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ARTÍCULO Agosto 02, 2017

Estas cuatro cosas han definido quién eres hoy

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Niños en escuela pública en Manchay, Pachacamac, un lugar con índices de extrema pobreza, a las afueras de Lima.

Julio Cesar Casma / Banco Mundial


Está comprobado que la fórmula para el éxito social y económico está, en gran parte, en cómo pasamos los primeros días de nuestras vidas. La diferencia puede ser abismal.

El cerebro de un niño que ha logrado el pleno potencial de desarrollo puede ¨iluminar¨ como un foco de 200 watts mientras que uno que no lo logró solo alcanza los 25 watts, es decir, casi un 90% menos de oportunidades.

Son diversos los factores que minan está capacidad de desarrollo. De acuerdo al Banco Mundial, una cuarta parte de los niños menores de cinco años en todo el mundo -es decir, 156 millones de niños según estimaciones de 2016- padecen desnutrición crónica. Un estudio realizado en Guatemala, demostró que los niños bien alimentados, sin retraso en el crecimiento, tuvieron más probabilidades de escapar de la pobreza cuando adultos y obtuvieron ingresos entre 5% y 50% superiores a los de sus pares que habían sufrido retraso en su desarrollo. Sin embargo, la desnutrición no es el único factor en la disminución de la capacidad de crecimiento del futuro éxito de un niño.

La falta de cuidados, de cariño y la exposición a situaciones de estrés, que se ven sobre todo en niveles socioeconómicos bajos, pueden causar en los menores daños irreversibles para el resto de su vida. ¿Qué dicen los expertos? En una conferencia sobre los efectos de la adversidad en el cerebro de los niños, los especialistas destacaron estas cuatro razones clave de por qué hay que invertir en la primera infancia.

1. El desarrollo del cerebro empieza en el vientre

El cerebro de un ser humano se empieza a desarrollar en la cuarta semana de embarazo, en base a la nutrición de la mamá y las situaciones que ella experimenta. Posteriormente, la individualidad de este nuevo ser se construirá en base a su herencia biológica y a sus experiencias personales. La capacidad de moldear nuestro cerebro responde a un término que los expertos denominan plasticidad. La plasticidad es mayor cuando se tiene menos de 5 años.

Nuestros genes son una parte muy importante en la etapa de crecimiento, pero las experiencias, buenas o malas, hacen que los cerebros de cada individuo se desarrollen de manera diferente. Incluso en gemelos idénticos, los cerebros se desarrollan distinto acorde a sus experiencias de vida.

Los cimientos de la arquitectura cerebral se establecen gracias a esas experiencias tempranas, las cuales se basan, principalmente, en el cuidado de los padres o de la persona a cargo del bebé. Si bien todas las experiencias y estímulos ayudan en el desarrollo, es muy diferente que un bebé escuche ruido en el ambiente a que sus padres le hablen constantemente, de forma apropiada a su edad.

Lamentablemente, esta oportunidad es limitada. Durante los primeros 1,000 días se desarrolla hasta el 80% de nuestro cerebro y el de un bebé espera diversos estímulos para crecer. Cuando no los recibe, las conexiones que se deberían formar se alteran, y las neuronas no se comunican entre ellas con lo cual se inician los problemas de desarrollo con consecuencias irreversibles. Esto podría resultar en adultos con menor capacidad para regularse en situaciones de estrés y con mayor riesgo a tener problemas sociales y de comportamiento, con muestras de impaciencia, de poca conciencia social, falta de atención, hiperactividad, déficit en el coeficiente intelectual e incluso autismo.

Diversas investigaciones han demostrado que, en casos extremos, la falta de nutrición e estimulación, mezclados con los genes de los padres, podrían cambiar incluso el metabolismo de una persona y su inmunidad a las enfermedades, entre otros cambios biológicos.

2. La estimulación temprana y el constante aprendizaje son claves para el crecimiento

Un estudio sobre la infancia en Jamaica demostró que lactantes y niños de corta edad que se beneficiaron de actividades de estimulación temprana obtuvieron sueldos hasta un 25% más altos en la edad adulta, equivalentes a los de los adultos que crecieron en hogares de mayores ingresos.

La interacción constante de los niños con los padres o personas a cargo, de forma motivadora, positiva y adecuada, crea oportunidades de aprendizaje muy importantes para la vida adulta. Los programas preescolares de alta calidad dirigidos a grupos en situación vulnerable pueden llegar a tener una tasa de rentabilidad de entre el 7% y 16% anual. Pero si bien estos programas agregan conocimientos cuando el niño ya asiste a la escuela, las actividades con los bebes son esenciales en la formación de futuros adultos exitosos que controlan sanamente sus emociones.


El futuro social y económico de las personas se establece con acciones tomadas desde los primeros días de vida.

3. Los adultos deben aprender a regular el estrés cuando son bebés. 

Los responsables del bebé, usualmente sus padres, tienen un rol crítico en la regulación de sus respuestas frente al estrés. Por ejemplo, nuestros cerebros están "cableados" para responder al sonido de las voces y esta situación no debería generar ningún tipo de estrés. Cuando los bebés escuchan a las personas hablar, los sistemas neuronales, responsables del habla y del lenguaje, reciben la estimulación necesaria para organizarse y funcionar. Si la exposición apropiada no ocurre, las conexiones no se desarrollan o lo hacen de forma diferente. Debido a que el cerebro se adapta a su entorno, se acomodará a un ambiente negativo con la misma facilidad con que se adaptaría a uno positivo.

El tipo de estrés y el momento en el que se presenta determinan el tipo de impacto en el desarrollo cerebral. Responder correctamente a situaciones de estrés es clave para nuestro éxito en la vida como adultos.

El Consejo Científico Nacional sobre el Desarrollo del Niño (National Scientific Council on the Developing Child) clasifica al estrés en tres tipos:

  • Estrés positivo: es moderado, breve y, en general, una parte normal de la vida (por ejemplo, entrar en un nuevo entorno de cuidado infantil). Aprender a adaptarse a este tipo de estrés es un componente esencial del desarrollo saludable.
  • Estrés tolerable: incluye situaciones que tienen el potencial de alterar negativamente el cerebro en desarrollo, pero que ocurren con poca frecuencia y dan tiempo al cerebro para recuperarse (por ejemplo, la muerte de un ser querido)
  • Estrés tóxico: activa fuerte, frecuente y prolongadamente el sistema de respuesta al estrés del cuerpo (por ejemplo, negligencia crónica en el cuidado del bebé)

Así como las experiencias positivas pueden ayudar con el desarrollo saludable del cerebro, las experiencias del maltrato infantil u otras formas de estrés tóxico, como la violencia doméstica, pueden afectar negativamente el desarrollo del cerebro. Esto incluye cambios en la estructura y actividad química del órgano y en el funcionamiento emocional y del comportamiento del niño.

Por ejemplo, el desarrollo saludable del cerebro incluye situaciones en las que los balbuceos, gestos o gritos de los bebés producen reacciones confiables y apropiadas de sus padres. Si los niños viven en un mundo caótico o amenazador, en el que los responsables de su cuidado responden con abuso o no responden, sus cerebros pueden volverse hiperalertas y su percepción del mundo se altera con lo cual sus respuestas podrían ser negativas y violentas ante la mayoría de las situaciones.

4. La pobreza es el principal desencadenante de estrés en el hogar

Los hogares con menos recursos económicos son los más propensos a registrar niños con un reducido desarrollo cerebral. Para un padre pobre existen otras prioridades, como traer dinero al hogar, dejando el cuidado de los niños en segundo plano. Sin bien la calidad del cuidado no está necesariamente relacionada con los ingresos, la cobertura de las necesidades básicas es el primer paso para poder concentrarse en la atención de los niños.

Entre los principales factores de riesgo asociados con la pobreza que tienen un impacto perjudicial en el desarrollo podemos mencionar la inseguridad alimentaria, las enfermedades infecciosas y el estrés psicológico, sobre todo en la etapa de la formación neuronal y cognitiva de los niños.

La pobreza se incorpora biológicamente en el crecimiento de los niños, y puede tener efectos a largo plazo, incluso en el desarrollo del lenguaje, afectando posteriormente a otras áreas. Actualmente existe evidencia científica de la alteración del funcionamiento cerebral como resultado del abuso y la negligencia en las etapas tempranas.

El desarrollo del cerebro durante los primeros 3 años es crucial para el éxito socioeconómico. Sin embargo, si bien la plasticidad del cerebro se reduce luego de la infancia, esta continúa siendo parte de la vida de un ser humano. Con menor medida, el cerebro seguirá aprendiendo y desarrollándose para apropiarse de nuevas experiencias, positivas o negativas, y hacer frente a nuevas situaciones que pueden incluir diversos grados de estrés.

La complejidad cerebral programada en las etapas tempranas da lugar a funciones cognitivas y socio-emocionales que se fusionan para formar habilidades que se adquirirán posteriormente en la vida. El cerebro es la fuente de nuestros conocimientos y de nuestras emociones, y es sin duda el órgano más importante en el cuerpo humano. Su desarrollo debe sostenerse a lo largo de toda vida con oportunidades y retos que ofrezcan mantenerlo activo.

En respuesta a estas pruebas convincentes sobre los beneficios de invertir en niños pequeños, así como la creciente demanda de los países, el Grupo del Banco Mundial está aumentando su apoyo para invertir en los primeros años de vida. Las prioridades son tres: (i) reducir la desnutrición infantil, (ii) asegurar que los niños reciban estimulación y aprendizaje tempranos; y (iii) proteger a los niños vulnerables.



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