte de las pérdidas y desperdicios se explican por razones físicas técnicas: daño, deterioro, alimentos vencidos. Sin embargo, las fuerzas del mercado son otra causa: la falta de correspondencia entre lo que se cultiva y lo que los consumidores desean genera desperdicio. Los subsidios a los precios de los alimentos o la fijación de precios que no incluye el costo ambiental de la producción constituyen una de las principales causas de desperdicio, tanto debido al exceso de producción como a su uso inadecuado.

Cuando las intervenciones relacionadas con la pérdida y el desperdicio de alimentos se realizan adecuadamente, pueden acrecentar la seguridad alimentaria y nutricional, reducir la huella ambiental de los sistemas alimentarios y mejorar el bienestar de productores y consumidores. Existen muchos puntos de partida prácticos para abordar la pérdida de alimentos en la cadena de suministros. Es fundamental mejorar el almacenamiento y las cadenas de frío, así como contar con mejores caminos, información más adecuada y mayor capacidad para cumplir con los estándares de seguridad alimentaria. Sin embargo, los sistemas de salud son complejos y es importante comprender en profundidad los problemas que afectan a las cadenas de valor de cada país. No podemos darnos el lujo de volar a ciegas en esta área. Como vemos ahora mismo, la nutrición es importante para estar mejor inmunizado, y los trabajadores de bajos ingresos gastan un monto desproporcionado de sus ingresos en alimentos. Queremos que nuestras intervenciones ayuden a los países a alcanzar sus metas de reducción de pérdida y desperdicio de alimentos, de manera tal que se promuevan objetivos de salud y reducción de la pobreza, entre otros.

Me complace poner hoy en marcha un nuevo análisis del Banco Mundial que ayudará a identificar cuáles son los puntos de partida adecuados para que los países puedan lograr sus objetivos. Muy pronto contarán con más detalles sobre este análisis. Primero, echemos un vistazo a lo que resulta especialmente prometedor. Hasta la fecha, alrededor del 20 % de nuestros préstamos para agricultura y alimentos se han destinado a lidiar con las piezas del rompecabezas que representan la pérdida y el desperdicio de alimentos, como la logística para el almacenamiento en frío y la cadena de valor. También hemos estado trabajando para generar conciencia y aumentar el financiamiento para ayudar a los países a abordar el problema: por ejemplo, la Tesorería del Banco Mundial ha emitido bonos de desarrollo sostenible por más de USD 2200 millones destinados a la pérdida y al desperdicio de alimentos.

Nuestro nuevo diagnóstico de los países ayudará a los países a orientar mejor las inversiones contra la pérdida y el desperdicio de alimentos. No se trata de un programa que se pueda adaptar a todos los casos por igual, dado que cada país presenta sus propios desafíos y oportunidades.

Vietnam, por ejemplo, es un importante exportador de productos básicos alimenticios. Allí, la seguridad alimentaria es fundamental. Abordarla podría reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos y permitir que el país produzca más y mejores alimentos y cumpla con las normas de los mercados importadores, de modo tal que no se rechacen alimentos.

Guatemala enfrenta varios desafíos en cuanto a seguridad alimentaria y nutrición, sobre todo entre su población indígena rural. Las inversiones en sistemas de almacenamiento en granjas o cooperativas podrían reducir las pérdidas y generar más ventas para los productores agrícolas de subsistencia pobres.

Y un último ejemplo: Nigeria. Se prevé que para 2050 la población del país se habrá duplicado al pasar de 201 millones a alrededor de 400 millones. Se estima que la mayor parte del crecimiento demográfico se producirá en el sur. Sin embargo, la producción agrícola se desarrolla en el norte y la distribución se realiza a lo largo de un difícil corredor norte-sur. Aquí es importante abordar las limitaciones en materia de transporte para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. Además, un sistema de cadena de frío confiable ayudaría a entregar a los consumidores alimentos más seguros y nutritivos. Aproximadamente el 37 % de la producción agrícola nigeriana se pierde debido a la ineficiencia de las cadenas de frío o a la inexistencia de dichas cadenas. Se trata de una gran oportunidad de inversión.

El programa contra la pérdida y el desperdicio de alimentos es relativamente nuevo, pero sumamente prometedor. Tomemos como ejemplo el Reino Unido, uno de los pocos países que ha realizado importantes avances y que cuenta con datos de calidad: en los últimos siete años, la pérdida y el desperdicio de alimentos se ha reducido un 27 % per cápita. Esto representa una reducción de 1,7 megatoneladas/año, por un valor de GBP 4700 millones/año, lo que equivaldría a 4000 millones de comidas, suficientes alimentos para que la población inglesa pueda tener tres comidas al día durante dos meses. Este es un ejemplo de cómo se pueden lograr resultados reales tomando medidas en este ámbito.

Espero que esta información motive a los socios a encontrar formas de reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos para que podamos poner fin al hambre y trabajar en conjunto para crear un planeta saludable, con personas y economías saludables. Muchas gracias.

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