¿Viajó a ver a sus familiares o amigos durante estas fiestas? En 2017, los viajes de turistas internacionales superaron los 1.300 millones, según la Organización Mundial de Turismo. Se estima que este número crecerá hasta 1.800 millones para 2030.
Actualmente, el turismo representa más del 10% del PIB mundial y uno de cada 10 empleos en el mundo está relacionado al sector. El gasto mundial en turismo ascendió a 1,3 billones de dólares durante el 2017 y tras un crecimiento ininterrumpido durante los últimos ocho años, el turismo internacional se ha convertido no solo en una actividad del sector privado, sino, según el Banco Mundial, en una herramienta para el #desarrollo, especialmente para los jóvenes y las mujeres.
Como en casi todas las industrias, el desarrollo digital y, en especial, las tecnologías disruptivas han cambiado las reglas del sector. Las aerolíneas low-fare y sus pasajes de bajo costo han dado espacio a un grupo más diverso de viajeros y a más viajes. Cada vez más familias, grandes y pequeñas, parejas e incluso viajeros solteros podrían estar menos atraídos por hoteles de alta gama y más interesados en experiencias únicas y personalizadas.
Pero ¿es posible aprovechar la revolución tecnológica para fomentar el desarrollo social y económico de los actores menos favorecidos?
En el mundo hiperconectado en el que vivimos, los avances digitales brindan nuevas herramientas, pero también exigen una nueva forma de pensar. La tecnología disruptiva, el big data y las nuevas plataformas digitales han cambiado el turismo para siempre, pero los beneficios económicos y sociales no se reparten equitativamente entre los destinos y sus comunidades.
La abundante riqueza natural y cultural de América Latina coloca a la región en un espacio clave para sumarse con éxito al momento de transformación digital global. ¿Qué se necesita?
1. Conectividad e inclusión
En todo el mundo, 330 millones de trabajos están relacionados al turismo. Y con plataformas digitales como Airbnb o Tripadvisor este número se incrementará en los próximos años, en especial, trabajos para mujeres y jóvenes.
Esta gran revolución permite que pequeñas compañías, e incluso individuos, pueden aprovechar las nuevas tecnologías para sumarse a la industria del turismo.
Por ejemplo, pensemos en una pareja de viajeros que van a Cusco, en Perú. Ellos pueden reservar en un hotel o pueden alojarse en la casa de un local, una mamá que cuida de sus hijos pequeños mientras recibe un ingreso por el alquiler de las habitaciones libres de su casa. Además, pueden preguntar a sus amigos sobre los mejores lugares para comer o las mejores actividades a realizar, o pueden buscar la misma información en internet o en una app de comentarios de otros viajeros y ordenados en un ránking de popularidad.
Todos estos datos y contenidos son un recurso valioso para la industria del turismo, pero necesitan de un elemento clave: la internet y la conectividad que brinda.
De acuerdo con el reporte La voz de los viajeros, en 2017, solo en Instagram se subieron más de 95 millones de fotos y videos, cada día. Los contenidos generados por los usuarios son uno de los principales factores para determinar el éxito o fracaso de un lugar, un negocio o un servicio.
Facebook, por ejemplo, impulsa a los viajeros a compartir comentarios de los lugares que visitan, justo después de hacer “check in”. Hoteles y restaurantes buscan reseñas positivas de sus comensales y huéspedes, reforzadas por fotos o videos de sus experiencias.
Cada vez más viajeros planifican su visita a través de un dispositivo móvil dónde el contenido creado por los usuarios genera 12 veces más confianza que el producido por alguna marca.
Pero en la región, según la CEPAL, solo el 56% de los latinoamericanos tienen acceso a Internet. Si bien este número podría incrementarse en los próximos años, la brecha aún es muy grande, y el turismo es una industria creciente que se alimenta de la información que se sube a la nube.
Es importante que los destinos en desarrollo de la región se preparen para aprovechar estas nuevas oportunidades y así mejorar su visibilidad y su capacidad de promoción turística, siempre pensando en el beneficio de todos los actores involucrados, incluyendo las comunidades y las personas. El primer paso para lograrlo es mejorar la infraestructura de redes, necesaria para la conectividad de todos.