ARTÍCULO

Djibouti enfrenta el círculo vicioso del consumo de khat y el desempleo

Enero 12, 2016


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Foto: Cortesía de Fırat Uysal

Cuando el sol llega a ser sofocante sobre el árido desierto, Moustapha Osman Ali, un residente de la ciudad de Djibouti, se dedica a su hábito cotidiano. No se trata de la segunda parte de su trabajo habitual, ni de su siesta de la tarde. Ni siquiera es el ciclo de oraciones —común en el mundo islámico— sino que es masticar las hojas verdes tiernas de un arbusto conocido como khat.

A veces, esta práctica puede durar hasta 14 horas seguidas al día.

Dedicar tanto tiempo a cualquier pasatiempo social puede ser contraproducente, pero es especialmente alarmante si la gratificación es perjudicial para la salud. El khat, que se pronuncia de diferente manera en algunas zonas de la región, contiene alcaloides que se relacionan química y funcionalmente con las anfetaminas. Sus hojas, que deben ser consumidas dentro de las 48 horas después de ser cosechadas, tienen propiedades estimulantes y provocan euforia e hiperactividad en aquellos que las mastican.

Mientras algunos habitantes de Djibouti mastican khat cuando se dirigen a su trabajo cotidiano, otros como Ali, de 29 años, recurren a este narcótico suave para tener “tiempo de calidad” durante las reuniones sociales. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el khat no es “una droga altamente adictiva”, advierte que afecta el sueño y causa alucinaciones persistentes entre sus usuarios, dando lugar a efectos de rebote como despertar tarde, disminución de la productividad y somnolencia diurna.

Ali se graduó de la escuela secundaria y hace bastante tiempo que busca empleo. Pero le resultará difícil competir en cualquier mercado laboral mientras pase la mayor parte del tiempo bajo la influencia del khat. Lamentablemente, no está solo en esto: sus tres hermanos, la mayoría de sus amigos, y alrededor del 50 % de los hombres de este país del Cuerno de África consumen khat a diario.

Impacto en la economía familiar

Casi todas las mañanas llegan grandes cargamentos de khat fresco –en su mayoría en camiones– de Etiopía y se entregan a los minoristas en todo el país. A la hora del almuerzo, una gran cantidad de hombres de Djibouti dentro de sus casas o bajo la sombra de las murallas se dedican a mascar suavemente pequeños pedazos del arbusto y los mantienen al lado de sus mejillas. El consumo del khat no solo reduce la inserción laboral y afecta negativamente la productividad de habitantes de este país pobre, sino que también representa una gran carga para la economía. La población de Djibouti llega a poco menos de 900 000 personas, de las cuales el 23 % vive en la extrema pobreza. A pesar de los bajos ingresos, se estima que entre el 20 % y el 30 % de un presupuesto familiar se destina a la compra de khat. Es un monto que supera todos los gastos, incluida la educación y la salud, exceptuando los alimentos. Además, los consumidores de khat corren el riesgo de tener caries y contraer enfermedades como la diabetes, la obesidad y la hipertensión.

Para mitigar los efectos negativos del khat, el Banco Mundial puso en marcha un proyecto destinado a reducir el consumo entre los jóvenes, mediante actividades de concienciación acerca de las consecuencias de esta práctica y programas de formación de habilidades que los jóvenes necesitan en el mundo del trabajo. El proyecto es ejecutado por el Fondo Fiduciario de Múltiples Donantes para Oriente Medio y Norte de África, (i) y financiado por el Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Noruega y el Banco Mundial.

El equipo del mencionado fondo, con sede en la ciudad de Djibouti, trabaja con jóvenes en dicha capital y en Ali Sabieh y Obock. A través de actividades presenciales, que incluyen debates con líderes comunitarios y religiosos, competencias deportivas, concursos de dictado y de dibujo y representaciones teatrales, toman conciencia sobre las consecuencias dañinas del khat en la vida de las personas.

Al ser consultado cómo la toma de conciencia puede ayudar a disminuir el consumo del khat, el especialista superior en Desarrollo Social del Banco Mundial, Fatou Fall, dice que mediante sesiones de concientización y difusión su equipo trata de “informar y sensibilizar a los jóvenes sobre los diversos impactos” del uso de la droga.

Las actividades han llegado hasta el momento a más de 5500 jóvenes de ambos sexos desde el inicio del proyecto en junio de 2015. El objetivo inicial era cubrir a 3000 jóvenes.

Difusión entre las mujeres y los niños

Los hombres no son los únicos consumidores: está aumentando la cantidad de mujeres, incluidas adolescentes, que mascan khat. Las encuestas (PDF, en francés) muestran que el consumo entre las mujeres subió del 3 % en 1996, al 7 % en 2006, y al 14 % en 2010.

Fozia Djibril Ahmed, de 50 años, es una de las mujeres que asistieron a una sesión organizada por el fondo fiduciario de múltiples donantes en noviembre. Ahmed, que ha masticado khat durante los últimos 12 años en promedio siete horas al día, usa la hoja verde para que la ayude a dormir. Está dispuesta a renunciar a su antiguo hábito, pero solo después de que “encuentre un trabajo”, dice.

Los adolescentes también recurren cada vez más a este “lubricante” social. Aunque no se dispone de datos recientes, estimaciones (i) de UNICEF de 2008 señalan que el 4,7 % de los niños usa khat a diario y otro 7,4 % lo hace una vez a la semana. El consumo entre los niños de 15 años o menos, que representan alrededor del 35 % de la población, también está llegando a ser alarmantemente más común.

Abdourahman Moussa Said tiene solo 17 años, pero ha consumido khat de manera regular durante el pasado año y también ha concurrido a una actividad del fondo fiduciario en busca de ayuda. Said recibe un exiguo estipendio mensual de su hermano mayor y gasta la mayor parte del mismo en comprar khat y masticar con sus amigos “por placer”. Abdourahman abandonó la escuela después del sexto grado, y también asegura que dejaría el hábito si encuentra un empleo.

Fatou, jefe del equipo del proyecto, dice que sus colegas han llevado a cabo numerosas sesiones en los tres centros de desarrollo comunitario con el fin de crear conciencia en los niños. El equipo también ha empleado a consultores especializados, que ayudan a los beneficiarios a prepararse para el mercado laboral y la vida, así como a encontrar empleo y oportunidades de pasantías en las empresas.


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