El cambio climático amenaza la identidad cultural
El clima cambiante ha causado un alto nivel de incertidumbre para los que más dependen de la naturaleza, en particular los pueblos indígenas. y las comunidades locales que protegen aproximadamente el 80 % de la biodiversidad mundial (i). El incremento de los fenómenos meteorológicos extremos junto con el aumento de presiones y competencia para los recursos naturales ha alterado profundamente los sistemas de alimentos, dejando a comunidades como las de Myrna y Joan con mayor vulnerabilidad que nunca. De hecho, los desastres relacionados con el clima (i) fueron el principal factor que impulsó la inseguridad alimentaria aguda de 34 millones de personas en 25 países.
a través de su identidad cultural y sus actitudes hacia las personas mayores y los recursos naturales, señalaron las mujeres líderes en en materia de clima. Las tres lideresas ponen de relieve de qué manera el cambio climático ha socavado la capacidad de los ancianos para guiar a sus pueblos sobre dónde y cuándo cazar, pescar, sembrar, llevar a apastar a los animales, y recolectar semillas y plantas esenciales.
“Todo es muy confuso”, dice Leina. “Ese sistema en que los ancianos organizan a la comunidad ya no existe”. Cunningham se hace eco de este sentimiento y afirma que “algunas de las generaciones más jóvenes ya no se guían por sus ancianos como se hacía antes”.
El clima cambiante ha causado un alto nivel de incertidumbre para los que más dependen de la naturaleza, en particular los pueblos indígenas. y las comunidades locales que protegen aproximadamente el 80 % de la biodiversidad mundial.
Muchas mujeres indígenas han recurrido a actividades comerciales para proporcionar alimentos a sus familias, exponiéndolas a fluctuaciones y factores del mercado que no controlan para cumplir con sus necesidades básicas. Durante el primer año de la pandemia COVID-19 muchos pueblos indígenas que dependían del mercado para su seguridad alimentaria enfrentaron una fragilidad mayor.
Esta transformación se ve desde la región de la Cordillera donde ahora las mujeres plantan y venden papas, frijoles y tomates (cuando el sustento de alimento tradicional era arroz), a las miskitas, quienes ahora venden pescado, un trabajo que tradicionalmente era realizado por hombres. Tal vez lo más perjudicial sea que las mujeres de Baragoi están subdividiendo y vendiendo parcelas de sus tierras como un medio de sobrevivencia para obtener ingresos para la compra de alimentos.
A medida que los pueblos indígenas comienzan a considerar sus recursos naturales como productos básicos con los que comercian, hay riesgo de que se va deteriorando su conexión sagrada con la tierra y su sentido del deber de mantener y preservarla. Esto los lleva a asentarse en zonas urbanas, según Cunningham y Carling. Esta migración deja obsoletos los espacios donde antiguamente se reunían para intercambios sociales y culturales, los cuales son fundamentales para construir el sistema de cooperación mutua e identidad cultural. Ellas agregaron que la migración a las zonas urbanas y las consecuencias de un clima cambiante han socavado esas tradiciones.
Estos temas se agravan, dado que las mujeres indígenas quedan en gran medida al margen (PDF, en inglés) de los procesos de toma de decisiones, a pesar de su papel como guardianas del medio ambiente, proveedores de alimentos y a pesar de su extraordinaria vulnerabilidad al cambio climático.